Bar Toledo, el último que nos queda

Vicente Morin Aguado

Toledo Bar

HAVANA TIMES — Cuando me es posible, anclo un rato de la tarde en “El Toledo”, pequeño Bar Restaurante de la esquina de Barcelona y Águila, muy cerca del Capitolio, del hermoso edificio de la telefónica ETECSA, del Boulevard de San Rafael y de otros muy habaneros lugares.

De niño prefería conversar con personas mayores, por esta razón, entre otras cosas, me convertí en amante de “la bohemia”; añoro esa vida especial de mi Habana, tal vez perdida para siempre, cuyos comienzos eran cuando al parecer la gente se iba a dormir.

Dicen los guías turísticos, evocando a Nat King Cole y a Nicolás Guillén, dos negros poderosos, que en La Bodeguita del Medio, el más reputado restaurante de la ciudad, reinaba “la bohemia.”

Las paredes del famoso lugar están repletas de testimonios firmados por cuantas celebridades han visitado a Cuba, desde un honesto presidente constitucional como Salvador Allende, agregando futbolistas y peloteros famosos, gente de la mafia o el cine, hasta incluir al muy mediático juez Garzón.

Otra Bohemia era una revista semanal cubana, proclamada en sus mejores tiempos como la mejor publicación de su tipo en América Latina. En sus páginas denunció Fidel Castro, con valentía e inteligencia, los desmanes de la dictadura batistiana. No menos arriesgado fue el director de la publicación, Miguel Ángel Quevedo, al permitir la edición de tales escritos.

Hoy no tenemos, en cuanto a Bohemia, ni una cosa ni la otra. La famosa “bodeguita” es un restaurante estatal con escasa  vida nocturna, nada queda del espíritu improvisador propio de tiempos pasados, mientras la famosa revista es casi un boletín, de edición quincenal, aburrida como cualquier otro medio de la prensa escrita estatal.

Toledo Bar

Por tanto me voy al Toledo, donde recupero un poco las añoranzas con la vista de dos bellos vitrales, asombrosamente conservados al paso de este medio siglo revolucionario, acompañados en el diseño ambiental, como en una casa de muñecas, de antiguos tejados españoles, escenas de toreros y de las aguas del Tajo bajo una arcada romana, río emblemático de España, especialmente de la vieja ciudad que motivó al fundador del pequeño rincón donde ahora me encuentro.

Los dependientes, internacionalmente llamados Bar Man, bueno, tenemos una excepcional Bar Woman en esta barra milagrosa, atienden rápido, sorteando las exigencias de sus clientes, bulliciosos como es mala costumbre en Cuba, además de un tanto malcriados por ser asiduos al lugar. Agrego al diario las ineficiencias del sistema estatal del comercio que les niega suministros básicos para estas instalaciones, como el Limón y el Hielo.

Aquí es posible disfrutar espectáculos gratuitos porque sobran los visitantes inesperados y como bien dice una canción popular, En La Habana hay una pila de locos. Por tanto, no se asombre de encontrar cantantes improvisados, bailarinas de barrio que ofrecen su arte a cambio de unos tragos, conversadores de todas clases y temáticas, además de silenciosos testarudos rumiando sus problemas.

Entran abuelos retirados con presupuesto para un trago y no pueden irse porque sus paisanos agradecidos, evocando el pasado, les pagan la segunda vuelta, cuyo número crecerá según los concurrentes, el día o las circunstancias.

Como en cualquier sitio habanero, hasta en el medio de la calle sucede, se cantan en voz callada los números del sorteo que ofrece un canal de la televisión hispana de Miami. Se trata de la popular “bolita.” ¡Ay si un paisano toledano se ganó el premio gordo! Se multiplicará el jolgorio en el bar de todos.

Claribel y su viejo compañero de cantina, con sobrada experiencia, campean el temporal que representa una barra con alcohol liberado entre cubanos. Sonríen, apaciguan a los alebrestados, te agregan el pedacito de hielo comprado por ellos mismos, el jugo de limón igualmente obtenido, mientras con picardía guiñan los ojos, recordándote la propina.

Toledo Bar

Los precios básicos son en moneda nacional, aunque es posible acceder a ciertos enlatados en divisa convertible, marcados con los valores mínimos para tales ofertas, de cualquier manera caras si de nosotros se trata, pues a pesar de unas copas bebidas no olvidamos que  nos pagan los salarios en una moneda 25 veces inferior en su cambio respecto al valor de estos productos.

Aún así, ¡asómbrese! usted puede pedir un enchilado de camarones o un bisté de res (25 pesos CUP= 1 CUC que es más o menos un dólar norteamericano), platos servidos en la barra del Toledo por las camareras del restaurante aledaño. De vez en cuando hay chicharrones a 5 pesos cubanos la ración. Ah! Y todo esto con aire acondicionado, regalo excepcional en las tardes húmedas y calurosas de La Habana.

A estas alturas de mi crónica parezco un clásico mentiroso cubano, pero de momento digo la verdad, existe este lugar y mi temor es que desaparezca, como cualquier escoba luego de mucho limpiar la basura que entorpece nuestro diario quehacer.

Lástima es que, a pesar de sus bondades, El Toledo cierra temprano, no es posible visitarlo pasadas las nueve de la noche. Existe un sórdido acuerdo, imposible de probar más allá de las conjeturas, determinado a impedir “la bohemia” en La Habana.

Tratándose de estos sitios populares, mayormente pagados en moneda nacional, cierran antes de que avance la noche. Después nos quedan los emporios turísticos, totalmente al ritmo de un equivalente en dólares USA, donde campean los extranjeros junto a sus cubanos acompañantes, vaya usted a saber cómo.

De “la bohemia” como costumbre y cultura habanera, casi nada sobrevive, excepto algunos empecinados jugando al Dominó bajo un farol callejero, alardeando al contrincante con el manotazo de su ficha ganadora sobre la mesa.

De la revista Bohemia ya comenté, sobre la muy propagandizada Bodeguita del Medio, es posible ver a Hemingway bebiéndose su mojito y las sillas donde un día saborearon sus tragos en la madrugada, con mucho o poco dinero, Nat y Nicolás. Lo demás es una multitud de firmas célebres fuera de contexto.

Vicente Morín Aguado: [email protected]

4 thoughts on “Bar Toledo, el último que nos queda

  • No conozco el bar Toledo, pasaré a verlo. Buena la crónica. Espero que esos tiempos vuelvan para los que los desean. Un saludo Vicente.

  • Nostálgico y a la vez refrescante como»mojito»en el paladar del recuerdo. Sólo q’ para el noctámbulo dueño de «La Vigía» su preferido escondrijo fue «La cuna del daiquiri.»

  • …muy buena…

  • en La Habana de mediados de 1970, solo en el Centro Vazco (a un costado del Riviera) y aqui, se podia degustar una suculenta fabada asturiana, todavia estara en la oferta del Restaurant siendo en moneda nacional ??.

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