Solidaridad en un lugar no esperado

Dmitri Prieto

Iba en un taxi particular de los que operan la línea Habana-Guanabo.  Cuestan $25 MN esos taxis, un poco caros para un bolsillo común y más de alguien que –como yo- tiene que mandarse en un viaje interprovincial cada vez que debo ir a La Habana.

Justo días antes había llovido, y vimos en aquel entonces tras el cristal empañado las huellas de un fatal accidente.

Pero ahora era una tarde de sol, y el chofer iba haciendo historias.

Parece que una de sus pasajeras lo conocía bien, y le preguntó por el carro accidentado.  Se trataba también de uno de esos taxis llamados “almendrones.” Y resultó que el chofer accidentado murió en el momento.  Y era amigo del que manejaba el auto en el que íbamos.

Fue triste sentir cómo ese hombre relativamente joven y a veces muy jocoso por poco rompe a llorar.  Pero mantuvo la compostura, mientras hacía al detalle la historia; porque fue él la última persona que vio al difunto con (algo de) vida.  Digo “algo de” porque la muerte ocurrió de manera casi instantánea, ya que el impacto le destruyó el cerebro a su colega.

Conmovido, contó la historia.  Y acotó: estamos recogiendo en la piquera a 1000 pesos por chofer para arreglarle el carro y que la familia lo tenga.  Y también para poner una lápida en el lugar del choque.

¿Cómo? – preguntó la mujer.  Y es que sucede que los choferes de almendrones tienen fama de poco solidarios y de hiper-competitivos entre ellos mismos.

¿Pero qué Ud.  piensa, señora? – contestó el chofer- ¿Qué en la piquera nuestra es como en las demás? Nosotros nos ayudamos, somos solidarios.  Cuando el verano pasado unos borrachos le entraron a palos al carro de fulano, todos fuimos para allá con palos y piedras, y los borrachos tuvieron que salir echando.  Y el carro lo pusimos como nuevo después, entre todos.

Parece que Adam Smith, quien pensaba que la economía de mercado funciona sólo gracias a los instintos egoístas y nunca por afecto gratuito, se equivocó en ese punto – pensé yo.

Hoy miro con otros ojos a los choferes de Guanabo.  Aunque deba soltar $25 MN por viaje.

 

Dimitri Prieto-Samsonov

Dmitri Prieto-Samsonov: Me defino por mi origen indistintamente como cubano-ruso o ruso-cubano. Nací en Moscú, en 1972, de madre rusa y padre cubano; viví en la URSS hasta los 13 años, aunque ya conocía Cuba, pues veníamos casi todos los años de vacaciones. Habito en un quinto piso de un edificio multifamiliar, en Santa Cruz del Norte, cerca del mar. Estudié Bioquímica, Derecho (ambas en La Habana) y Antropología (en Londres). He escrito sobre biología molecular, filosofía y anarquismo, aunque me gusta más leer que escribir. Imparto clases en la Universidad Agraria de La Habana. Creo en Dios y en la posibilidad de una sociedad donde seamos libres. Junto con otra gente, en eso estamos: deshaciendo muros y rutinas.

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One thought on “Solidaridad en un lugar no esperado

  • La humanidad del hombre esta tambien presente en los cubanos, esto no es una selva. Las necesidades nos han hecho un poco egoistas, pero nuestra naturaleza humana no nos ha dejado olvidar que somos y de donde venimos. Parece que tenemos aveces la habilidad de ponernos en el lugar de los demas.

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