Se va tanta gente que asusta

En el aeropuerto Jose Martí de La Habana.

Por Osmel Ramírez Álvarez

HAVANA TIMES – El efecto motivante del parole humanitario apenas duró unos pocos meses. Para la mayoría de la gente que quiere migrar, y es muchísima gente, significa ya perder el tiempo. Ven pasar semanas, meses y no le llega la ansiada notificación.

Y es que irse de Cuba no es cosa de poca prisa, todo lo contrario, es una urgencia inmensa y la gente se desespera. Otra vez la vía Nicaragua es retomada y los pasajes han vuelto a despegar con el alza de la demanda.

Este mes se han ido ya dos grupos de jóvenes de mi barrio y para después del 20 se va otro grupo. Y en todos los barrios de Mayarí es igual. Seguramente en todo el país pasa similar. Se va tanta gente que asusta.

Mientras Díaz Canel en Portugal habla del derecho del pueblo cubano a decidir su destino, con lo que seguramente se refiere al derecho del Partido Comunista (PCC) a decidir por todos, miles de compatriotas están abordando en los aeropuertos, volando, haciendo la travesía o ya en México esperando la cita por la famosa aplicación, que les abre las puertas a una nueva vida.

Realmente son esos los únicos cubanos que están decidiendo su destino, pero bien lejos del proyecto político de la revolución. Los campos están abandonados, con pocos sembrados en comparación con hace apenas tres años. Las empresas y el sector presupuestado no encuentran modo ya para convencer a los trabajadores para que no pidan la baja, de tan magros salarios.

Y la economía no despega, plan tras plan, por falta de incentivos, de confianza y de libertad económica con garantías. La apertura de MPYMES, tan publicitadas, han tenido un impacto vital en la supervivencia de la gente en medio de tanta escasez y disfuncionalidad estatal, pero no bastan.

Aunque tienen más potencial que la empresa estatal socialista, las han permitido tan demoradamente, que llegaron en el momento más crítico. En medio del desgano colectivo, del cansancio y de una mayor crisis, las posibilidades de crecimiento, desarrollo y éxito están en importante medida diezmados.

Si hubiera sido en 2013 o 2015, cuando primaba un poquito de esperanza por los cambios, otro efecto tendrían. Pero luego de tanto desastre y pérdida de la escasa esperanza, está costando que sean todo lo que pueden ser.

En medio de tanta migración la mano de obra es inestable. Hoy tienes tres obreros y mañana dos te piden la baja porque tienen pasaje para Nicaragua en pocos días. Te dicen que un pariente o un amigo los va “a ayudar a salir de esta desgracia donde no se avanza por mucho que te mates trabajando”.

Te pelas con el barbero de siempre, al que le tienes confianza, y la próxima semana no está, porque se fue. Ya casi no hay plomeros, ni carpinteros, ni albañiles, ni campesinos. La gente que trabaja duro a menudo encuentran a alguien ‘allá’ que invierte en su salida para que trabaje en una pequeña compañía, como le dicen, en Texas o la Florida.

Se va tanta gente que duele, porque hacen falta aquí. Aquí donde está todo por hacer o rehacer. Es alegría por ellos, en lo personal, pero dolor por Cuba, que se desangra por falta de los cambios que den esperanza, libertad y fe en la tierra propia.

El PCC sigue estancado en ‘la continuidad’ de lo que no funciona, de lo que no nos gusta, de lo que no queremos. Y como tienen el poder de imponerlo, ‘hay que comérselo con papas’ o irse. Digo mejor, sin papas, porque hablar de papas aunque sea en una metáfora luce como un chantaje porque el tubérculo es muy añorado en la poco surtida mesa del cubano.

En una hipotética Cuba dispuesta a ‘cambiar todo lo que debe ser cambiado’ (dígase la economía estatal-planificada por una de plena libertad económica, sin los límites al sector privado, ni la lista de actividades económicas prohibidas, ni el estanco estatal al agro, ni el modelo de partido único, ni las votaciones sin elecciones, ni la falta de separación e independencia de los poderes públicos y el respeto a todos los derechos humanos), cesaría la ola migratoria.

Con toda seguridad faltarían brazos, mentes; no sobraría nadie para emigrar, como ahora. Volveríamos en menos de cinco años a recibir cubanos de la diáspora y también inmigrantes de la región en busca de oportunidades en esta perla del caribe, el Singapur americano.

Pero de pronto seguimos en manos de los ciegos. No por falta del sentido de la visión, sino por el exceso de poder. El que temen perder si reconocen ‘la libertad plena del hombre’. Creen que necesitan tenernos así, controlados en un eterno estado de excepción de derechos fundamentales, como falsa garantía de un modelo que asumen como único posible. Y se equivocan.

En la nueva Cuba cabemos todos y el PCC podría ser más útil o verdaderamente útil, empujando proyectos sociales, defendiéndolos, alertando en democracia, que es como debe ser, sobre cualquier tendencia a diezmar la protección social. Sería más útil que ahora que solo ponen freno a la libertad y a la prosperidad, en nombre de un socialismo que no existe ni tiene posibilidades de existir, y cuya imposición fantasmal los convierte en déspotas, no en salvadores.

Pero mientras, sigue migrando nuestro pueblo. Migrando juventud. Migrando esperanza. E igual que un náufrago sobre el peñasco de la costa ve alejarse al barco que podría rescatarlo, vemos al primo, al hermano, al barbero, al maestro y al vendedor de la esquina, que se van.

No queda de otra que seguir en la espera de que algo suceda, al menos por ley de probabilidades o ‘de la vida’, como se le dice. Esperar y evitar llorar por aquello que, aunque duele mucho, escapa de nuestro control.

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Osmel Ramirez

Soy de Mayarí, un pueblecito de Holguín. Nací el mismo día en que finalizó la guerra de Viet Nam, el 30 de abril de 1975. Un buen augurio, ya que me identifico como pacifista. Soy biólogo pero me apasionan la política, la historia y la filosofía política. Escribiendo sobre estos temas me inicié en las letras y llegué al periodismo, precisamente aquí en Havana Times. Me considero un socialista demócrata y mi única motivación comunicacional es tratar de ser útil al cambio positivo que Cuba necesita.

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3 thoughts on “Se va tanta gente que asusta

  • El cambio se aleja porque la opción de la juventud es emigrar y no luchar por cambiar el sistema, y es que tontos no son. Van a gobernar un país de viejos mantenidos por los emigrantes.

  • El artículo es bueno y quiero recalcar algo que usted dice, ¿Qué albañiles van a reconstruir ese país? Nadie quiere hacer ese trabajo, ni aunque se pague bien, y ante un hipotético cambio los pocos que regresen será para invertir, no para trabajar. El ejemplo de los albañiles sirve para todas las profesiones. El futuro es más negro que el presente, que es mucho decir.

  • desde la sierra eran unos bandoleros, tenia mucha razon Otto Meruelo pero nadie escuchaba, ahora estamos pagando las consecuencias de permitir que unos delincuentes tomaran el poder por la fuerza y se mantengan alli a base de lo que son, unos matones.

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