La tormenta tropical Idalia   

Por Pedro Pablo Morejón

HAVANA TIMES – Se aproxima una tormenta tropical. Según los pronósticos debe transitar por El Estrecho de Yucatán, bien cerca del cabo de San Antonio, el punto más occidental de Cuba y Pinar del Río. El área de nubosidad es tan extensa que cubre todo el occidente del país, pero en mi provincia se prevén las precipitaciones más intensas.

La bodega del barrio es un colador, el techo se filtra por todas partes y el cielo se advierte cuando lo miras. Por eso los “mandados” del mes de septiembre llegaron con anticipación y los están vendiendo para evitar que se arruinen con las aguas.

Mandados, como se le llama a los productos de la exigua canasta básica que el todopoderoso y totalitario Estado dice subsidiar aunque en los últimos tiempos ni siquiera puede cubrir la mitad.

Esta vez vinieron siete libras de arroz, dos de azúcar y media de chícharos, estos últimos no aptos para consumo humano por la cantidad de gorgojos que lo acompañan.  

Es en la bodega donde mi vecina Nela se entera de la tormenta. No posee internet ni televisor ni familiares en el extranjero. Su vivienda continúa parcialmente destrozada tras el paso del huracán Ian hace casi un año.

La mitad del techo está paupérrimamente cubierto con unos plásticos que conseguió y la estructura del resto de la placa, tan deteriorada por el tiempo y las filtraciones puede derrumbarse con la intensidad de las lluvias y por eso se aterra, porque ella, después de 11 meses y al igual que tantos y tantos afectados cuyo número supera las decenas de miles, no ha recibido nada para recuperarse de lo daños.

Todo a pesar de la cacareada frase de que “nadie quedará desamparado”. A pesar de una ayuda de 42 millones de dólares de La ONU recibidas por el país para paliar el desastre dejado por aquel ciclón.

Ayuda que nadie sabe a dónde fue a parar ni para qué se utilizó el dinero ni con qué finalidad. Ayudas como tantas que se reciben sin conocerse al final su verdadero destino en una tierra maldecida cuyos ciudadanos viven de migajas y donaciones y donde sus gobernantes no tienen que darle cuentas a nadie de lo que hacen o dejan de hacer.

Estoy en casa meditando estas cosas mientras observo la llovizna que comienza a caer como preludio de lo que se avecina. Serán días de aguas, un temporal, como dicen los mayores.

Pienso también (y es inevitable) en los edificios semidestruidos de La Habana, donde viven miles de familias en difíciles condiciones, afrontando el riesgo de despertar en el más allá después de un posible derrumbe.

Tocan a mi puerta y es Nela buscando un poco de Keroseno para cocinar y contarme sus problemas, al parecer tampoco tiene ollas eléctricas ni fogón de gas. La vida puede ser muy difícil para algunos y peores para otros.

La lluvia arrecia, me acabo de enterar que se llama la tormenta tropical Idalia y pronto se convertirá en huracán. Tormentas eléctricas, lluvias torrenciales, inundaciones y derrumbes es todo lo que podemos esperar en los próximos días.

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Pedro Morejón

Soy un hombre que lucha por sus metas, que asume las consecuencias de sus actos, que no se detiene ante los obstáculos. Podría decir que la adversidad siempre ha sido una compañera inseparable, nunca he tenido nada fácil, pero en algún sentido ha beneficiado mi carácter. Valoro aquello que está en desuso, como la honestidad, la justicia, el honor. Durante mucho tiempo estuve atado a ideas y falsos paradigmas que me sofocaban, pero poco a poco logré liberarme y crecer por mí mismo. Hoy soy el que dicta mi moral, y defiendo mi libertad contra viento y marea. Y esa libertad también la construyo escribiendo, porque ser escritor me define.

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