Violencia del régimen contra mujeres en Nicaragua
periodistas, ciberactivistas, artistas y académicas
En Nicaragua hay 19 mujeres presas políticas, castigadas por no doblegarse ante la dictadura de Daniel Ortega y Rosario Murillo
HAVANA TIMES – Las académicas, artistas, ciberactivistas, periodistas críticas y promotoras culturales nicaragüenses han sido blanco de “una política institucional de represión” por parte del Gobierno de Daniel Ortega, según un estudio del Centro de Estudios Transdisciplinarios de Centroamérica (Cetcam), elaborado por las investigadoras Arlen Alejandra Padilla y Elvira Cuadra.
El estudio denominado “Voz, Saberes, Cultura y Memoria. Resistencias y Resiliencias Colectivas de las Mujeres Nicaragüenses”, señala que ellas han sufrido “represalias por desafiar los roles y estereotipos de género impuestos socialmente, tanto en la esfera general como en ámbitos específicos”.
A las mujeres de esos sectores se las persigue por su participación en el proceso dirigido para lograr la transformación democrática del país, en especial a partir del estallido social de 2018, valoró ese centro de pensamiento integrado por investigadores centroamericanos de distintas disciplinas, con sede en Costa Rica.
En una entrevista con el programa con Esta Semana y CONFIDENCIAL, la directora del Cetcam, Elvira Cuadra, detalla las maneras en que el Estado encabezado por Ortega y su esposa y vicepresidenta, Rosario Murillo, agrede a las mujeres nicaragüenses, y las formas y estrategias que ellas han implementado para protegerse mutuamente de esos ataques, que son también digitales.
Esta investigación está basada en entrevistas y grupos focales con unas 30 mujeres que están en Nicaragua y en el exilio. ¿Qué peso tiene el universo de estas mujeres en el mundo femenino?
ELVIRA CUADRA: Son grupos de mujeres que enfrentan violencias muy específicas, que tienen que ver con el ejercicio propio de su ocupación y que se entrecruzan con otras características. Son mujeres jóvenes o de la tercera edad, o vienen de la Costa Caribe. En 2022 hicimos un estudio donde teníamos un panorama general de la situación de violencia en contra de las mujeres y nos dimos cuenta que había grupos que vivían violencias específicas. El peso de estos grupos, de las periodistas, ciberactivistas, etc., no es significativo con relación al resto de la población de mujeres, pero sí en relación con el tipo de actividad que realizan.
¿Es violencia política, violencia de género? ¿En qué sentido es particular o distinta de la violencia que padecen mujeres campesinas, activistas políticas o estudiantes universitarias?
Es violencia de género, pero también es violencia política. Es violencia de género porque en la sociedad nicaragüense hay un sistema que reproduce formas de violencia generalizada para todas las mujeres. Esta tiene que ver con imágenes, representaciones, los roles tradicionales de género y una serie de comportamientos, pero que, en relación con cierto tipo de mujeres, adquiere rasgos particulares. Por ejemplo, los estereotipos de género, las imágenes preconcebidas en relación con las periodistas, no es igual en el caso de las mujeres artistas o promotoras de la cultura. Una periodista nos dijo: “Mi jefe insistía en que yo tenía que ser una mujer bonita y delgada porque presentaba noticias”. Y en el caso de las artistas, nos decían “es que en el ámbito artístico creen que las mujeres deberíamos cantar solo cosas románticas o relacionadas con la maternidad o temas similares y no nos ven, por ejemplo, haciendo tambores o alguna otra interpretación o creación artística.
Discurso de odio contra las mujeres
En Nicaragua se denuncia constantemente la existencia de una maquinaria y un discurso de odio del régimen, a pesar de que este se jacta de restituir los derechos de la población y particularmente de las mujeres. ¿Hay un discurso de odio contra las mujeres?
Hay un discurso de odio en general contra las mujeres y hay un discurso de odio contra grupos específicos. Y no solo un discurso, sino toda una política, una serie de medidas de violencia política contra grupos específicos. Hemos visto, por ejemplo, cómo se ha castigado a algunas académicas, intelectuales, artistas reconocidas en Nicaragua, sencillamente porque no han agachado la cabeza a las disposiciones del régimen. Lo mismo ha sucedido con las mujeres periodistas y algunas de ellas, a causa de eso, han experimentado cárcel, destierro, desnacionalización, desplazamiento forzado, amenazas, acosos, agresiones. Una serie de violencias dirigidas a subordinarlas.
