Cuba y Nicaragua compiten por sentencias absurdas

Luis Robles Elizástigui en su protesta solitario.

HAVANA TIMES – Luis Robles Elizástigui es un joven cubano que se atrevió a sostener un cartel en un bulevar peatonal de La Habana, exigiendo la libertad, no más represión y la liberación del rapero Denis Solís. Por hacerlo, Robles enfrenta siete años de prisión, acusado de “propaganda enemiga” y de “desobedecer a la autoridad.”

Su protesta solitaria, realizada con un cartel casero, fue filmada y difundida ampliamente en redes sociales y por medios independientes. Muchos transeúntes le mostraron su apoyo cuando un grupo de policías lo arrestaron con violencia.

Primeramente, Robles, de 28 años fue acusado de “terrorismo” y de “poner en peligro la seguridad del Estado”, pero luego los fiscales decidieron cambiar los cargos inventados con otros del mismo índole.

Desesperado por ver a su hermano libre, Landy Fernández Elizástigui dijo: “El no cometió delito alguno, simplemente ejerció su derecho constitucional como ciudadano”.

Mientras tanto en Nicaragua

Sergio Betata en su protesta solitario.

Sergio Betata, de 30 años, se atrevió a sacar una bandera de su país en una calle de Managua. Su protesta unipersonal pidió la liberación de los muchos presos políticos y la unidad entre las fuerzas de la oposición.

Betata ahora enfrenta 15 años de prisión. Se le acusa del cargo, a menudo fabricado, de tráfico de drogas, después de que la misma policía cargara su mochila vacía.

Cuando las autoridades colocaron bolsas de droga en la mochila de Sergio, no ocultaron lo que estaban haciendo. Cuando Betata gritó en protesta, ellos respondieron: “Ahora son tuyas”.

En ambos países más de un centenar de presos políticos se revuelcan en las cárceles, mientras los Gobiernos intentan reprimir cualquier disidencia a su eterno monopolio del poder.

Muchos otros artistas, periodistas y activistas son detenidos habitualmente en Cuba por la seguridad del Estado, generalmente durante varias horas de interrogatorio. Quienes los detienen no presentan orden judicial y, a menudo, visten de civil.

La policía nicaragüense y las fuerzas paramilitares se especializan en asediar a disidentes en sus hogares, incluidos expresos y políticos de la oposición. No les permiten a ellos ni a sus familias la libre circulación. Lo mismo ocurre con las familias de los presos políticos actuales.

Está claro que Cuba es el modelo para acusaciones y sentencias injustas, pero Nicaragua ha sido un excelente alumno.

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