La presa del preso
Erasmo Calzadilla
Desde que tengo conciencia la presa Ejército Rebelde forma parte de mi vida, lástima que tenga un nombre tan feo. El embalse más grande de la ciudad fue construido cerca de mi aldea (de nombre más feo aún) unos años antes que yo naciera.
De niño mi abuelo y mi padre me traían a pescar y a caminar por sus orillas. Era una experiencia excitante, y también peligrosa por los muchos huecos que había, antiguos pozos de las casas del barrio de la Chorrera. Al barrio de la Chorrera lo hundieron para construir el embalse, y a sus habitantes los mudaron no sé a dónde. Todavía de niño abundaban las ruinas del pueblo anegado.
Era tan peligrosa la presa que a cada rato se tragaba a uno. Ya eso no pasa tanto … de vez en cuando aparecen muertos sobre sus aguas pero ahora llegan fríos a ella.
Siendo todavía un crío la presa se innundó al romperse ciertos diques durante el ciclón Frederic. La gente estaba nerviosa porque el agua se acercaba más y más a los edificios, pero no, se contuvo a tiempo.
De otros embalses aguas arriba navegaron hacia la nuestra unos extraños peces africanos, pero nunca más he vuelto a ver bicho semejante. Hoy la invade un ejército rebelde de clarias, otro agresivo pez introducido irresponsablemente no sé por quién, y mira que quisiera averiguarlo.
Ya más grandecito, ávidos de aventura y ataviados con cuchillos y anteojos, un par de amigos partimos a nado hasta la otra orilla. Aterrados por la oscuridad de las aguas fuimos a parar, ya de noche y bajo un torrencial aguacero, a un matorral de zarza espinosa que ocultaba una misteriosa unidad militar.
Los uniformados nos interrogaron durante un rato y luego nos devolvieron a casa. Ivan (así se llamaba mi yunta) y yo seguimos siendo díscolos pero de manera diferente. El manejaba una moto y haciendo piruetas se le escapó la vida.
Durante el Periodo Especial, o un poco antes, alguna empresa estatal sembró cientos de pequeños arbolitos de una misma y única especie de algarrobo, también foránea, para preservar la faja del embalse. Al crecer formaron un simpático monte devenido en refugio personal para tiempos de fundideras y cabilaciones.
Un día de esos en que caminaba distraido me dio por mover una piedra y debajo hallé un auténtico tesoro, consistente en varios jabones de lavar y de baño. Estábamos en medio del periodo especial y era tanta la miseria que por un rato fui el héroe de mi familia. El pobre que escondió allí su tesoro debió pasar un mal rato, pero entonces no pensé en eso.
Ya de muchachote la presa y su bosquecillo fueron el salón de reuniones de mi pandilla. A cada rato nos íbamos de camping, o a noviar, y si lográbamos atraer a alguien interesante al barrio era de rigor llevarl@ a conversar a la sombra de un algarrobo, o encaramados en él.
Tiempos hubo en que los viajes oníricos atrajeron buena parte de nuestra atención. Entorno a la presa encontrábamos lo necesario para las travesías, y nunca tuvimos que recurrir a un yonqui.
Cosechábamos y allí mismo consumíamos pues la belleza y tranquilidad del sitio se prestaban para eso. Ya son unos cuantos los iniciados a la orilla del embalse.
Hoy no solo me aprovecho de la presa sino que la cuido y ayudo. Mucha mierda le entra a la pobre, y metales pesados. El montecillo que la rodea está siendo talado y nadie siembra nuevos. Los pescadores cazan cada noche sus peces pesados (más por los metales que por la carne), pero tampoco se preocupan por el estado de salud del embalse.
Para colmo el nivel del agua está bajando dramáticamente debido a la sequía, y la inmensa muralla que debió aguantar sus aguas hoy parece un mausoleo abandonado.
Pese a los desastres muchas especies de plantas y animales hacen su vida en el lugar y gracias a él. Destacan los patos y una banda de pelícanos diezmada por los hombres y la contaminación.
Varios amigos y amigas estamos ahora sembrando nuevos árboles en la rivera. Poco podemos hacer sin el apoyo de las instituciones (y no por falta de gestión), pero los nenes del barrio nos acompañan entusiastas. Ya vamos haciendo algo.
Como parece que estoy tan preso en mi poblado como la nena de esta entrada en su cuenca, ya me imagino en mi vejez visitándola si es que duramos tanto. Y cuando muera ojalá consiga que alguien me entierre sin seña en el bosque que la rodea. Los árboles me aprovecharían pero no solo por eso, cualquier cosa es mejor que ser enterrado en el cementerio de Colón, como un muerto masa.
Dime Erasmo: ¿Para morirte tienes que estar vivo?
luismi ya se a donde va a parar esta pregunta, y no me parece interesante
Antes bien dime: ¿No te parece interesante la filosofía?