Pablo Suárez y la Flauta
Helson Hernández
HAVANA TIMES — Pablo Suárez pertenece a la joven generación de flautistas cubanos, y apuesta por la investigación, más allá del simple acto de la interpretación del instrumento. Insiste en “La necesidad de una discografía nacional del instrumento.”
HT: ¿Llegó usted al instrumento, o la flauta le encontró primero?
Pablo Suárez: Es válido decir que ambos casos. Cuando me encontraba cursando el 2do grado en la escuela primaria, mi abuela materna Estela Pagola, quien había sido miembro de la Comisión Nacional de Solfeo, notó que tenía aptitudes musicales y me llevó al Conservatorio Alejandro García Caturla, para realizar las pruebas de musicalidad. Según me cuentan, dicen que las aprobé sin problemas, la cuestión crítica sucedió después a la hora de escoger un instrumento, dado que a esa temprana edad sólo se comienza a estudiar cuerdas frotadas, piano y canto coral. Cuando mis padres me dijeron que cogiera violín, dicen que yo me negué y dije que quería flauta. Después de este incidente me llevaron a casa de un profesor, para que me enseñara qué era una flauta. Fue allí donde reafirmé que ese sería mi instrumento, y hasta hoy no nos hemos separado.
HT: ¿Por qué elegir la música?
PS: He tenido la suerte de crecer en una familia de intelectuales, mi abuela materna es profesora de música, mi abuelo materno contador público, mi abuela paterna es periodista y mi abuelo paterno era cirujano pediatra, pero con un amor y atino a pintar lienzos de pequeño formato. Imagina que en la generación siguiente, la de mis padres y tíos, hay psicoterapeutas, ingenieros, médicos, una tía bailarina, un tío pintor y otro tío documentalista. Qué nos queda para los nietos?
Mi hermana incursionó brevemente en el piano, pero rápidamente se perfiló por el ballet, hasta que se graduó de la Escuela Nacional de Ballet. Ella y yo sólo nos llevamos 15 meses, por lo que mis padres me llevaron a cada función en la que bailaba. Desde ese momento me percaté de varias cosas: ni el baile ni la pintura serían para mí; que apreciar una manifestación artística es una cosa y ejercerla otra muy seria; y que todo se consigue con mucho esfuerzo y práctica, ya que el verdadero premio del artista consiste en que el público salga enriquecido de un concierto o puesta en escena.
HT: ¿Particularmente la Flauta, más popular que clásica por su antecedentes en la cultura musical cubana?
PS: No lo creo, aunque disfruto mucho incursionar en la música cubana contemporánea de concierto, la cual asume en su discurso mucho del lenguaje propio de la música popular. Desde chico me he perfilado por la música de concierto europea, propiciado por los planes de estudios vigentes en los conservatorios cubanos. Si fuéramos a hablar de algún tipo de especialización dentro de mi trayectoria como intérprete, pudiéramos ahondar un poco en la interpretación del patrimonio musical histórico y contemporáneo de Cuba, el Caribe y América Latina, temáticas que han estado tomando importancia dentro de los músicos nacionales.
HT: ¿Entre el intérprete y el pedagogo?
PS: Facetas entrelazas, a las cuales sumé recientemente una tercera: investigador. Considero que es indispensable una investigación sólida como base para la labor pedagógica, tomando las clases como laboratorio donde corroborar o refutar algunas de la hipótesis que construyo a nivel teórico. No obstante, me quedaría corto si yo mismo no pongo en práctica lo aprendido, y aprehendido a nivel conceptual, por lo que cuando me enfrento a una obra, intento decodificarla utilizando las herramientas acumuladas en el arsenal teórico-práctico, para interpretarla a nivel sonoro-perceptual, y traducírsela a la audiencia. Cada vez más me percato de los vínculos objetivos que condicionan que yo entienda, como un proceso lógico, a la estrecha relación que establezco entre Investigación-Docencia-Interpretación.
HT: ¿Ha sumado otros intereses profesionales en su formación?
