Conversación con un cangrejo

Osmel Almaguer

Sentado en el Malecón habanero. Photo: Ana Maria Gonzalez

La media hora libre que tuve ayer entre mi tiempo de máquina en el cibercafé y el encuentro pactado con un amigo, la aproveché sentándome en el muro del malecón.

Claro, seguro que suena a contradicción, pues normalmente uno aprovecha el tiempo de otras maneras, haciendo cosas para progresar en la vida, o al menos, haciendo cosas que nos diviertan.

Lo que pasa es que a veces se hace necesario despejar las neuronas, tomarse un aire, y si este viene del mar, pues mucho mejor.

El ruido de las olas y el intenso olor a sal me enajenaron por un instante, de un paisaje urbano en el que pululaban, a pesar del sol de las tres de la tarde, turistas, vendedores, policías, negociantes de todo tipo, mujeres de todo tipo y hombres tomados de la mano.

A la izquierda, del otro lado de mi campo visual, el panorama era distinto. Lo único que parecía tener vida eran algunos cangrejos que parecían sentirse cómodos en aquellas difíciles condiciones.

Un poco más acá estaba yo tendido en el muro del malecón mientras los autos atestados de extranjeros pasaban de tanto en tanto por mi lado. Ellos (los turistas) observaban el paisaje, y la gente.

Y de seguro también me miraban a mí, y tal vez les dí pena, por todo lo malo que se habla de los cubanos y que nosotros mismos hemos ayudado a difundir.

A veces solemos llorar demasiada miseria y no hacemos nada por mejorar, no como los cangrejos, que viven su vida y nadie se entera de lo que sienten.

En ese momento sentí pena por nosotros mismos, pero no por todo lo malo que se ha hablado, sino por lo bueno. Al fin y al cabo ni una cosa ni la otra reflejan la realidad de lo que somos.

También sentí un poco de condescendencia por nuestros huéspedes, que ante tanto rumor no saben bien como interpretar nuestra vida en la isla, y se quedan con cara de bobos, como yo, cuando miro a los cangrejos resistir al oleaje.

osmel

Osmel Almaguer: Hace poco solía identificarme como poeta, promotor cultural y estudiante universitario. Ahora que mis nociones sobre la poesía se han modificado un poco, que cambié de labor y que he culminado mis estudios ¿soy otra persona? Es usual acudir al status social en nuestras presentaciones, en lugar de buscar en nosotros mismos las características que nos hacen únicos y especiales. Que le temo a los arácnidos, que nunca he podido aprender a bailar, que me ponen nervioso las cosas más simples y me excitan los momentos cumbres, que soy perfeccionista, flemático pero impulsivo, infantil y anticuado, son pistas para llegar a quien verdaderamente soy.

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3 thoughts on “Conversación con un cangrejo

  • Me gustó tu post.

  • “…sentí un poco de condescendencia por nuestros huéspedes, que ante tanto rumor no saben bien como interpretar nuestra vida en la isla…”

    Mi pana, déjame preguntarte con total respeto ¿realmente te importa cómo interpreten la vida de los cubanos los foráneos? Te lo pregunto porque estoy casi seguro que a un alemán le interesa nada cómo interpreta un cubano su vida; o como a un danés le resulta intrascendente el parecer de un africano con respecto a su día a día en tierras nórdicas. Me parece que si bien las condiciones de vida son distintas, y en ello cabe lo cualitativo y lo cuantitativo, el concepto de dignidad no tiene porqué partir de la consideración de los demás, sino el decoro con el que uno se comporta y los valores que uno imprimie a propias acciones. Que una sociedad se vea atiborrada de instituciones que denigren, que excluyan y minimicen como medio de control, no indica que sea la forma que haya que adoptar. Salud!

  • 100% contigo!!..saludos!!

Comentarios cerrados.