Un rey en las calles de Cuba

Por Amrit

Joaquín muestra sus reliquias.

HAVANA TIMES, 9 marzo — Por una avenida del reparto Alamar veo pasar como una ráfaga a Joaquín P. González Cabrera. Lleva un tubo en la mano, protección para rodillas y codos, y en la cabeza un casco donde puede leerse: “Alamar, Patinador Solitario”.

Yo soy sólo un transeúnte más de los que esperan con impaciencia el P-11 para trasladarse al otro lado del túnel, y miro con envidia a este anciano que en unos segundos es sólo un punto en la lejanía.

Una vez escribí que añadimos a nuestros cuerpos ese organismo de locomoción brutal (la guagua) para compensar la ausencia de alas. Pero ahora recuerdo lo que experimenté cuando, a mis doce años, probé mis primeros patines, y el mundo alrededor se volvió móvil, vertiginoso…

Sí, hay otras formas de volar. Y Joaquín me lo confirma en la sala de su apartamento donde vive solo desde que enviudó. Uno de sus hijos vive al lado, en un desglose de la misma vivienda.

Aunque se me había perdido el papel donde había anotado su dirección, no tuve ninguna dificultad en encontrar su casa: todo el mundo conoce al Patinador Solitario.

HT: Joaquín, yo siento que en general la gente, al menos aquí, después de los 40, los 50 años, parece que hubieran perdido la energía o la esperanza, no sé, y lo veo a usted como algo tan excepcional…

Fotografía hecha a una foto.

Joaquín: Mira, yo tengo dos cartas ahí de las Tunas, de un compañero que tiene 50 años y vio un artículo sobre mí en el periódico Juventud Rebelde y me escribe felicitándome, me llama “El incansable”, y que le he servido de ejemplo. Pero como esa podría contarle miles de anécdotas. La gente me para en la calle y me dice: “Ay, quién pudiera ser como usted, pero qué energía tiene, qué salud…”

HT: ¿Qué signo es usted?

Joaquín: Yo nací el 6 de noviembre de 1928.

HT: ¿6 de noviembre? Ah, es escorpión, igual que mi hijo. De escorpión se dice: “es un pájaro que sólo vuela en cielos de tormenta”.

Joaquín: ¿Ah sí? Pues yo tengo algo de eso, sí señor. Me gustan las cosas difíciles.

HT: ¿Cuando empezó a patinar?

Joaquín: De niño, por un día de reyes, me regalaron esos patines que ves ahí.

HT: Pero ¿cuándo se convirtió en un medio de transporte?

Joaquín: Desde que me mudé para acá, ya yo llevo treinta años aquí. No, más bien desde que me jubilé. Antes de eso patinaba por placer, no hacía recorridos grandes todavía. Pero fui cogiendo mucha fuerza, mucha seguridad.

HT: ¿Y no le molestan las calles de Alamar con tantos baches?

Joaquín: ¿A mí? Sí como no, molestan y además es peligrosísimo. Yo soy un atrevido de primera pero es que ya me acostumbré a eso.

HT: ¿Ha tenido algún accidente?

Joaquín: No, nunca. Alguna que otra caída pero si tú supieras, en treinta años creo que me he caído seis o siete veces. Me he dado en las rodillas, en los codos, una vez me partí un diente de la plancha pero fue porque estaba oscuro y metí un pie en un hueco. Yo patiné en el hielo, ¿sabe? Allá afuera, y qué va, no tiene tanto peligro porque es liso, no hay huecos, no hay piedras… Lo que pasa es que resbalas y te caes y te das buenos leñazos y eso asusta a la gente. Igual pasa con cualquiera que quiera aprender a patinar.

HT: ¿Cómo reaccionan los choferes con usted?

Joaquín: Al principio creo que se ponían nerviosos, pero ya no, en realidad los ciclistas son más peligrosos que los carros, son unos malcriados, me hacen chí chí, con el timbre. Mira, yo ando con este bastoncito que preparé hace años porque un perro me mordió, y hasta me sirvió para alejar algún carro, ¡esto que ves aquí ha tocado guardafangos!

Me molestan pero no tienen razón porque yo voy por mi derecha. Pero ya es muy raro que se metan conmigo, es más, me paran. Hasta mujeres jóvenes con carro han parado y quieren recogerme. Porque yo tengo que parar cuando llego al túnel y siempre hay alguien que me hace preguntas y yo le digo: “¿Usted pasa el túnel?” Me dicen que sí y yo les digo: “Entonces lléveme y así seguimos hablando…”

HT: ¿Cuál es la distancia más larga que ha recorrido?

