El fin del silencio mediático en Cuba

Luis Fernández Torres

Conectados. Foto: Caridad
Conectados. Foto: Caridad

HAVANA TIMES — Desde los años 90 tardíos, cuando Internet comenzó a ser mínimamente accesible desde Cuba, la realidad periodística y el acceso a la información empezaron un lento cambio en nuestro país.

Durante varias décadas los medios masivos oficiales fueron prácticamente la única fuente de noticias. La censura y el control de la información eran tareas fáciles por aquellos días. Con el cambio de siglo, varios cubanos, una pequeña minoría de la población en la que me cuento, nos convertimos en usuarios de la red global, comenzando así a tener acceso a los múltiples medios informativos de todo el mundo.

Luego vinieron las oleadas de blogueros y periodistas independientes que con toda legitimidad comenzaron a informar sobre la realidad cubana desde otros puntos de vista, causando preocupación y respuesta de parte del gobierno y las instituciones relacionadas, que hasta entonces habían lidiado descansadamente con esas cuestiones.

Los medios oficiales continuaron y continúan teniendo el amplio protagonismo informativo, pues si bien ya hay acceso público a Internet, este es aún muy caro e inaccesible para la mayoría de la población, y, de quienes lo usan hoy en día, solo una minoría es para informarse.

Otro instrumento informativo no menos relevante en la Isla es el fenómeno de “la bola”, una especie de emisora de radio que va de boca en boca por donde nos llegan las verdades y mentiras que normalmente no se dicen por la televisión cubana. La bola en Cuba es muchas veces provocada y sostenida por la censura y la ausencia de información oficial.

La veracidad de estos chismes que tan rápido se riegan por el país puede ser cuestionable, pero en realidad no es más que la puesta en práctica de la forma más antigua de informar; todo esto sustentado por el absurdo silencio mediático sobre tantos temas y sucesos relacionados con nuestro país.

Se suma a la lista de ofertas la televisión de Miami, que es consumida en muchos hogares cada vez menos clandestinamente, y también hay que hacer mención de lo que de vez en cuando se filtra y nos llega en alguna memoria flash, como los videos de casos de robo y malversación, los documentos del plan de informatización del país, el famoso allanamiento a la casa de Gilberman, videos de las cámaras de vigilancia policial, etc.

Esta realidad mediática en que vivo, esa mezcla de medios oficiales, Internet, bolas callejeras y muchísima información chatarra, hace que me sienta con licencia para opinar, incluso cuando no pueda comprobar la veracidad de lo que se está debatiendo. Es mi opinión, por ejemplo, que el gobierno cubano aplazará lo más posible (ya que no lo puede impedir) el acceso masivo a Internet, pues es muy complicado lidiar con algo que por naturaleza es incontrolable. Es como si necesitaran un plazo de tiempo, no solo para preparar la infraestructura tecnológica que soporte la conectividad a nivel masivo, sino también para que los sistemas de control evolucionen hacia esa nueva realidad que ya se está planteando.

A nivel internacional la información oficial es cada vez menos confiable. Fenómenos como las redes sociales, WikiLeaks, Anonymous y otros han puesto sobre la mesa la cruda realidad, emplazando y desenmascarando los grandes centros de poder a nivel mundial, que antes campeaban impunemente por el planeta. Trasladando lo anterior a escala nacional se puede entender la preocupación que puede generar la apertura informativa en la cúpula del poder.

Pienso que a pesar de todo el inmovilismo que aún existe respecto al tema, inevitablemente las vías para informarse acerca de la realidad seguirán diversificándose, pero no por eso las cosas serán menos confusas. Las informaciones no confiables, la desinformación, la censura y el engaño seguirán siendo variables en una ecuación cada vez más compleja. Habrá de todo, menos silencio. No quedará otra opción que aprender a discernir entre la madeja para intentar acercarnos a las verdades que tan bien ocultan los poderosos de nuestra aldea local y global.