PS: Déjame comentarles que investigar el patrimonio musical se ha convertido en esencial para mí, constituyendo en sí mismo un proceso concatenado a otros, como son la interpretación y la docencia. Pero este proceso tiene características propias que me han llevado a abordar otras aristas profesionales que tenía dormidas. No vale sólo con investigar, sino hay que comunicar los resultados, por lo que recientemente también me he dedicado a escribir artículos para revistas especializadas y ponencias para eventos teóricos, ambos espacios importantes para el intercambio y socialización de información, susceptible de ser utilizada para la actualización de mis clases, y la interpretación.
HT: ¿Qué nos dice sobre su instrumento y la música de concierto, en correspondencia con los tiempos que corren?
PS: ¿Retos?, muchos, siempre y constantes. La necesidad de una discografía nacional del instrumento, la inclusión de los flautistas en los circuitos de conciertos y concursos nacionales e internacionales, así como la creación de una asociación que nos represente y nos agrupe, como ya existen en Venezuela, España y otros países, en aras de crear espacios de socialización propios.
HT: ¿Algunas referencias históricas interesantes sobre el instrumento en Cuba?
PS: La flauta moderna es introducida en Cuba por los españoles, en las bandas militares, fundamentalmente el ejemplar más agudo de la familia: el pífano o flautín. A pesar de esto, ya en la isla existía una tradición de instrumentos de viento o “de aliento”. Dentro de la música de concierto aparecería en Cuba a mediados del siglo XVIII, al crearse los teatros de óperas. Es durante el siglo XIX que aparecen las primeras referencias documentales de la utilización de las flautas en la llamada música de concierto. La primera referencia es de la Capilla de Música de la Catedral de Santiago de Cuba, cuyo documento más importante serán las partituras utilizadas para la Prueba de Transporte para la Oposición al puesto de flautista, cuyo autor se desconoce, y que data de 1855. La flauta dentro de la música de concierto sería reivindicada con la fundación de la Orquesta Filarmónica Nacional, dirigida por Amadeo Roldán. Al Triunfo de la Revolución en 1959 y hasta 1963, el máximo instrumentista en este perfil fue Roberto Ondina. Después pasamos por los técnicos soviéticos, fundamentalmente búlgaros, y el perfeccionamiento de muchos de los actuales maestros cubanos de la flauta en Francia.
HT: ¿Una Escuela Cubana del instrumento?
PS: Si fuéramos a hablar de la existencia de una Escuela Cubana de Flauta, no podríamos dejar de mencionar la imbricación entre los rasgos italianos que trasmitieron por vía oral de generación en generación, desde el siglo XIX hasta el XX, las imposiciones técnicas de la escuela soviética, la influencia sonora francesa entronizada por los maestros Guillermo Antonio Pedroso y Niurka González, y la reciente inclusión de métodos ingleses traídos por el maestro Raúl Valdés.
En la actualidad, jóvenes intérpretes y pedagogos como Iya Mézenova y Ricardo Martínez, se encuentran explorando nuevos confines de la música de concierto para flauta, así como renovando y dándole nuevos aires a su repertorio. En muchos de sus trabajos además de utilizar los soportes tradicionales, como el propio instrumento y las partituras, también se vienen implementando las nuevas tecnologías para la producción sonora.
Un reciente logro de la escuela cubana de flauta fue el dossier que dedicó la revista Clave, en su número 3 del año 2013, a nuestro instrumento y sus cultores. Muchos de los artículos incluidos en ese dossier fueron resultados de la investigaciones realizadas por diplomantes del programa pre-doctoral en Patrimonio Musical Hispano, que coordina la Dra. Miriam Escudero, en el Colegio Universitario San Gerónimo de La Habana.
HT: ¿Alguna obra o compositor especial?
PS: Considero que lo que la música que no te gusta es la que no entiendes. Aun así, no quisiera dejar de mencionar las obras para flauta de Jorge López Marín, Alfredo Portela, Roberto Valera, Andrés Alén, Javier Iha y José Gabilondo, compositores, estos dos últimos aún en formación, cuyas obras sintetizan lo mejor de la música cubana contemporánea.
Un joven de indudable talento. La buena música cubana y el patrimonio de nuestra isla está en buenas manos.