La vida en patines

Irina Echarry

Anciano. Foto: Caridad

Lo vi pasar como tantas veces, impregnando velocidad a sus patines, las canas alborotadas por el viento y la mirada curiosa en todo lo que le rodea.  Solo que en esta ocasión Joaquín tuvo que aminorar la marcha para esperar que la calle se despejara.  Así conocí su nombre y supe además que ya tiene 83 años aunque con sonrisa infantil me preguntó luego de dedicarme un poema: ¿no soy un niño?

Generalmente (sobre todo despuésés de los 50) mientras las personas  suman años, la alegría y la imaginación van quedando guardadas en una gaveta.  Los problemas cotidianos y las responsabilidades que se adquieren pueden alejarnos del placer de sentirnos vivos.  A diario vemos ancianos tristes, solos, llenos de necesidades o enfermos.

Ofelia fue una señora engreída, apenas saludaba a los vecinos y siempre miraba con recelo a los jóvenes.  Ahora tiene (también) más de 80, y pasa los días en el umbral de su apartamento esperando que alguien le haga el favor de comprarle un poco de refresco o una galletica en los kioscos, para ella tan alejados del tercer piso donde vive.  Cuenta que su familia no la atiende, no la acompaña y le quita el dinero.  Fantasías o no, Ofelia no supo ganarse el amor de los otros, no pensó que podía llegar a depender de otras manos, otras piernas, otras mentes.

Pedro pasaba todas las horas de su vida frente a la máquina de impresión, fue vanguardia muchas veces y recibió varias medallas.  Hoy, con 78 años, medio ciego y casi sin caminar, las fuerzas apenas le alcanzan para sentarse a tomar el sol en el banco frente a su casa.  La vieja máquina de la imprenta no sobrevivió a los cambios de tecnología,  y del antiguo centro de trabajo nadie viene a interesarse por Pedro.

María se jubiló cuando sintió que el asma y la jornada laboral le pesaban demasiado.  Era económica de una cadena de tiendas, y con las ventajas que eso le proporcionaba arregló su apartamento.  Al principio dedicó tiempo a sus nietos, pero luego se volcó hacia otras labores que la hacen sentir más importante.  Es presidenta de su CDR, secretaria de su núcleo zonal, no hay nada que se mueva en la cuadra que ella no domine y juzgue.  Los vecinos la tienen aburrida,  la critican y por supuesto, también la juzgan.

Esos son algunos de los ancianos que tengo cerca: unos casi no hablan, otros hacen colas durante el dia para sobrevivir; los hay sonrientes, claro, pero son los menos.

Desde ahora mismo voy a comprarme unos patines para ir por las calles maravillándome con el paisaje, para no depender del transporte urbano, para no olvidar donde dejo la llave de la gaveta que contiene la alegría y la imaginación.  En fin, para no dejar de ser una niña y seguir la ruta de Joaquin, que pasó tan rápido que no pude ni tomarle una foto.

Irina Echarry

Irina Echarry: Me gusta leer, ir al cine y estar con mis amigos. Muchas de las personas que amo han muerto o ya no están en Cuba. Desde aquí me esforzaré en transmitir mis pensamientos, ideas o preocupaciones para que me conozcan. Pudiera decir la edad, a veces sí es necesario para comprender ciertas cosas. Tengo más de treinta y cinco, creo que con eso basta. Aún no tengo hijos ni sobrinos, aunque hay días en que me transformo en una niña sin edad para ver la vida desde otro ángulo. Me ayuda a romper la monotonía y a sobrevivir en este mundo extraño.

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