La película de cuba

Dariela Aquique

HAVANA TIMES — El Instituto Cubano del Arte e Industria Cinematográfica ICAIC, en coproducción con SK Films, Jaguar Films S.A. e Ibermedia, han dado a luz una nueva cinta. La película de Ana, inspirada en hechos reales se desarrolla en La Habana del 20…

Con un guión del ya conocido binomio Eduardo del Llano y Daniel Díaz Torres y con dirección de este último, el reciente estreno cuenta con relevantes actuaciones de Laura de la Uz, Yuliet Cruz y los extranjeros Michael Ostrowski y Tobias Langhoff, entre otros.

La película de Ana cuenta una historia más de nuestra cruda realidad. Pertenece a esa larga lista de filmes cubanos de la última década, crónica de una sociedad en crisis.

Ana, una actriz de televisión; se ve obligada a hacerse pasar por una prostituta de nombre Ginette y acceder a ser filmada por extranjeros dando su testimonio de vida para cobrar 500 dólares y comprar un refrigerador para su casa. Luego la propuesta sería más tentadora, cuando el monto asciende a $3000, pero esta vez será un largometraje y debe ser filmada su cotidianidad, casa, familia, amigos y su “lucha” diaria.

Esta sería grosso modo la sinopsis del filme. Pero el final no es feliz, Ana termina siendo descubierta y no habrá película. Su marido temeroso de verse implicado en una acusación de fraude terminó entregando las copias.

Ana sale a la calle y unos turistas le gritan piropos y propuestas. Ella con sus manos hace un encuadre, como si los filmara, esa es su película.

Más allá de las peculiaridades esta cinta (y sin menospreciarla), me hace experimentar la sensación de estar viendo siempre ídem. Planos de una Habana con un urbanismo decadente, cayéndose a pedazos. Conflictos familiares, miseria, prostitución, cubanos versus extranjeros.

Desde los 90 estamos mirando películas que muestran las abismales diferencias sociales, el deseo de abandonar el país, las varias formas de corrupción, el hambre…

Todas aunque diferentes y centradas en argumentos diversos, dan la impresión a los espectadores de que estamos ante más de lo mismo.

El arte es reflejo de su época. Distintos elencos, tramas desiguales, otros directores, no obstante Habana Blues, Frutas en el café, Los Dioses rotos, y otras menos felices y no difundidas como Melaza, Una Noche o Botero, todas pueden ser la película de Ana, y toda su vez son La película de Cuba.

Dariela Aquique

Dariela Aquique: Recuerdo mis años de estudiante como Bachiller, aquella profe que interrumpía la lectura de obras y con histrionismo sorprendente hablaba de las posibilidades reales de conocer más la verdad de un país por sus escritores, que por crónicas históricas. De ahí mi pasión por las letras, tuve excelentes profesores (claro, no eran los tiempos de maestros emergentes) y la improvisación y el no dominio de la materia quedaban descartadas. Con humildes pretensiones y la palabra de coartada quiero contribuir a mostrar la verdad de mi país, donde la realidad siempre supera a la ficción, pero donde un estilo novelesco envuelve su existencia.

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2 thoughts on “La película de cuba

  • Considero que resulta inevitable cierto regodeo de esta etapa de decrepitud en el cine (y en general el audiovisual) cubano de hoy. Y lo es por dos razones: porque esa “cochambre” escenificada vende, sin dudas, pero sobre todo porque (¡al fin!) nuestro séptimo arte se comienza a parecer a la vida, a la par que la censura van perdiendo espacios.

    Recuerdo que en los años 70 y 80 (a todo con el “quinquenio gris” y su prolongada estela de repercusiones) una de la carencias fundamentales que se le achacaban al cine cubano era su divorcio casi total con lo que ocurría en el día a día del cubano de a pie. Pero ¿había acaso alternativa? Si alguien sacaba un poco los pies fuera del límite señalado, su obra corría el riesgo de quedar engavetada hasta nuevo aviso, como ocurrió con “Techo de Vidrio”, de Sergio Giral, que apenas apuntaba a señalar ciertos males de la sociedad. A cambio, se producían y exhibían bodrios al estilo de “Como la vida misma,” de Víctor Casaus, que de vida cubana no tenía más que el título.

  • rara pero muy buena

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