El pueblo cubano también es culpable
Por Pedro Pablo Morejón
HAVANA TIMES – Sé que suelo tener opiniones impopulares. No sé si por dicha o por desgracia jamás me he alineado a las corrientes imperantes ni a los convencionalismos de la sociedad. Por eso, entre otras cosas no tengo una tatuaje en la piel ni sigo a los artista de moda. No es que sea un tipo misántropo pero lo cierto es que me repugna la hipocresía de la humanidad.
Tengo la ventaja de no ser un político ni albergar aspiraciones en ese sentido, por eso digo lo que pienso y comienzo por escribir que nací en un país indigno que se jacta de decir que los cubanos somos lo mejor, a pesar de que los hechos nos desmienten una y otra vez.
Es como el elefante que está en medio del salón, pero todos insisten en ignorarlo hasta que por fuerza de la costumbre pasa desapercibido.
Tanto aquí como en la otra orilla se escuchan los vítores de la demagogia que nos habla de un pueblo heroico. Los opresores nos pintan como símbolo de resistencia y victoria frente al imperialismo, los desterrados como un país que lucha por alcanzar la democracia, cuando lo cierto es que jamás el cubano ha querido ser libre.
Solo hay que indagar en la historia y la palabra que aquí se escribe se convierte en hecho cotidiano. Haré un breve paso por nuestro pasado consciente de incurrir en muchas simplificaciones que a pesar de ello no desvirtúan la realidad.
Según el historiador estadounidense John Lawrence Tone en su libro “Guerra y Genocidio en Cuba 1895-1898”, durante la última guerra de independencia el número de voluntarios cubanos que se sumaron al ejército español casi duplicaba la cifra de independentistas, que era alrededor de 40 000. Número cuestionable porque muchos de los primeros, en un claro acto de oportunismo se sumaron al bando insurrecto cuando vieron que el imperio español se desmoronaba.
Algunos historiadores señalan que los voluntarios sumaron entre 60 000 y 80 000 hombres. El resto de la población cubana se mantenía apática o a la expectativa, deduciéndose que a la mayoría de los cubanos de entonces o no le interesaba o no estaba dispuesta a hacer nada por la libertad de Cuba.
La intervención estadounidense fue un catalizador que en mi opinión hizo más bien que mal. Es probable que los cubanos patriotas hubiesen alcanzado la independencia con un costo mayor en vidas y tiempo.
Durante los 57 años de época republicana (1902-1959) la democracia cubana fue un completo desastre. Escaza o nula madurez política del pueblo, debilidad de las instituciones democráticas y el estado de derecho y dos dictaduras, la de Gerardo Machado (1929-1933) y la de Fulgencio Batista (1952-1959).
Quizás el período más estable, a pesar de la corrupción rampante, lo constituyó el primer gobierno de Batista y los dos gobiernos auténticos, todos derivados de la Constitución de 1940.
Hasta que la persistencia de la envidia, el resentimiento, el caudillismo, la cobardía y la estupidez nacional nos llevó a la destrucción definitiva del alma nacional.
Desde el primero de enero de 1959 cada campo, pueblo y ciudad recibía y saludaba a los que bajaban de la Sierra. Eran la esperanza de un país mejor. En especial Fidel, en quien vieron un salvador, el hombre que resolvería todos sus problemas.
Es curioso lo que detalla Miguel Ángel Quevedo, antiguo director de la Revista Bohemia, en una carta de despedida fechada en el año 1969, justo antes de suicidarse.
Veamos estos fragmentos:
“El mismo pueblo que los elegía, pedía a gritos sus cabezas en la plaza pública. El pueblo también fue culpable. El pueblo que quería a Guiteras. El pueblo que quería a Chibás. El pueblo que aplaudía a Pardo Llada. El pueblo que compraba Bohemia, porque Bohemia era vocero de ese pueblo. El pueblo que acompañó a Fidel desde Oriente hasta el campamento de Columbia.
