Conozcamos a Alberto, una de las estatuas vivientes de la Habana Vieja

Por Ivett de las Mercedes

HAVANA TIMES — Es común encontrar en las calles de la Habana Vieja a muchas estatuas vivientes, a sanqueros acompañados por congas y payasos, también el tumulto de personas que disfruta. Alberto Sánchez, de 39 años, nos cuenta su labor.

HT: ¿Desde cuándo decides trabajar para el público en la calle?

Alberto Sánchez: Hace cuatro años trabajo como estatua viviente, que es una gama dentro del arte callejero. Como artista de calle llevo 17, soy empírico, estudié danza, pero un día paseando por la Habana Vieja me gustó  el arte de los sanqueros y he hecho una carrera como artista de calle.

HT: ¿Cómo consigues los materiales para maquillarte?

AL: Es difícil, no podemos usar ninguna pintura tóxica, porque nos enfermamos y contaminamos el medio ambiente. A veces me los trae un amigo de algún país, los compro, me lo regalan. Tengo un local cerca de aquí para la tarea del maquillaje, a veces me maquillo bien, otras no. Con frecuencia tengo conjuntivitis cosmética por el mismo sudor y la pintura. El material es totalmente orgánico, hay que quitarlo con gel de baño, si se frota con agua sola se pega y es muy incómodo.

HT: ¿Es difícil estar tanto tiempo en la misma posición?

AL: Me he nutrido en estos años de mucha información, preparación y conocimiento. Por supuesto, mi trabajo es el resultado de la disciplina que le doy al cuerpo. He escogido la calle y para mí es el peor escenario, porque trabajo para un público muy variado, no todo el mundo está educado en este arte. He pasado buenos y malos ratos. Hay personas que me han hecho hasta llorar, también tengo anécdotas muy cómicas. Desde que estoy en este trabajo me han besado en la boca siete veces, otros han llorado de alegría, emoción, una se orinó de la risa.

Trato de mantener la calma y postura, porque las estatuas vivientes no hablan. Aquí he conocido a muchas personas que me han dejado sus tarjetas y les he agradecido. Cuando tengo necesidad de ir al baño mantengo mi ética teatral igual que si quiero tomar agua; lo importante es que las personas mantengan la ilusión, porque soy ilusionista de la imagen y se lo hago creer por unos minutos. Con el grupo Gigantería he visitado hospitales donde hay niños enfermos, también fuimos a Haití cuando el terremoto y con nuestro arte le dimos alegrías a esas personas que lo habían perdido todo.

HT: ¿Ustedes son cuentapropistas?

AL: Todo el grupo Gigantería ha trabajado en la Oficina del Historiador por 16 años sin pagar, pero hemos contribuido de otra manera: haciendo trabajos comunitarios. La Oficina nos planteó la opción de hacernos cuentapropistas, nunca hemos abonado para un retiro, pero tenemos el problema de que somos artistas y no nos gusta que nos digan cuentapropistas, no queremos perder el nombre de artistas en esa nueva moda de la ONAT. Seguiremos haciendo nuestro trabajo, porque nos gusta y sé que alegramos a la sociedad.

HT: ¿Recaudas dinero con esta labor?

AL: El dinero que me dan es como un préstamo que me brindan, lo uso para la creación de otros personajes o para restaurar un vestuario, eso me levanta la autoestima. También para ir a algún evento que no tiene presupuesto. Lo utilizo, además, para las cosas elementales de la casa, sobre todo, la alimentación. Este es un trabajo que si lo dejas de la mano después te resulta difícil volver a él, por lo menos mi espíritu no me lo permite.

HT: ¿Cuántos personajes tienes?

AL: Varios, a cada cual le voy agregando un pedacito, varío según la temporada del año. Tengo un Marciano, es plateado porque es fantástico, a los niños les gusta mucho. El Levitador tiene su lugar en el muro del Malecón. Otro personaje es El Vendedor de tabacos, pero en la calle es difícil, hay muchos niños y el mensaje no es muy educativo. Uno muy popular es El hombre sin cabezas que surgió en una fiesta de Halloween, temí que le cogieran miedo en la calle y fue lo contrario, porque quieren saber dónde está la cabeza.

HT: ¿Cómo te nutres de ideas?

AL: Las invento yo mismo, la mayor información la proporciona Internet, tengo que estar horas estudiando. No tengo director, antes teníamos uno pero como ahora estoy como artista cuentapropista soy independiente, éramos veinte en el grupo Gigantería, cuando nos separamos adoptamos la libertad de crear, soy libre.

HT: ¿Tienes hijos?

AL: Si, una niña, y me ha visto trabajando en diferentes lugares de La Habana, ella ha ganado premios haciendo arte callejero, pero aún no trabaja como estatua viviente, tengo esperanzas de que algún día lo sea, porque tiene aptitudes.

HT: ¿En qué lugar podemos verte ahora mismo?

AL: Como estatua viviente comencé en la calle Obispo. En estos meses estoy disfrazado de chelista y trabajo en las afueras del convento de San Francisco de Asís, donde ensaya y actúa la Camerata Romeu, entre otras personalidades de la música. Aquí  tengo la ventaja de contar con una escenografía y cuando las puertas se abren tengo la compañía de cuerdas detrás. Siempre trato de respetar la historia y el espacio, cuando hay conciertos me aparto para que puedan pasar. Hay muchas personas que entienden nuestro trabajo, pero otras no, por lo menos a mí me cae muy mal escuchar: échale un peso para que se mueva. Nosotros no somos máquinas, en ese momento me muevo menos, porque lo difícil del trabajo es mantener la proyección y disfrutar de lo que somos, unas estatuas vivientes.

One thought on “Conozcamos a Alberto, una de las estatuas vivientes de la Habana Vieja

  • Mucha disciplina, mucho amor, para este lindo trabajo.

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