Mi sencillo homenaje al “Duque” Hernández
Osmel Almaguer
HAVANA TIMES — Si me dicen que el “Duque” es un caballero dentro y fuera del terreno, yo digo que sí. Y tengo una anécdota que lo confirma.
Tenía catorce años y corría el 1993. Uno de los más crudos en pleno Período Especial. Iba al Estadio Latinoamericano a ver jugar a mis Industriales. Los ídolos de la época: Germán Mesa, Javier Méndez, Juan Padilla, Lázaro Vargas, Lázaro Valle y, por supuesto, Orlando “el Duque” Hernández.
Fue una etapa donde había dos cosas que ya no existen, al menos no tan marcadamente: grandes estrellas de las que abarrotaban estadios, y una escasez de transporte casi absoluta.
Desde nuestro Alamar, mis amiguitos y yo hacíamos la combinación de dos guaguas que nos llevaban al estadio. Primero el antiguo “camello” M1, (luego convertido en el ómnibus P11) y después la ruta 265.
En ambos casos, y casi siempre, nos veíamos obligados a viajar enganchados de las puertas. Era un cuadro muy usual en la época ver pasar las guaguas atestadas y con gente colgando hasta de los cintillos.
El espíritu de “coger rufa”, como le decíamos a esta forma de viajar, tenía mucho que ver también con la edad que teníamos. Nos arriesgábamos la vida a diario y ni siquiera lo sabíamos.
Frecuentemente, al salir del estadio, veíamos a nuestras estrellas beisboleras y a veces hasta les estrechábamos la mano. Era un bálsamo espiritual a cambio de tanto gasto de energía sin tener nada que comer en el estadio, y en ocasiones tampoco en la casa.
Un domingo en que regresábamos, cogiendo rufa de la 265, vimos al “Duque”. Había ganado el juego de esa tarde y esperaba la guagua tranquilamente en una parada. Su presencia causó en nosotros un buen alboroto.
Lo llamamos desde nuestras puertas apretadas de gente. Nos vio, estiramos las manos en forma de saludo, y él, en un gesto que nunca olvidaré, levantó las cejas y con una amplia sonrisa nos dijo: “Cuidado ahí”, señalando el peligro que estábamos corriendo.
linda anécdota.
Esperamos verlo por la patria pronto.