Fidel no es más que el resultado del estallido de la demagogia y de la insensatez. Todos contribuimos a crearlo. y todos, por resentidos, por demagogos, por estúpidos, o por malvados, somos culpables de que llegara al poder” … “Nos olvidamos de Núñez de Arce, cuando dijo: “Cuando un pueblo olvida sus virtudes, lleva en sus propios vicios su tirano” …».
Triste aceptar que Quevedo tenía razón. Cuando Fidel Castro comenzó a intervenir las propiedades norteamericanas en Cuba, el pueblo aplaudió. Cuando continuó interviniendo las propiedades de cubanos el pueblo aplaudió. Cuando intervino los chinchales que todavía quedaban el pueblo aplaudió. Cuando empezó los fusilamientos, muchos de ellos televisados, el pueblo aplaudió.
Y no es retórica, las imágenes de archivo no mienten, eran las multitudes en las plazas apoyando a Fidel y gritando: Paredón. Fue la exacerbación de toda la envidia y el resentimiento y la adoración fanática de un falso mesías lo que permitió que aceptaran en 1961 que proclamara el carácter socialista de su revolución tras estarlo negando por más de un año y calificar semejante acusación de calumnia del imperialismo y la contrarrevolución.
Y la gente apoyó la mentira y acudió en masas a defenderla contra quienes vinieron en Girón. Y subieron al Escambray, también en masa a combatir a aquellos que tras luchar contra Batista y desencantados por el nuevo rumbo totalitario decidieron alzarse.
Y la consigna era que si Fidel era comunista ellos también. Era el sumun de la ausencia de cualquier valor o principio humano.
Y siguieron los actos de repudio, las multitudes gritando: “que se vaya la escoria”, cuando los sucesos de La Embajada del Perú y el éxodo del Mariel, allá por el 1980.
Hoy vemos un pueblo sumiso y desmoralizado, a quien nada le importa la tragedia de miles de presos políticos, pero hace viral cuanto chisme circula por las redes. La cabroná de Lázaro y Yarelis es más famosa que la situación de Lizandra Góngora, una madre cubana sentenciada a 14 años solo por pedir cambios en Cuba.
Las generaciones mayores, rehenes de su propia biografía se tragan la decepción sin el coraje de reconocer la culpa. Las nuevas solo piensan en largarse del país, mientras tanto aquí, a “remar con la corriente”.
El propio régimen lo sabe. Recientemente uno de los presentadores de ese estercolero llamado “Con Filo” expresó que al pueblo no le molestan las nuevas medidas, sino la desigualdad de algunos que pueden vacacionar en Varadero o exhibir sus autos importados. ¿Estaría refiriéndose a los hijos de la cúpula castrista que no se esconden para ostentar sus lujos en las redes sociales? ¿O así explotan el resentimiento y la envidia de un pueblo para justificar sus golpes de timón y atacar a los nuevos ricos que no han mostrado su compromiso con “La Revolución”?
Lo cierto es que somos culpables. El régimen totalitario, el hambre, la falta de medicinas, la miseria total, la violencia social desatada, la desesperanza y todo lo que este pueblo padece no es más que su karma nacional por los pecados pasados y presentes.
100% de acuerdo, el último gran héroe fue Maceo.
Amén.
La ignorancia es el peor de los males y el pueblo cubano era profundamente ignorante, por muy alfabetizado que estuviese (sí, de los más alfabetizados del mundo en esos años, con solo un 25% de analfabetismo, la mitad de España). También la envidia, el resentimiento social y el ‘quítate tú pa’ ponerme yo’ hicieron lo suyo, todas ‘virtudes’ cubanas bien establecidas.
Pero sobre todo ignorancia, hay que ser profunda y esencialmente ignorante de cómo funciona el mundo y el ser humano para vitorear como un salvador a un personaje tan simiesco, tan obvio en su matonería como Castro.
¡Gracias Fidel!
¡Retrato escrito de los que conformamos la nación, hombre!
Me quito el sombrero delante de usted en gesto de admiración.
¡Es usted un valiente! Gracias.