1ero de mayo: emociones y desencantos

Rosa Martinez

HAVANA TIMES — Perdí la cuenta de las veces que he desfilado celebrando el día del proletariado. Desde pequeña acompañaba a mis padres y tíos en aquellas marchas gigantescas, cansonas, pero que para mí eran una gran fiesta.

En el pre universitario las marchas del primero de mayo seguían siendo emotivas. Eran ocasiones para que los muchachos de los diferentes grupos cantáramos, bailáramos, gritáramos.

No había joven de la escuela que faltara, y no es que nos importara la fecha ni lo que significaba, para nosotros era solo un carnaval que acababa en encuentros amorosos, escapadas, algún vino o licor, canciones de Silvio y Pablo, y hasta una excursión al rio.

En la universidad ya este desfile no me daba tanta gracia. Primero porque debíamos intentar, por todos los medios, que al menos dos personas del grupo te vieran para demostrar que habías participado; segundo porque la aglomeración de gente ya no me gustaba. Solo el encuentro con amigos que pasaba mucho tiempo sin ver me motivaba a ir año tras año a los desfiles.

Como trabajadora, la marcha del proletariado debería tener un significado especial, y les aseguro que lo tuvo, pero ya no tanto. No creo que caminar hasta la plaza de la Revolución llevando pancartas con frases alegóricas a la fecha, o con imágenes de héroes o líderes de la Revolución signifique nada para el proletariado del mundo, mucho menos que apoyamos el socialismo o no.

Hay muchas más maneras de demostrar nuestro apoyo a la obra revolucionaria, y no es precisamente con  marchas, ni tribunas. Es defendiendo nuestros derechos como trabajadores, luchando contra la corrupción y las ilegalidades que mejor podemos apoyar la causa de todos los oprimidos del mundo.

Este desinterés no es inherente a dos o tres personas. Son muchos los trabajadores que sienten apatía por estas marchas que se realizan en nuestro país desde antes del triunfo revolucionario.

Muchos prefieren quedarse en sus casas para descansar y estar con la familia, otros consideran una pérdida de tiempo marchar bajo el sol caliente mientras los trabajadores siguen con miles de problemas sin resolver, y hay quienes sí marchan, pero solo por puro compromiso o evitar ser señalados en sus centros laborales.

La pura realidad es que cada vez se ve menos el entusiasmo característico de esta fecha.