De condones y elecciones
Por Lorenzo Martín Martínez
HAVANA TIMES – El domingo 4 de diciembre no pude ir a visitar a mamá. Era día de elecciones de delegados del Poder Popular, producto de eso limitan el transporte a un mínimo y no tenia deseos de hacer la caminata hasta el distante municipio Playa. Además Nancy quería darse una escapada hasta mi casa ya que el marido salió a un viaje de trabajo a Matanzas, momento ideal para nuestros encuentros.
Nancy es un viejo amor de estudiantes. La pareja terminó por la misma época en que estudiábamos, pero continuamos teniendo encuentros sexuales esporádicamente, siendo amantes casi de toda la vida, sin importar cuál de los dos estuviera casado.
Ella es de muy buen cuerpo, achinada y con el pelo crespo a mitad de espaldas. Para ser sinceros, el tiempo no ha logrado hacer grandes estragos en su cuerpo, aunque ya no es la misma.
En cuanto al resto es una persona muy alegre y una de las mujeres mas sensuales que he conocido. Suele ser una gente estable y fiel en su relación, pero cuando esta ha comenzado a fallar ha buscado refugio en mí y en el sexo conmigo. Ha priorizado la estabilidad por encima de la fidelidad y para disfrutar un rato de su curvilíneo cuerpo y sus humedades he tenido que soportar estoico largas peroratas de lo malvado que es el esposo.
Después de la caminata de los domingos recorriendo agro mercados y carretilleros para comprar la comida de la semana llegué a casa más cansado que cargado. Me dispuse a hacer un café para recuperar fuerzas cuando Finita hizo intempestiva entrada.
“Vino el Jefe de Sector buscándote, niño”, dijo sin siquiera saludar.
“Y ese invento, Fina, yo no he hecho nada para que la policía ande buscándome, eso es que sentiste el olor del café y pum, caíste de casualidad. Ja ja, viejuca, pasa que para ti siempre hay”.
“Ningún invento, mi hijito, es que hoy hay elecciones y parece que quieren terminar temprano y andan buscando a la gente casa por casa”, me informó. “Él no me vio porque no me dio la gana de abrirle… no se cómo se atreve a tocarme la puerta, con la manera en que lo trato”.
“¿Pero eso no fue la semana pasada?”.
“Si, hijo, pero parece que no lograron que ninguno de los mamarrachos esos cogiera más de la mitad de los votos y tuvieron que convocar de nuevo. Cada vez son menos los que van a votar”, contestó ácida y vertical como siempre.
Yo no tenía ni idea de que hubiera elecciones ayer. Por lo general trato de no estar esos días en casa para no formar parte del circo, porque, aunque anulo las boletas, de todas formas, voy y hago el paripé de votar por aquello de no señalarme.
No había hecho más que sentarme en el sofá y apareció el mentado personaje en la puerta, extrañamente vestido de civil.
“Pasa, Rey, deja tomarme el café y enseguida vamos a votar, fue mi saludo. ¿Quieres un buche?”.
“Yo nunca le digo que no al café, tú lo sabes”, obtuve por respuesta.
“Guatacón y pendejo, la última carta de la baraja”, me espetó Fina a cajas destempladas.
“Ay Finita, genio y figura hasta la sepultura. ¿Dónde estabas que hace un rato te estuve tocando y no saliste? Vamos a votar, que yo te traigo para la casa de vuelta”, respondió Reinaldo como si no hubiera sido objeto de sus improperios otras veces.
“¡Te atreves de verdad!. Yo no voto por ningún descarado de esos y tú deberías saberlo porque llevas seis años en el barrio y te lo he dicho mil veces. Desde que comenzó la payasada en 1976 yo nunca he votado y a las únicas elecciones que pienso asistir es el día que elijamos si queremos que se vayan los comunistas como tú al carajo”.
“Fina respétame, que te puedo llevar presa con tu saco de años y todo”, se burló él como otras veces.
A decir verdad en Cuba tenemos muy mala opinión de la policía y en especial de los Jefes de Sector, pero con él ha sido diferente. Reinaldo es, como casi todos los policías de La Habana, un joven oriental que vino escapando de la miseria de los campos de Santiago de Cuba.
