La prueba del paternalismo

Maria Matienzo

Foto por Caridad

No voy a escribir sobre un hombre y una mujer que después de una noche de apasionamiento han pasado nueve meses y están a punto de tener un hijo no deseado, y que en medio de esa disyuntiva está la inseguridad del padre queriendo saber si es suyo o no.  No voy a escribir sobre otros padres que desean sobreproteger tanto a sus hijos que asumen, por ellos, sus experiencias y, por extensión, sus vidas.

Bueno, tal vez la historia se trate de sobreprotección, o de poca conciencia de la burbuja del otro, o sea, del respeto que debemos tenerle a las decisiones del otro.

Para eso debo comentar sobre el panorama cubano de la medicina, por su puesto.

Al inicio de fundados los médicos de la familia existían para que una tuviera una especie de médico de cabecera que te hiciera seguimiento a cualquier dolencia.

En la provincia eran miles, en los municipios cientos, en los barrios, según las dimensiones de este, también podían llegar a cientos; en una manzana podía llegar a haber cuatro o cinco y en una cuadra, uno o dos.  (La urbanidad cubana está distribuida por provincias, municipios, barrios, manzanas y cuadras.)

Se construyeron casas donde vivían y consultaban un doctor y una enfermera, y por donde rotaba un especialista por semana.

Al inicio funcionaba de maravillas.

Pero con la fiebre del internacionalismo y la solidaridad, nos fuimos quedando sin médicos.  Ya no eran tan frecuentes en los barrios, así que en las cuadras menos.  Todavía se pueden ver las “casita del médico,” como es frecuente que se le llame, cerrada o clausurada,

No obstante, las obligaciones de los galenos no disminuyeron.  Ellos siguieron siendo los máximos responsables de cuanta remisión se hacía a hospitales, de cuanta defunción se debía dictaminar en el barrio, o de cuánta mujer embarazada saliera en la cuadra, qué diremos entonces de los casos de VIH o de cáncer de mama.

Me explico.

Uno no va a una clínica y ya.  No.  Uno debe pasar primero por el “médico de la familia” para poder llegar a cualquier otro escalón de la medicina cubana.  Bueno, a no ser que tengas un amigo, un buen amigo, que te consiga algo extra.

Así pasa con la prueba citológica.

Prueba Citológica: consiste en que te extraigan muestras de cuello del útero para prevenir el cáncer de útero y eso implica que te alerten de alguna que otra infeccioncilla que se halla contraído por el agua o por simplemente, sentarte en el lugar equivocado.  Debe hacerse bianual, a partir de los 25 años.

Luego de esta aclaratoria clínica y social creo que puedo comenzar mi historia.

Resulta que la última vez que fui al médico para esos menesteres, viví una historia de misterio.  Debía acostarme en un saloncillo con tres puertas: una para la consulta del médico, una para un almacén de medicamentos y otra para la sala de espera de los pacientes.  Todo estaba bien si no tenemos en cuenta que ninguna de las tres puertas tenía cerrojo.

Así que en un puro nervio, me desvestí y esperé a que apareciera la enfermera (es la encargada por lo general de hacer esta prueba) que con un papelito trancó las puertas y gritó: ¡Que no pase nadie!  En lo que yo me acomodaba para el procedimiento.  Después la enfermera no encontraba la muestra y la sacó literalmente de la basura.

Pero la protagonista de mi cuento no soy yo.  Es una que responderá a la inicial de P.

P no quería hacersela porque ya había vivido su propia historia de terror.  El caso es que cuando se negó la amenazaron con llevarle la policía o multarla o llevarla presa por el equivalente de la multa: si debía trescientos pesos, pues serían trescientos días de prisión.

Cuando P me lo contó no hicimos otra cosa que reír a carcajadas.  Sobre todo de la presión que estaban ejerciendo otras personas sobre ella porque estaban convencidas que le iban a aplicar una ley inexistente.

Parece absurda la historia, ¿verdad?  Pero así mismo es de verdadera.  Por supuesto, que al final no pasó nada.  P firmó un acto como que bajo su responsabilidad no se hacía nada y todo quedó zanjado.  Pero lo asombroso es que la amenaza salió de boca de la misma enfermera, que sabiendo de algumos miedos cubanos, los utilizó.

Maria Matienzo

Maria Matienzo Puerto: Una vez soñé que era una mariposa venida de África y descubrí que estaba viva desde hacía treinta años. A partir de entonces construí mi vida mientras dormía: nací en una ciudad mágica como La Habana, me dediqué al periodismo, escribí y edité libros para niños, me reuní en torno al arte con gente maravillosa, me enamoré de una mujer. Claro, hay puntos que coinciden con la realidad de la vigilia y es que prefiero el silencio de una lectura y la algarabía de una buena película.