Un aniversario más de nuestra amada Policía Revolucionaria

HAVANA TIMES – Sería alrededor de las 5 de la mañana, en una hora iba a amanecer y yo estaba allí, sobre esa carretera a 6 kilómetros de mi casa. Lo malo no era eso, lo malo era que de repente me vi totalmente desnudo.

Tenía que apurarme para llegar a casa antes del alba y así no ser descubierto. Me preocupaba el pavimento, descalzo no podría apurar el paso, sin contar que algún que otro auto me vería.

Por otra parte, tomar atajos a través de la maleza en medio de una noche oscura se me hacía más difícil.

Decidí lo primero y comencé a avanzar con zozobra. Era una batalla contra el tiempo y la aspereza del suelo contra mis pies descalzos que ya no son los mismos de la niñez cuando estaban curtidos de andar entre el marabú y ser hincados una y otra vez.

No pasó mucho sin que un potente reflector iluminara la oscuridad. Giré para observar de qué se trataba y percibí a una patrulla dispuesta a arrollarme. Pude esquivar el impacto pero no tuve la misma suerte con las tonfas que de inmediato cayeron sobre mi cuerpo.  

Escapé como pude todo adolorido y ensangrentado. Las fuerzas ya no me daban frente a mis implacables perseguidores. Sin otro remedio me detuve con la firme voluntad de enfrentarlos. Tenía miedo, pero implorar clemencia no era una opción.

Por suerte apareció un arma blanca y me defendí y casi los maté. Siempre en estos casos aparece algo que me permite luchar, sea un palo, una cabilla, un machete, cualquier cosa.

Sin embargo, ellos, como era de esperar, resucitaban para reanudar la persecución y así ad infinitum. Una especie de castigo que me recuerda al de Sísifo. Entonces desperté, más con ira que con temor.  

Son dos sueños desagradables y recurrentes que por primera vez se unen. En uno aparezco desnudo en medio de la calle, en otro un monstruo, un asesino o alguna entidad terrorífica me persigue y yo huyo y cuando mis fuerzas no me alcanzan me detengo y lo enfrento y lo mato sin entender cómo lo logro y después ocurre como si resucitara y el ciclo se repite.

Estuve leyendo sobre teorías de significado de los sueños y encontré que en el primer caso se trata de timidez, miedo a que se descubra algún secreto o sentimientos de culpa. En el segundo significa miedo o preocupación por los sucesos de la vida diaria. No me veo reflejado en ninguno de los dos casos. Además, siempre he dudado de la psicología como una verdadera ciencia. 

El asunto es que me había acostado la noche anterior tras presenciar un video que se hizo viral en las redes sociales. Dos policías que después de impactar contra una moto la emprenden a golpes y porrazos contra el conductor a pesar de que este en ningún momento opone resistencia.

Ignoro las causas de este suceso, pero en cualquier caso nada justifica el exceso de violencia policial, algo común en nuestro país. No es el primero que se hace viral. El año pasado vi unos cuantos y en todos los abusos se hace evidentes.

Mientras esto ocurre la prensa oficial se dedica a hacer muchos programas para limpiarles la imagen y que solo un par de guanajos se creen, o solo se hace eco de eventos similares cuando ocurren fuera de nuestras fronteras, especialmente en Los Estados Unidos.

La diferencia que no te dicen es que allí los gendarmes involucrados terminan enfrentando la justicia, como fue el controvertido caso del afroamericano George Floyd, donde su victimario cumple una larga condena, mientras en nuestra Cubita bella un policía te mata, el MININT(Ministerio del Interior) saca una escueta nota para justificar el hecho, ponderando, además, el supuesto prontuario criminal de la víctima y ahí termina el asunto, sin protestas, sin reclamaciones y con los familiares del occiso en total indefensión. 

Por esa y otras razones cuando camino por las calles y los veo no me siento protegido, más bien los asumo como potenciales enemigos. 

Se supone que la policía existe para defender a la gente de bien e infundir temor solo en los malhechores. Pero en nuestro caso el cubano promedio no se siente protegido ante semejantes uniformados.

Temen que le revisen sus pertenencias y les decomisen algún artículo de primera necesidad en un país sumido en la pobreza extrema y donde la lucha por la supervivencia es casi el único motor que mueve a los seres humanos, no hay más tiempo para soñar.

Temen que los detengan o terminen golpeados por unos cobardes, unos tipejos sabedores de su total impunidad.  Y esa sensación ciudadana pone de manifiesto que vivimos bajo una dictadura.

Recientemente se cumplió un aniversario más de la fundación de la PNR (Policía Nacional Revolucionaria) donde se felicitó a dicha institución con palabras de las que extraigo esta “perla”:  

Las calumnias y los planes del enemigo se estrellaran siempre contra el ejemplo de sacrificio, la consagración y el respeto al pueblo ejercido por ustedes, conscientes de que si alguien tiene que caer en su modesto y heroico trabajo de todos los días, lo hará con la misma dignidad de los que cayeron en Girón».

En mi traductor esto significa que la PNR no tiene como función principal la tranquilidad ciudadana, o sea, que no se multiplique una delincuencia que hace rato está estremeciendo a nuestra sociedad, a saber, asesinato de mujeres por parejas o ex parejas, asesinatos para robar dinero o pertenencias, riñas callejeras, lesiones, robos, corrupción a alto nivel…Todo lo contrario.

Su función principal es reprimir cualquier signo independencia o libertad ciudadana y sostener mediante el uso de la violencia este orden social injusto, empobrecedor y anacrónico. Sobre todo, ahora que la orden de combate está dada [desde las protestas del 11 de Julio de 2021].

Lea más del diario de Pedro Pablo Morejón aquí en Havana Times.

Pedro Morejón

Soy un hombre que lucha por sus metas, que asume las consecuencias de sus actos, que no se detiene ante los obstáculos. Podría decir que la adversidad siempre ha sido una compañera inseparable, nunca he tenido nada fácil, pero en algún sentido ha beneficiado mi carácter. Valoro aquello que está en desuso, como la honestidad, la justicia, el honor. Durante mucho tiempo estuve atado a ideas y falsos paradigmas que me sofocaban, pero poco a poco logré liberarme y crecer por mí mismo. Hoy soy el que dicta mi moral, y defiendo mi libertad contra viento y marea. Y esa libertad también la construyo escribiendo, porque ser escritor me define.