A diferencia de muchos otros, él ha sabido integrarse a la comunidad. Extrañamente se lleva bien con todos, incluyendo algunos “delincuentes”, con quienes conversa y aconseja como si de un hermano mayor se tratara, amén de que muchas veces recurre a esos delincuentes para comprar alguna que otra cosilla que necesita para su casa. También se casó acá en el barrio, con Susell que andaba bastante sueltecita y hoy es otra gente y el cambio fue para bien.
Ya iba Fina a contestar y seguir la pelea cuando los interrumpí y los conminé a salir para ir a votar.
“Bueno vieja, ya está bien de ofender al muchacho que él no te ha hecho nada. Y tú compadre, no le busques la lengua a la vieja esta que sabes cómo se pone. Vamos, anda, para salir de esto ya”, dije cortando por lo sano. “¿Fina te quedas a cuidar la casa o te vas?”.
“Vieja tu abuela, que en paz descanse. Deja que te estés cagando en la madre de Canel y su cohorte cuando nos metan el apagón, que a este mismo te voy a llamar”.
En el trajín del día había olvidado que en la tarde venía Nancy y que necesitaba conseguir preservativos, que en la farmacia no había.
“¿Rey, no tienes un par de condones ahí que me resuelvas?”, le pedí a Reinaldo esperanzado en no tener que darme un tour por media habana para conseguirlos.
“¡Eh, vas a tirar una canita!”.
“No, una noviecita antigua que viene hoy por la casa y es mejor estar preparado. Las enfermedades están a la orden del día, macho”, me justifiqué.
“No, no tengo. Además de que están perdidos y a 40 y 50 pesos, si mi mujer me coge con un preservativo en el bolsillo me veo mudándome de vuelta al albergue de la unidad. Además, tu sabes que estoy enamorado de mi negra y no la engaño ni con el pensamiento. Llégate por el parque del Curita que allá siempre hay”.
Voté, como siempre, anulando mi voto. Después me dirigí al parque del Curita, como Reinaldo me recomendó. El parque del Curita queda en Galiano y Reina y es casi una zona de tolerancia de la prostitución en la Habana. Ahí se prostituyen mujeres, fundamentalmente durante el día. En las noches es más común la prostitución masculina con homosexuales y travestis que asisten incluso con sus proxenetas. En la zona es común encontrar puestos de ventas, sin licencia para operar, que venden condones, café, cigarros y otras cosillas, a cualquier hora que se vaya.
Increíblemente todos los alrededores del parque estaban desiertos. Solo encontré una señora vendiendo café a la que le pregunté por los preservativos y por respuesta me dijo que estaban perdidos y que iba a tener que jugar a “capela” o reutilizar los usados.
Resignado regresé a casa llevando al menos una botella de vino para amenizar la tarde. No llevaba ni media hora en casa, el tiempo había pasado volando y ya eran las cuatro de la tarde, y llegó Nancy con cara de velorio, pero con su voluptuosidad intacta.
Después de los saludos y el café de rigor, serví un vaso de vino a cada uno, que ya había tenido tiempo de enfriarse algo gracias al congelador casi vacío. Junto con el vino comenzó la perorata.
“Creo que mi marido me está engañando otra vez. Ahora sí no se lo voy a perdonar. Ya estoy cansada de que se acueste con cuanta chiquilla se choca por ahí a costa del carrito del trabajo”, me soltó todo de una vez.
“Tu eres celosa, nena, a veces ves fantasmas donde no los hay, simulé ser conciliador”.
“¡Celosa tarros! Mira lo que encontré en la guantera del carro. Ahora me va a decir que los traía para inflar globitos”, dijo mientras me enseñaba indignada un paquete de preservativos de sabores.
Puse mi mejor cara de asombrado, mientras agradecía al cielo su feliz hallazgo, o feliz desde mi punto de vista. Definitivamente no tendría que lavar a mano teniendo la lavadora al lado y lista para la pelea, porque sin preservativos nos limitamos a sexo sin penetración por el tema enfermedades: yo al no ser casado no soy confiable y el marido, a pesar de ser casado es promiscuo, así que mejor jugar al seguro.
Lo que el estado no se gasta importando condones se lo gasta en medicamentos para tratar enfermedades de trasmisión sexual y en interrupciones de embarazos. Los gobernantes cubanos no entienden nada de nada, y dejemos de lado que un país de 11 millones de habitantes no pueda producir ni condones. ATENCION: en Supermarket23 los venden a dólar, los familiares y amigos empezaron cargando el celular, después la nevera, y ahora te forrarán el miembro.