El que calla otorga
Rosa Martinez
HAVANA TIMES, 25 abril — Hace algún tiempo el Dr. Calviño, en su habitual programa televisa del viernes, abordó el tema de la poca representación de algunas personas en sus centros laborales.
El popular psicólogo llevó dos ejemplos que me motivaron: el de un jefe que creía que todo el mundo estaba de acuerdo con él, pues cada vez que se reunía con sus subordinados hablaban muy poco o no decían nada en contra; pero en una reunión con personal, ajeno al centro, este jefe se percató cuan equivocado estaba, sus trabajadores lo hicieron tierra.
El otro ejemplo fue el de un grupo de jóvenes que participaba masivamente en todas las reuniones, pero de forma pasiva. Se limitaban a escuchar orientaciones e informaciones sin comentar o participar del debate.
No hace falta ser psicólogos para saber porqué muchos trabajadores cubanos hoy en día actúan de esta forma.
Es suficiente escucharte a ti mismo o a tus propios compañeros hablar sobre algún tema que crees traerá serios problemas si dices lo que piensas con sinceridad.
Cuando escuché el informe que Raúl Castro presentó a los delgados del VI Congreso del Partido Comunista de Cuba recordé lo que me dijeron algunos de mis compañeros cuando les pregunté por qué no opinaban, entonces, con respecto a los lineamientos que determinarían el rumbo del país.
Marlene me dijo, “pero, ¿qué voy a decir de algo con lo que no estoy de acuerdo?”
“Puedes decir eso mismo Marlene, que no estás de acuerdo”, le dije.
“Pero ¿para qué voy a hacer eso si ellos van hacer lo que entiendan conveniente, aunque todos los trabajadores de Cuba estemos en contra de eso?” me contestó. “Cuando se extendió la edad de jubilación casi todos los cubanos estábamos en desacuerdo, pero la gente se quedó callada, de todas formas la iban a extender, protestáramos o no.”
“Y tú Luis ¿no vas a decir nada?” le pregunté a un profesor.
Si digo lo que pienso no voy a quedar muy bien parado que digamos. No es miedo, pero ¿de qué sirve decir lo que pienso si no resuelvo nada con eso?”
Los que hablaron lo hicieron para expresar su apoyo incondicional al proyecto económico y llamar al entendimiento del resto de los trabajadores.
Recuerdo que solo un custodio se atrevió a decir algo interesante. Repaso sus palabras como si acabara de pronunciarlas ahora mismo, él dijo: “Está muy bien todo lo que han dicho hasta ahora. Entiendo que el país necesita reducir plantillas, que no puede gastar más de lo que ingrese, pero ¿y yo? ¿Cómo quedo yo?
Nadie puede pedirme que entienda que después de 35 años trabajándole al Estado alguien me diga, sin más ni más, que me quedé fuera. Eso no lo voy a entender ni ahora, ni después, cualquiera sea la razón que me digan.”
Le dijeron a Joaquín que nadie quedaría desamparado que había que confiar en la Revolución, pero el no creyó en nadie y refutó: “nadie tiene derecho a quitarle el sostén a mi familia, no lo aceptaré”, dijo sin escuchar a nadie.