El sueño de una cubana
Rosa Martínez
HAVANA TIMES, 28 oct. — Hace unos 15 años más o menos, se mudó para el barrio una nueva familia. Todos decíamos que habían permutado desde Costa Rica, pero sabíamos muy bien que era una operación ilícita de compra-venta, parece que a nadie le molestó, pues no los delataron.
Con el nuevo familión, vino una veinteañera, unos años mayor que yo, bonita y muy alegre.
En aquella época sentía mucha admiración por Gisell. Ella tenía lo que cualquier mujer cubana desearía: era joven, graciosa, con cuerpo de criollita y pelo negro rizo.
Vestía siempre a la moda, y tenía muchos amigos que la buscaban a la casa en carro, moto, bicicletas. No había rincón en Guantanamo que no conociera, lo mismo iba a un club nocturno que a un restaurante o a una disco, que por cierto había una sola.
Con los años y la amistad que entablamos comprendí que mi juvenil vecina cambiaba de pareja con increíble facilidad, eso no me gustaba, pero igual seguimos siendo amigas. En honor a la verdad, no vi mal cuando se encontró con un canadiense en Santiago de Cuba y se casó un año más tarde.
Ella se hizo Técnico Medio en Contabilidad y su pobre salario no le alcanzaría nunca para hacer realidad sus sueños.
Con la ayuda de su Yuma se compró una de las mejores viviendas del barrio, logrando independizarse de su numerosa familia, en menos de un año la amuebló. Además se compró un carro americano, en muy buenas condiciones técnicas. Viajó a Canadá en varias ocasiones, aunque nunca quiso quedarse, le tenía terror al frío, también conoció a Europa.
No soy una persona envidiosa, pero deseé mucho tener una suerte parecida a la de Gisell. No soñaba con ningún carro, y viajar, era mucho para mí. Una casa linda y cómoda era todo lo que deseaba en mi vida.
Sigo sin carro, he viajado en sueños, pero mi avión acaba siempre aterrizando en Cuba; no puedo seguir la moda, pero ya tengo mi casa, quizás no tan linda ni tan confortante, pero es mi casa.
Cada uno con sus sueños. Diógenes de Sinope, el discípulo de Antístenes el fundador de la escuela cínica, vivía en un barril. Tenían los cínicos una teroría interesante sobre cómo alcanzar la felicidad. Decían que en el hombre ya estaban todos los elementos necesarios para alcanzarla. Una vida simple, acorde con la naturaleza, como los perros, era la mejor forma de alcanzar la autonomía y que ésta era el bien supremo. Mientras menos necesitasen de la civilización y bienes materiales más libres y felices serían.
Pero bueno esto fue hace unos 2350 años más o menos, quizá ya no sea posible vivir consecuentemente con esos dogmas. Aunque sí hay un grupo por el mundo interesante, se hacen llamar: Naturistas.
En Santiago de Cuba tenia una casa,un dia decidi «dejarla»! y lanzarme a «viajar»…hoy vivo en Berlin..pagando un alquiler…y pagando hasta el aire que respiro….trabajo,para solo pagar!…a veces ! me acuerdo de mi casa!..del barrio..y de mis vecinos!! gente chevere!! ya empezo el frio por aca…me da pereza salir a la calle!! solo lo hago por el trabajo..y algunas diligencias necesarias….lo de Gisell,no es «novedad»…conozcos a muchas Gisseles por aca!…..luismi..tiene razon en afirmar…de que «mientras menos necesitemos de la civilizacion y BIENES MATERIALES!! mas LIBRES Y FELICES!! SEREMOS!!…Hoy Quiero «regresar a mi casa»..en Santiago de Cuba….sin auto!! ni los 43 canales de TV que tengo ahora(que tengo que pagar)…..Siempre hay una casa…y es donde uno nacio!! saludos!