Joaquín: De aquí a Guantánamo.

HT: Pero hace paradas, ¿no?

Reconocimientos de Joaquín.

Joaquín: Las paradas que hago son pa almorzar, pa tomarme una cerveza, un refresco pero no puedo pararme mucho porque se me enfría el cuerpo. En general tengo muy buena resistencia. Ahora no estoy saliendo tan lejos porque estoy un poco flojito, (económicamente) ha mermado el trabajo… Yo tengo como seis o siete oficios: chofer, mecánico, rastrero, soldador, reparador de colchones… También arreglo muebles, mira, estos muebles los he tapizado yo. Pero antes de ser colchonero me metí a alquilarles patines a los muchachos. Claro que cuando empezaron a entrar los patines lineales me echaron a perder mi negocito… -se ríe.

HT: ¿Y no ha probado impartir clases de patinaje a los niños?

Joaquín: No qué va, alguna vez me lo han pedido pero yo no tengo paciencia pa eso. Imagínate, eso es estar ahí dando vueltas en un parque, qué va, si yo subo de tres en tres los escalones.

HT: ¿Cómo consigue los patines?

Joaquín: Estos de aquí, y esos otros, los traje de California, pero yo mismo confecciono algunos. Mira, estas ruedas las mandé a fundir. Y esos patines viejos ya no los uso, claro, pero fueron los que me dieron la fortaleza. Con esos patines yo soltaba unas gotas de sudor de este tamaño y la energía se le va a uno. (Me enseña unos patines muy parecidos a los que probé en mi infancia, con las ruedas dispuestas a los extremos).

HT: ¿Cuánto le duran por lo general?

Joaquín: Estos los tengo desde el 2000. Los taquitos de los frenos son lo que más se gastan pero yo mismo los hago.

HT: Cuando trajo esos patines, quiero decir, cuando estaban nuevos, ¿no tuvo temor de que alguien quisiera arrebatárselos?

Patines que usa actualmente.

Joaquín: No, porque yo ando con el bastón, a veces se me acercan muchachos relambíos, tú sabes, y el tolete ese en la mano ha paralizado cualquier idea que hayan tenido.

HT: ¿Su esposa, alguna vez patinó con usted?

Joaquín: Sí, cuando era joven.

HT: ¿Y sus hijos?

Joaquín: No, ninguno. Un día un hijo mío se puso esos patines y volvió diciéndome: “Papi, esto no sirve”. Mis nietos lo que quieren es llevarse esas chucherías que ves ahí pero yo las tengo como reliquias.

HT: ¿Por qué puso en el casco “El Patinador Solitario”?

Joaquín: Porque ando solo mija. El que se me acerca, cuando llega una loma pa bajar, no baja y cuando llega una pa subir, no sube.

HT: ¿Y usted sí las sube? ¿Por ejemplo la de la entrada de Alamar?

Joaquín: Y las de aquí a Pinar del Río, de aquí a Guantánamo. ¿Cuántas hay? Algunas un poco apretado, pero las subo. Otras tengo que coger la orilla y subirlas casi  caminando pero sin quitarme los patines.

HT: ¿Qué consejo daría a los jóvenes patinadores?

Joaquín: Que se cuiden, que no estén por ahí haciendo disparates. En la loma de Alamar a veces pasa un carro y yo le pregunto al chofer: “Mira a ver el marcadillas, a ver cómo voy”, y me dice: “Vas a 30 a 40 kilómetros”. Y eso que voy frenando, si me suelto, ¡agárrate! Yo les he preguntado a los muchachos “¿Y ustedes cómo bajan la loma?” Y me dicen: “Al garete…” Y es verdad, yo los vi, bajan a la deriva, pero también los vi caerse y revolcarse, porque figúrate, tienen que frenar. Por eso es que prohibieron patinar en la calle.

HT: ¿Es ilegal patinar en la calle?

Joaquín: Sí, es ilegal.

HT: ¿Cómo ve el mundo mientras rueda?

Joaquín: ¿El mundo? Figúrate, me siento el universal, me siento un rey… La gente se me acerca, las mujeres, los hombres, los niños. Me dicen cosas muy lindas. Hay gente que me pregunta: “¿Y usted cuando va a dejar de patinar?” Y yo les digo: “Cuando me ponga viejo”. Entonces me dicen: “¿Y usted no está viejo?” “Ni cuenta me he dado…” –se ríe– Esa es mi respuesta.

 

One thought on “Un rey en las calles de Cuba

  • Este senor es digno de elogios, con la edad que tiene y todavia hace esport y trabaja, fisicamente esta mejor que yo.

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