Caso del espía Rocha, silencio absoluto en Cuba


El ex embajador de Estados Unidos, Manuel Rocha, es visto en una reunión con un agente encubierto del FBI que está siendo filmada en secreto mientras estaba siendo investigado por hacer lobby ilegal para Cuba durante décadas. Rocha fue condenado a 15 años de prisión el viernes. Foto cortesía del Departamento de Justicia de EE UU.

HAVANA TIMES – La condena a 15 años de cárcel por cargos relacionados con espiar para Cuba durante 40 años al exdiplomático de Estados Unidos Víctor Manuel Rocha dio la vuelta al mundo en estos días, pero en esta isla parece que nadie se ha enterado.

Ni el inefable programa Con Filo, ni el Noticiero Nacional de Televisión, ni el periódico Granma, ni Humberto en su aborrecible Hagamos Cuba, nadie parece conocer la noticia, así que se la vamos a recordar.

Una corte federal de Miami le sentenció luego que el exembajador de 73 años se declararse culpable durante una audiencia celebrada por la jueza Beth Bloom.

Según el sumario, fue acusado de “actuar como agente ilegal de un Gobierno extranjero (Cuba)” y también por “conspiración” en ese mismo crimen y “defraudar a Estados Unidos”.

De origen colombiano, Rocha fue arrestado en Miami en diciembre pasado por cargos menores, pero lo que vino luego fue una auténtica bomba cuando todo comenzó a rodar cuesta abajo como una bola de nieve que se hizo cada vez más grande. De hecho, en febrero acordó cambiar su declaración a culpable a cambio de que los fiscales le retiraran 13 cargos, incluido fraude electrónico y hacer declaraciones falsas.

Ante la corte, el exfuncionario reconoció haber traicionado su juramento de lealtad a Estados Unidos y pidió perdón por el dolor causado a su familia, colegas y amigos cercanos.

Durante 25 años en el servicio diplomático cumplió funciones en Honduras, República Dominicana, Italia, Bolivia, Cuba, Argentina y México, y después de su retiro del Departamento de Estado prosiguió en los negocios privados.

En opinión del fiscal general de Estados Unidos, Merrick Garland, este caso expuso una de las infiltraciones de mayor alcance y duración en el Gobierno de Estados Unidos por parte de un agente extranjero.

De acuerdo con sus propias palabras, colaboró con el régimen de La Habana como agente encubierto de la Dirección General de Inteligencia de Cuba (DGI), desde 1981 en suelo hondureño, y sus actividades de espionaje continuaron hasta la actualidad.

Como parte de su labor, de 1994 a 1995 formó parte del Consejo de Seguridad Nacional, durante la administración de Bill Clinton, y tanto en ese momento como cada vez que asumió una nueva responsabilidad firmó acuerdos de confidencialidad, y aseguró respetar la ley de Estados Unidos en el marco de sus funciones.

No fue hasta noviembre de 2022 que el Buró Federal de Investigaciones (FBI) recibió información de que Rocha era un agente encubierto de la DGI, la rama más importante de la temida Seguridad del Estado cubana.

En noviembre del año pasado fue tanteado por un agente encubierto del FBI, que se hizo pasar por representante encubierto de la DGI, y le citó para un encuentro en una iglesia en Miami.

Durante el encuentro en cuestión, y sin saber que estaba hablando realmente con el FBI, Rocha reconoció que llevaba 40 años espiando para el Gobierno cubano.

“Para mí, lo que se ha hecho ha fortalecido a la Revolución. La ha fortalecido inmensamente. No podemos poner eso en peligro. Soy muy celoso con lo que hemos hecho y con lo que tengo que proteger, y con lo que hemos hecho”, llegó a decirle al agente en su segunda cita, en febrero de 2023.

Una tercera reunión tuvo lugar en junio, y ahí el exdiplomático reiteró que nunca había dejado de colaborar y que estaba dispuesto a seguir haciéndolo. Pactaron otro encuentro en diciembre pero fue detenido antes y durante el interrogatorio primero negó conocer a su interlocutor pese a que le mostraron fotos, y ante la evidencia prefirió guardar silencio.

Hasta aquí cómo fue detectado, pero no es menos importante su declaración de culpabilidad, porque puede sentar un precedente peligroso en casos de esta magnitud al traducirse en cierta impunidad porque no se castiga el alcance total del daño causado por el acusado.

La edad del imputado pudo influir para que recibiera solamente 15 años de cárcel (saldría con casi 90 de edad) y 500 mil dólares de multa, aunque se incluyó un acápite según el cual posiblemente pague indemnizaciones en el futuro a otros afectados por sus acciones.

“Hoy en día ya no veo el mundo a través de los ojos radicales de mi juventud”, declaró desde el estrado, pero extrañamente llamó “compañeros” a los representantes de la dictadura y prometió fidelidad solo meses antes, no en edad adolescente precisamente. 

Entre quienes están insatisfechas con su condena aparece la opositora cubana Rosa María Payá, la misma que mencionamos hace unos días por su intervención ante el Consejo de Derechos Humanos (CDH) de la Organización de Naciones Unidas (ONU) en Ginebra, Suiza.

La fundadora de la plataforma disidente Cuba Decide e hija del difunto líder opositor Oswaldo Payá consideró que actividades como la que realizó Rocha por décadas son las que sostienen al régimen cubano y permiten asesinatos como el de su padre y silenciar a otros opositores.

En este caso, también se sospecha sobre su vínculo con el derribo de dos avionetas en 1994, cuando trabajaba en la Oficina de Intereses de Washington en La Habana, y sobre su influencia en la posterior elección de Evo Morales como presidente de Bolivia, luego de unas incendiarias declaraciones suyas que levantaron la popularidad del líder cocalero.

Son apenas dos ejemplos, y el silencio de toda la maquinaria propagandística de nuestro entrañable Miguel Díaz-Canel realmente no ayuda, pues cuando del lado de acá se intenta echar tierra a un asunto es porque realmente apesta.

Igualmente, la variedad de países en los que estuvo Rocha y por cuatro décadas hacen pensar que solamente estamos en la superficie y podremos asombrarnos de unas cuantas cosas más, si esto es posible en el contexto cubano.

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