Entre la revolución y el golpe de Estado

Análisis de Jim Lobe*

HAVANA TIMES, 16 feb. (IPS) — Días después de la forzada partida de Hosni Mubarak del palacio presidencial de El Cairo, muchos analistas estadounidenses siguen preguntándose si fue consecuencia de una revolución de cuño democrático o de un golpe de Estado orquestado por el poderoso estamento militar de Egipto.

Pese a la euforia mediática, desde la renuncia de Mubarak creció el escepticismo de los expertos estadounidenses en Egipto sobre las verdaderas intenciones de los militares.

Por ejemplo, el analista Jon Alterman, del Center for Strategic and International Studies, advirtió que el “ascenso del Consejo de Comando Militar” podría ser un “enorme paso atrás”.

Y Reuel Marc Gerecht, un ex funcionario de la Agencia Central de Inteligencia (CIA) que ahora forma parte de la neoconservadora Fundación para la Defensa de las Democracias, indicó que el ejército “va a tantear cuánta autocracia (y riqueza) puede mantener en sus manos”.

Sin embargo, el presidente de Estados Unidos, Barack Obama, dijo en una rueda de prensa el martes 15 que veía con buenos ojos los pasos que dio hasta ahora el Consejo de Comando Militar, ante el cual Mubarak cedió el 11 de febrero el poder que ostentaba desde octubre de 1981.

“Obviamente, todavía hay mucho por hacer en Egipto, pero lo que hemos visto hasta ahora es positivo”, dijo Obama, e indicó que los representantes de la oposición que se reunieron con dos altos funcionarios egipcios el lunes 14 “estimaron que (el Consejo) se toma en serio lo de celebrar elecciones libres y limpias”.

Pero la mayoría de los analistas independientes no están tan seguros del rumbo que pretenden imprimir a Egipto los cinco generales que conforman el Consejo.

“Es cierto que los militares están dando señales acertadas, pero el movimiento se demuestra andando”, dijo James Zogby, un veterano conocedor del Medio Oriente que dirige el Arab American Institute. “Esto fue un alzamiento que derrocó al presidente, no al Estado, y las Fuerzas Armadas siguen siendo el Estado”.

Son varios los que estiman que los uniformados están dispuestos a efectuar concesiones, pero reteniendo tanto poder como puedan.

“Incluso los más recalcitrantes miembros de la vieja guardia autoritaria y seguidora de Mubarak saben que no hay vuelta atrás y que una mera fachada democrática no pasará la prueba de la aceptación pública”, según Wayne White, del Middle East Institute, y ex alto analista en Medio Oriente del Departamento de Estado (cancillería) de Estados Unidos.

“Pero al mismo tiempo cuesta creer que esos jerarcas acostumbrados a ejercer el control no estén enfrascados en un debate interno sobre hasta dónde conceder –y hasta dónde retener— en su intento de marcar las diferencias entre el funcionamiento de una democracia plena y su visión, posiblemente más restringida, de un Egipto ‘ordenado’ o más ‘estable’”, indicó White en una respuesta a IPS por correo electrónico.

El Consejo, encabezado por el mariscal de campo Mohammad Hussein Tantawi, leal a Mubarak por mucho tiempo, ha emitido una serie de circulares ordenando la disolución del parlamento, suspendiendo la vigencia de la Constitución y prometiendo elecciones en seis meses.

El martes 15, el Consejo reunió a un comité de juristas a los que encargó reformar la Constitución en un plazo de 10 días. La reforma sería sometida a ratificación popular en un referendo a celebrarse en unos dos meses.

Si bien esos pasos son del agrado de Obama, el Consejo todavía no ha cumplido con una lista de reclamos de las fuerzas opositoras, reunidas en una amplia coalición llamada Activistas por la Democracia.

Algunas de esas demandas son poner fin a la Ley de Emergencia, vigente desde hace tres décadas, liberar a miles de presos políticos e investigar y juzgar a agentes policiales y de cuerpos de seguridad acusados de las muertes de unas 300 personas en los 18 días de manifestaciones populares que condujeron a la caída de Mubarak.

También ha sido ignorado por el Consejo el reclamo opositor de incluir en el gobierno de transición técnicos civiles y representantes del movimiento democrático.

“Tal parece que los militares tienen el propósito correcto acerca del final, pero no quieren ceder el manejo del proceso”, opinó Joel Rubin, subdirector de la National Security Network (Red de Seguridad Nacional), que se especializó en Egipto cuando trabajó en el servicio exterior.

“Este es un asunto ríspido, porque si esperan demasiado (para incluir a los civiles), habrá mucha desconfianza sobre sus verdaderas intenciones”, agregó. La velocidad con la cual se pretende reformar la carta magna también es problemática ante la complejidad de los desafíos, agregó.

En cualquier caso, Washington va a jugar un papel importante en la transición debido a las estrechas relaciones militares entre los dos países, construidas desde que se firmaron los Acuerdos de Camp David entre Egipto e Israel, en 1978.

De hecho, algunos de los más influyentes jerarcas militares, como el jefe del Estado Mayor, el general Sami Hafez Anan, considerado como el miembro más poderoso del Consejo, estaban en Washington en las reuniones anuales con sus contrapartes estadounidenses cuando estalló la crisis política en El Cairo el 25 de enero.

En los últimos 30 años, Washington entregó unos 40.000 millones de dólares de ayuda militar y entrenamiento a las Fuerzas Armadas egipcias, que se han vuelto completamente dependientes del equipamiento estadounidense, en especial para sus sistemas de armamento más avanzados, como los aviones de guerra F-16, los helicópteros Apache y los misiles antibuque Harpoon.

“Estas relaciones suministran un vínculo con las Fuerzas Armadas de Egipto que no tiene ningún otro país”, indicó el especialista Charles Dunne, que sirvió 10 años atrás como agente político-militar en la embajada estadounidense en Egipto.

Amenazas de legisladores influyentes de cortar el paquete de 1.300 millones de dólares anuales de asistencia militar parecen haber jugado un importante papel de respaldo a las repetidas exhortaciones públicas y privadas del gobierno de Obama a los militares egipcios de no usar la violencia contra los manifestantes.

“Es la compensación, en el momento justo, a 30 años de asistencia militar: los uniformados egipcios odiarían poner en riesgo esta relación vital por intentar burlar la transición a la democracia o por seguir reteniendo el poder”, dijo Dunne.

Por otra parte, todavía no está claro que el gobierno de Obama esté incómodo con el control castrense de la transición, en especial cuando intenta apaciguar a Israel y a otros aliados en la región, que claramente prefieren que los militares sigan al mando, sobre todo en política exterior y de defensa.

“Están muy contentos de que los militares hayan dicho que seguirá vigente el acuerdo de paz” con Israel, dijo Zogby. “Hay políticas, como el bloqueo a la franja de Gaza y las entregas extraordinarias (de presuntos terroristas), que los militares van a sostener, pero que podrían caer con un gobierno civil y más democrático”.

* El blog de Jim Lobe sobre política exterior estadounidense puede leerse en http://www.lobelog.com.