Otra cuentapropista más

Regina Cano

HAVANA TIMES — La gente la daba por loca y se burlaba constantemente de ella. Se ponía los labios muy rojos y la ropa corta (ropa de reciclaje) con tacones altos, desde las 9 am en el Centro Comercial.

Ahora es Cuentapropista, camina con la misma cadencia de antes, pero marca la diferencia de que en el mismo Centro Comercial tiene un lugar de venta.

Uno la ve ir ahora arrastrando una maleta, más una mesita al hombro. La figura se le ha anchado, está más gorda.

Antes, se sentaba en los bancos del pasillo, entre los viandantes de todos los días; con aquel que vendía zapatos usados; la que vendía jabitas de nylon (bolsas plásticas). Los del negocio de quesitos crema y mantequilla. Las que vendían el café de la bodega y las íntimas de la cuota (almohadillas sanitarias); palillos de tender ropa y entre gente que negociaban con todo lo que les caía en las manos y que mantenían el comercio ilegal en el pasillo del Centro Comercial.

Ella no. Ella, sin ocupación aparente, no se afectaba por las idas y venidas de la economía ajena, ni por el churre evidente en este lugar público, ni por los perros sarnosos siempre cerca de la panadería o detrás de quien estuviera comiendo. Ella mantenía la postura del que aguarda, sentada en la punta del banco, con las rodillas juntas, las manos sobre ellas y los tacones paralelos.

Miraba con cierta indiferencia mezclada con picardía y la barbilla alzada dentro de aquella cara redonda.

Ahora tiene otra postura y lugar dentro del mismo pasillo. Sentada en un banco bajo, con las ropas cortas aún, mostrando sus gordos y blancos muslos, con la maletica con ruedas al lado y la mercancía en la mesita: cola loca, aretes, collares y todo aquel producto que no se estanca y que no todos pueden comprar, pues se agotan rápidamente en la tiendas y que permiten ganarse unos pesos más por encima de su precio oficial –porque Alamar es ahora solo un barrio periférico más, que no tiene el mismo suministro de otros lugares de La Habana.

Ahora es Cuentapropista y no pululan borrachos a su alrededor, esperando sus favores. Ni se le ve en la Macdonera* entre risas y cervezas con un acompañante ocasional o conversando en algún murito apartado con un señor o como dicen muchos, esperando a la orilla de la carretera Vía Blanca.

Ahora, tal vez alguien como parafraseando lo que se decía en Cuba “la Revolución le cambió la vida” -aprovechándose del cuento- pudiera decir que “El cuentapropismo le cambió la vida” a esa mujer muy blanca de piel, que prefería el color rojo de sobremaquillaje diurno y que todos tildaban de loca.

Nota: *Macdonera o Hamburguesera: Solo queda el nombre de lo que la gente nombró por las Mac Donalds, que además nunca estuvieron.

Regina Cano

Regina Cano:Nací y he vivido durante toda mi vida en La Habana, Cuba, la isla de la que no he salido aún y a la cual amo. Vine a esta realidad un 9 de Septiembre. Mis padres escogieron mi nombre por superstición, pero mi madre me crió fuera de la religión que profesaba su familia. Estudié Contabilidad y Finanzas en La Universidad de La Habana, profesión que no desempeño por ahora y que decidí cambiar por hacer artesanías, algo de cerámica y estudiar un poco sobre pintura e Inglés. Ah! Sobre la foto; me identifico con los preceptos Rastafari, pero no soy una de ellos, solo tengo este gorro que uso de vez en cuando, pero les aseguro que no tenía una foto mejor.

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