Como en el Cinema Paradiso de Santiago de Cuba

Dariela Aquique

Antiguo cine ABCDF. Calle Santo Tomas, Santiago de Cuba.

Esperaba impaciente los domingos, para ir con mi hermano y mis vecinitos a ver las tandas matinée de películas de aventuras que ponían en el Capitolio, el cine de la barriada donde viví mi niñez.

Las proezas de los superhombres de capa y espada, nos hacían aplaudir, llorar, que las niñas soñáramos con el galán y los varones imitaran sus gestos.

Después de ocultado el sol, cambiaban las fotos y el cartel promocionaba detrás de las vidrieras los títulos que se estaban proyectando.  A esa hora entraban de la mano los jóvenes novios a besarse en los intervalos de black out de un drama sentimental.

El cine proponía una amena y variada programación para todas las edades y todos los gustos.  Desde clásicos del oeste, terror, musicales, suspensos, hasta la más cursi producción mexicana, encontraban su fiel público que abarrotaba las enormes puertas de cristal de cualquiera de los cines de barrios en mi ciudad, hace cuestión de veinte años atrás.

En nuestros días, ya el cine no es opción para cita de amantes, ni salidas de niños domingos por la tardes.  La mayoría de los cines de los barrios dejaron de existir.

Muchas de las edificaciones donde en otro tiempo estaban estas salas, hoy son ruinas abandonadas, de aspecto cutre y lúgubre que realmente enturbian el ornamento público.  Sitios que no se han rescatado durante dos décadas y que guardan en sus restos la memoria de la vida apacible de un pueblo cuando todo prometía ser distinto.

Razones urbanísticas, culturales o de tradición no han sido suficientes para poner empeño en la restauración de estos lugares.

Los que ya peinan canas al pasar por la puerta de un cine abandonado, podrán rememorar: …las buenas travesuras de la infancia…., aquella escena tan conmovedora o quizás el ingenuo juramento de amor que lleva el primer beso…

Los más nuevos, en cambio no tendrán esa oportunidad, habrán que conformarse con emplanadas para la juventud, consumiendo el más burdo reguetón, mirando propagandas de sentido político y viendo las películas en sus ordenadores o en los DVDs, (los que los tienen) sin enterarse que existe la pantalla grande.  Sin que en sus barrios haya cines y pasen indolentes por esos sitios tan horrendos y extraños.

Una conocida trama será insignificante, no podrán entender a aquel actor (en el filme italiano) que vuelve a su pueblito al entierro del viejo que trabajaba con el proyector y asiste taciturno a aquel lugar sagrado, su Cinema Paradiso, para el personaje fue como para mi el ya viejo cine Capitolio, un buen y lejano recuerdo de la infancia.

Dariela Aquique

Dariela Aquique: Recuerdo mis años de estudiante como Bachiller, aquella profe que interrumpía la lectura de obras y con histrionismo sorprendente hablaba de las posibilidades reales de conocer más la verdad de un país por sus escritores, que por crónicas históricas. De ahí mi pasión por las letras, tuve excelentes profesores (claro, no eran los tiempos de maestros emergentes) y la improvisación y el no dominio de la materia quedaban descartadas. Con humildes pretensiones y la palabra de coartada quiero contribuir a mostrar la verdad de mi país, donde la realidad siempre supera a la ficción, pero donde un estilo novelesco envuelve su existencia.

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