La fama después del olvido: Bebo Valdés cumpliría 100 años

Por Guillermo Nova (dpa)

Diego el Cigala y Bebo Valdés. Foto: martinoticias.com

HAVANA TIMES – Triunfó en la Cuba de la década de 1940 y 1950, pero tras la victoria de Fidel Castro se exilió y vivió décadas de olvido hasta que el latin jazz y la fusión con el flamenco lo rescataron y le dieron el merecido reconocimiento del público internacional: Bebo Valdés cumpliría este martes 100 años.

Bebo nació con el nombre de Ramón Emilio Valdés Amaro el 9 de octubre de 1918 en Quivicán, un pequeño pueblo de campesinos a 40 kilómetros al sur de La Habana, donde ya en su adolescencia fundó junto con un amigo su primera banda, la Orquesta Valdés-Hernández, que significó el inicio de su carrera como pianista y compositor.

A los 18 años se fue a La Habana, donde estudió en el conservatorio mientras se ganaba un dinero como pinche de cocina pelando patatas en un restaurante chino.

Su carrera profesional se inició con la orquesta de Julio Cueva, para la que compuso el mambo “La rareza del siglo”, y era frecuente verlo en las jam session, que organizaba el percusionista Guillermo Barreto con músicos cubanos y estadounidenses.

En 1948 llegó a la orquesta del cabaret Tropicana que dirigía Armando Romeu, donde estuvo diez años y llegó a ser su director musical.

La fama de Valdés no paraba de crecer y el músico creó su propia “big band”, “Sabor de Cuba”, en la que triunfaron figuras como la vedette Rita Montaner o cantantes como Beny Moré.

En 1952, con una banda de 20 músicos dio a conocer en los estudios de una radio habanera su nuevo ritmo: la batanga, basada en los tambores africanos de batá, que llegó a competir con el mambo de Dámaso Pérez Prado.

Valdés grababa con Nat King Cole y con el productor estadounidense Norman Granz, creador del mítico sello Verve. Para Bebo eran momentos felices donde saboreaba el éxito.

Pero tras el triunfo revolucionario de los “barbudos” de Fidel Castro empezó a chocar por su estilo musical alejado de los cánones de la disciplina guerrillera y decidió marcharse primero a México y después exiliarse en Estocolmo, donde cayó en el anonimato del piano bar de un hotel.

Siguió componiendo canciones y tocando el piano, pero sucumbió a más de 30 años de anonimato, hasta que en 1994 el saxofonista cubano Paquito D’Rivera le produjo el disco “Bebo Rides Again”. En ese momento, el músico tenía 76 años.

Su vuelta al escaparate internacional tendría una continuidad en el año 2000, cuando el director español Fernando Trueba reunió a los grandes del latin jazz en la película “Calle 54”, que tuvo también un disco, donde Bebo se reencontró en un escenario con su hijo Chucho, también pianista de jazz fusión.

Trueba le dedicó en 2010 la película de animación “Chico y Rita”, que dirigió el español junto con el diseñador Javier Mariscal y cuya banda sonora es del propio Bebo Valdés.

El público volvía a ver a Bebo Valdés y el gran reconocimiento a su talento le llegó en 2003 con el disco “Lágrimas Negras”, que grabó con el cantaor flamenco Diego el Cigala. Llegaron a vender más de un millón de copias en todo el mundo.

En su extensa trayectoría, Bebo Valdés dejó 171 obras y recibió grandes galardones como cinco Premios de la Música, seis Goya o nueve Grammy.

Su último disco fue en 2009 “Bebo y Chucho Valdés, Juntos para siempre”, que les valió el Grammy Latino al mejor álbum de jazz y en el que padre e hijo hacen un repaso a los ritmos de la musica de Cuba.

En sus últimos años padeció alzhéimer, hasta que en 2013 falleció en Estocolmo a los 94 años, dejando atrás una vida musical de altibajos que pasó la mayor parte lejos de Cuba, el país al que le debió su ritmo pero que en décadas de lejanía nunca añoró.