Soy el hermano de Bienvenido

Jorge Milanes Despaigne

Bienvenido, el hijo mayor de mi vecina, hace pocos días le hizo una llamada, interesado por su salud. Ella le explicó de su mejoría, pero el médico le recetó unas medicinas que en Cuba están en falta y que si él podía, se las enviara.

Desde luego, él no le dio seguridad, porque es difícil encontrar a alguien que pueda hacer ese favor.

Temprano en la mañana una llamada telefónica la despertó. Era Bienvenido. Llamó para decirle que un amigo venía para Cuba y que le iba a hacer el favor de traerle las medicinas que ella necesitaba, pero con la condición de recoger el paquete a las 2:00 P.M., hora en que arribaría el avión al aeropuerto, que por favor, su hermano fuera con un cartel que dijera: “Soy el hermano de Bienvenido” y que lo esperara allí, porque el hombre no podía ir a la casa.

Desesperada, ella llamó al otro hijo, quien estaba en casa del padre, para que fuera a recoger el paquete, tal y como lo había indicado su hermano.

Él me pidió que lo acompañara y acepté. Hicimos el cartel, escrito con grandes letras negras y salimos a las 12:30 P.M. a buscar un taxi.

Alquilamos uno de esos carros americanos viejos, más conocido como Almendrón. “A toda velocidad” llegamos al aeropuerto.

El avión ya estaba en tierra. Entramos corriendo y nos ubicamos por la puerta de salida con el cartel en alto para que el señor alcanzara a ver dónde estábamos.

Salían muchas personas, pero ninguna se acercaba a nosotros. Mirábamos desesperados hacia todas las puertas. Y después de algún tiempo, que pareció horas, vimos a un señor que nos hizo señas.

“¡Mira.! ¡Es mi hermano! ¡Es Bienvenido!.” gritó el hijo de mi vecina, asombrado, casi sin palabras. “No, no lo puedo creer.” pensé. Y exclamé: “¡Qué broma nos hizo!”