La solución a la crisis comienza por una concertación

La oposición debe trabajar su propia hoja de ruta: el cambio de régimen depende de los nicaragüenses

Por Augusto Centeno (Confidencial)

HAVANA TIMES – La coyuntura política nicaragüense es más o menos parecida al interludio gramsciano que dice: lo viejo no termina por morir y lo nuevo no termina de nacer y se multiplican los síntomas mórbidos. El régimen Ortega-Murillo ya ha sido derrotado políticamente, pero a oposición no ha logrado constituirse como una opción para un cambio político.

Todos estamos de acuerdo que necesitamos renovar los instrumentos de presión contra la dictadura, por esa razón se instó a un diálogo entre los distintos actores de oposición. Lo que se ha denominado como “concertación” es una herramienta para crear un espacio político donde se pueda proponer, debatir, consensuar, y deliberar acciones y objetivos estratégicos que debiliten las bases del poder político, económico y militar del  Gobierno, y constituir una nueva fuerza política que represente los intereses y aspiraciones de los nicaragüenses.

Pero antes de alcanzar acuerdos y establecer objetivos para salir de la dictadura, la oposición debe solucionar los problemas originados producto de sus propias dinámicas internas. La pérdida de autoridad y credibilidad de la oposición ante la sociedad nicaragüense, y el creciente desinterés de la población en participar en los espacios políticos opositores, son algunas de las consecuencias derivadas de las prácticas políticas de la oposición.

Para que la concertación tenga resultados satisfactorios debe haber liderazgos con mentes abiertas y dispuestos a escucharse, abandonando cualquier interés personal que no sea otro que comprometerse a consolidar acuerdos amplios en los que todas las partes se sientan cómodos e interesados en colaborar. Pero en ningún caso deben imponerse previamente criterios para dialogar. La imposición elimina la posibilidad del diálogo.

Solo con el ejemplo —poniéndose primeramente de acuerdo entre ellos— la oposición logrará que los nicaragüenses se organicen. Es responsabilidad de la oposición educar cívicamente a la ciudadanía, solucionando —en primer lugar— sus problemas. No basta con salir de la dictadura, debemos dar la lucha por un cambio cultural reconstruyéndonos como ciudadanos, y reconstruir el país con otra visión de la política y la democracia.

La concertación abre la posibilidad de debatir y analizar con responsabilidad todas las soluciones posibles a la crisis sociopolítica y las implicaciones que tienen cada una de ellas: elecciones, gobierno de transición, negociación, derrocamiento, etc. Todas tienen que ser ampliamente debatidas. Y sobre todo impulsar una estrategia de forma unificada, y que esta tenga consecuencias directas en el Gobierno.

El costo de no prever escenarios alternos a la salida electoral y prepararnos ante un posible recrudecimiento de la represión ha tenido graves repercusiones en la organización de la oposición. Por supuesto que el régimen ha tenido que pagar un alto costo político por sus acciones represivas, y hay que seguir trabajando para que cada vez sea más alto el costo que deba pagar por sus acciones, pero debe dejarnos como aprendizaje que debemos tener planes de contingencia.

Lo correcto en este momento es replegarse para repensar una nueva estrategia de presión nacional e internacional. No podemos depender de factores exógenos ni dar falsas expectativas en relación a las sanciones o aquellas acciones que puedan disuadir al régimen. No hay indicios de que Nicaragua vaya ser expulsada del DR-CAFTA o el Acuerdo de Asociación con la Unión Europea, ni tampoco una suspensión de la OEA.

Esta dependencia a la comunidad internacional para presionar a los Ortega-Murillo solo termina por decepcionar a la población porque no ve resultados inmediatos. Si la oposición quiere manejar los tiempos políticos a su favor y ganarse a la opinión pública nacional e internacional debe trabajar en su propia hoja de ruta. El cambio de régimen depende de los nicaragüenses.

La oposición debe consolidarse construyendo una visión a largo plazo, tener una visión de nación, porque el problema del Orteguismo, como todos los ismos que han desgobernado este país, está profundamente ligado a un sistema político y social que ha perpetuado la exclusión y la violencia en todas sus dimensiones. Un sistema que se ha encargado que los nicaragüenses construyamos una historia entre vencedores y derrotados, y no una historia que sea inclusiva y plural para solucionar los problemas estructurales de Nicaragua.

Aunque algunos actores políticos se han preocupado más por ocupar el vacío de poder de la oposición eligiendo a nuevos liderazgos; es más relevante la construcción de una propuesta programática. Elegir a nuevos santos es seguir insistiendo en lo mismo que está más que demostrado no nos ha dado resultado.

No son las personas las que representan a los nicaragüenses, son las agendas donde están planteadas sus demandas las que los representan. La lucha continúa con las agendas ciudadanas. Esto nos dará una dirección política en esta nueva fase de lucha contra la dictadura. Los nicaragüenses debemos movilizarnos en defensa de nuestros derechos y ejercicios ciudadanos.

Todos esos lamentos que hoy padecemos por las faltas de libertades en Nicaragua, podemos irlas solucionando —o al menos pensar en solucionarlas— si la oposición con madurez política se pone de acuerdo en la construcción de una hoja de ruta para salir de la dictadura Ortega-Murillo. Es tiempo de reflexión para cambiar la situación actual, para que los nicaragüenses tengamos un país al cuál volver y vivir, y no uno bajo los escombros, porque esa es la desidia que Ortega nos quiere imponer y debemos evitar.

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*Estudiante expulsado de Ciencias Políticas y Relaciones Internacionales de la UNAN-Managua en 2018 y exiliado político. Exmiembro de la Coordinadora Universitaria

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