Facundo y su fiesta de 50
Jorge Milanes Despaigne
HAVANA TIMES, 20 abr — Facundo es un hombre de 50 años, tiene el pelo canoso y barba. Es delgado y se pasa la mayor parte del tiempo en una silla de ruedas.
Problemas genéticos lo obligan al estatismo, en tanto sus manos apenas le sirven para sustraer alimentos rezagados entre los maxilares.
Lo conocí en una visita que hice a Aleida, una ex-compañera de trabajo. Se trata de su hermano, quien cumplía años ayer, motivo por el cual su familia festejaba en un ambiente de mucha armonía.
La fiesta fue en grande. Estuvo invitado un Trío Musical que animó la velada seguida de vecinos y amigos. Luego compartimos una deliciosa cena: el plato criollo que no puede faltar en ninguna fiesta respetable en Cuba.
Pero antes me acerqué a Aleida para ofrecerme a darle la comida a su hermano, quien no puede llevarse alimentos a la boca.
Facundo no puede hablar, sin embargo, entiende e intenta comunicar sobre lo que se le pregunta. Usaba una camiseta del equipo de béisbol de Industriales. Le pregunté si era industrialista y me respondió con una sonrisa amplia a la vez que asintió con la cabeza.
Me apuntó hacia el babero y yo, percatándome de sus intenciones, se lo puse a la altura del pecho. Fue así que le di poco a poco la cena. Me percaté de su limpieza al comer, porque se llevaba reiteradamente el babero a la boca cada vez que se embarraba.
Facundo tiene la dicha de contar con una familia que le quiere y atiende sus necesidades. Es uno entre millones que gozan del amor familiar entre esos seres impedidos físicos o mentales que precisan del respeto, la solidaridad y la compañía para convivir en este mundo.
Milanés:
En medio de la maraña de constantes choques ideológicos entre cubanos de diversa procedencia y mentalidad, observo cómo a muchos, dentro y fuera de la Isla, escapa el tema de la caridad, de la solidaridad con el desvalido, con el menos favorecido por la fortuna. Buena parte de la oposición al Gobierno ha criticado lo que considera contubernio de la Iglesia Católica con las autoridades, antes y después de la llegada del Papa, pero son contadas las veces que se resalta la labor de la misma en el cuidado de ancianos y pobres, algo que también ha asumido el Estado con diversos resultados en distintas épocas. Es una faceta que siempre queda sepultada por la avalancha de las diferencias políticas.
Hace poco, varios cubanos en distintos puntos del planeta instamos desde HT a ejercer ese sentido de la solidaridad con un caso específico en Cuba. Hasta ahora la iniciativa parece haber quedado un tanto atascada, por no decir desatendida, a pesar de los muchos compatriotas que visitan este sitio. Pienso que el ejercicio de la caridad o solidaridad (cada cual que le coloque el término más conveniente a su credo; lo importante son los resultados) debería quedar exenta de cualquier sesgo político o ideológico, en favor de un altruismo que nunca debería pasar de moda. Cuba está cambiando, y presiento que entre las transformaciones que llegarán aparejadas estará la necesidad de asistir al más débil desde nuestra individualidad.
Es preciso que, como el autor de este texto, todos carguemos con nuestro babero. Nos toca.
¡Buena entrada!