San Cristóbal en carnaval
Por Fabiana del Valle
HAVANA TIMES – Desde el jueves las calles se fueron saturando de kioscos. Comenzaban los carnavales en nuestro pueblo y las personas salían a exhibir sus mejores galas. Los ahorros desaparecían en los puños de los vendedores mientras niños y adultos nos movíamos desorientados en el torbellino.
Es carnaval, aprovechemos hoy, mañana los problemas seguirán en el mismo lugar –parecíamos decir en silencio.
Mi esposo y yo nos reunimos con los pocos amigos liberados, por el momento, del éxodo. Para eludir unas horas las dificultades nos sumamos a esta pantomima que no merece el nombre ni hace honor a la historia y tradición de este tipo de fiesta.
En Cuba, los carnavales tuvieron sus inicios mucho antes de 1585 durante las celebraciones del Corpus Christi y la Epifanía. Desde esa época han sido una de las fiestas de pueblo más importantes de la Isla manteniéndose por más de un siglo pero han caído en la apatía como todo lo que nos rodea.
Las características principales de un carnaval son los desfiles de carrozas, las competencias coreográficas entre comparsas, la música popular tradicional, la conga que arrolla a la multitud y contagia de alegría. Aunque no soy entusiasta de este tipo de actividades un carnaval sin carrozas y comparsas no es más que un mercadillo aderezado con reggaetón.
Grata fue la sorpresa cuando el sábado nos encontramos que a falta de una había dos carrozas. Tomé algunas fotos e hice videos. La conga sonaba bien, y la comparsa no pude verla en aquel momento. No soy amante de las aglomeraciones pero una amiga, mucho más alta que yo y con más valor atravesó la multitud para grabar videos.
Descubrimos un carnaval sin la clásica “pipa de cerveza” y comida criolla en cajitas que nadie compra. Eso sí, muchos kioscos coloridos llenos de juguetes, ropa, zapatos, joyas y otros accesorios. Todo a precios magníficos para estimular infartos.
Una chica con la blusa corta y el abdomen cubierto de una erupción que parecía sarna me persiguió por la cola de los churros provocando la risa de mis acompañantes. Reíamos por todo, hasta con el animador que gritaba por el altavoz:
¡Levante las manos el que está tomando cerveza fría, arriba todo el que tenga puesto el parole, a dar saltos de alegría! ¡Vamos, vamos San Cristóbal, estamos de fiesta!
Entretenidos en este juego nos duraban más las cervezas, hay que estirarlas al máximo para evitar el dolor en el bolsillo. No podíamos olvidar que al amanecer, cuando el espectáculo llegara a su fin, volveríamos a ser pobres como Cenicienta.
He aprendido a disfrutar la compañía de mis amigos sin importar el lugar o los recursos. Aunque en tiempos pasados la ilusión era otra, el futuro se teñía de algunos colores, con menos disfrutábamos más. Por eso evoco los carnavales de hace años en este mismo pueblo:
La música inundando todos los rincones, las carrozas repletas de luces y color. Entre emblemas, pendones y farolas la conga recorriendo toda la calle central, las personas sumándose al ritmo. Mis dos pies izquierdos siendo arrastrados por los amigos al frenesí de la alegría.
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