La mayoría de estas mujeres, ha tenido que salir del país: están en el exilio en Costa Rica, en Estados Unidos, en otras partes, y siguen siendo víctimas de violencia. ¿Tienen protección bajo el refugio de esos países?
No necesariamente. Solo el hecho de tener que desplazarse de manera forzada, de tener que salir de Nicaragua, de ser expulsada, desnacionalizada, y tener que permanecer en otro lugar, es ya un hecho de violencia. A eso se suma que en los países de acogida no siempre tienen condiciones para sobrevivir e instalarse, y muchas veces eso comienza por la regularización de su estatus migratorio. En muchos casos, llegan sin papeles. Son situaciones que para quienes están detrás de los escritorios en las instituciones públicas no se comprenden.
Uno de los temas en que se insiste más en este estudio está relacionado con la violencia digital o la violencia que se practica a través de las redes sociales: descalificaciones, amenazas, etc. ¿Quién está detrás de ese tipo de violencia?
Detrás de la violencia digital en contra de las mujeres, particularmente periodistas y ciberactivistas, podemos identificar tres tipos de actores. El régimen de los Ortega-Murillo, su granja de troles y demás, es uno de los principales, pero no es el único. También hay hombres, en general, que realizan constantemente ese tipo de acoso y amenazas en contra de las mujeres. Y hay que decirlo claramente, incluso dentro de las propias organizaciones del movimiento cívico se genera ese tipo de violencia.
“No dejar atrás a ninguna”
¿Cuál es la principal estrategia de resistencia ante la violencia? Si no hay una protección del Estado, ¿es efectiva la denuncia? ¿Cómo se defienden las mujeres?
Una de las estrategias más importantes, tal vez la principal, es el acompañamiento mutuo, crear redes, grupos, vínculos o comunidades entre mujeres. Este ha sido uno de los elementos fundamentales señalados por todas en general, pero particularmente, por ciertos grupos, y ha sido muy importante para las periodistas, para las activistas y para las artistas.
Luego, en la investigación anterior —yo lo repito y repito— una de las participantes nos decía: “No dejar atrás a ninguna”. Y eso significa agarrarse de la mano y tratar de mantenerse juntas o mantenernos juntas. Ese es el elemento más importante: acompañarse, acuerparse. Y hay estrategias un poco más específicas que sigue cada una. En el caso de las periodistas, algunas se han puesto de acuerdo y creado sus propias plataformas de información. Las artistas también han creado grupos, colectivos. Y las académicas construyen comunidades con las que están adentro, con las que están afuera y con las académicas de los lugares donde están llegando.
En las cárceles de la dictadura en Nicaragua, entre los 121 presos políticos, hay 19 presas políticas, entre ellas estudiantes universitarias, católicas, defensoras de la libertad religiosa y también activistas políticas. Hay una exmilitante del PLC y también está presa la presidenta regional de Yatama. ¿Qué representa este grupo de mujeres en el marco de esta persecución del Estado?
El Estado se ha convertido en un perpetrador de violencia. No por omisión como en otros lugares, sino porque directamente ejerce violencia. Lo hemos visto en años anteriores en ese mismo papel y en cada momento de 2018 para acá, cuando hacen una prisionera política las apresan, encierran y juzgan para mostrar al resto de la sociedad lo que les puede suceder a ellos y particularmente lo que les puede suceder a las mujeres que se atreven a alzar la voz.
Uno de los elementos comunes es que a todas las mujeres que ya han sido condenadas —de este grupo de 19 presas políticas— les han imputado el delito de propagación de noticias falsas, en algunos casos porque tenían una página en Facebook o redes sociales, o simplemente por demandar la libertad de monseñor Álvarez o la libertad de efectuar procesiones religiosas en la Iglesia católica, con lo que se está perpetrando un delito contra la libertad de expresión.
Efectivamente. Y es que uno revisa el recorrido de las mujeres y particularmente del movimiento de mujeres en Nicaragua, y ve que ese movimiento ha sido uno de los más consistentes y con una de las voces más fuertes y claras. No es casualidad que lo que se quiere a través de estas mujeres apresadas, es silenciar voces y coartar la libertad de expresión.