Yo me quedo con Pedro Pablo Oliva

Por Lázaro González

El artista y uno de sus obras. Foto: pedropablooliva.com

HAVANA TIMES, 9 junio — Como Pedro Pablo Oliva, soy un soñador. Lo declaro rodilla en tierra. Con profundas raíces ancladas en el suelo, me aferro a los sueños como multicolores papalotes que vislumbran un futuro mejor justo en medio de la dictadura de los tuertos daltónicos. O blanco o negro parecen decir todos en todas partes, empeñados en decapitar los hilos invisibles con los que un puñado de “grises” nos asimos a los ideales.

A veces me abruma el vendaval de injusticias que azota al mundo y, mucho más, la inercia pasmosa de la humanidad. Potentes y eficaces son las representaciones ideológicas del poder en su gimnasia de la hegemonía, para lograr los tan deseados consenso y disenso pasivos.

En cualquier sistema, descoser las mordazas y camisas de fuerza que atan la natural confrontación de aspiraciones, objetivos, creencias, identidades y proyectos, en fin, la resistencia, implica un estudio cuidadoso de los mecanismos ocultos o no de circulación y reproducción del poder, sus aparatos ideológicos, estructuras de dominación y sustratos simbólicos.

Solo así comprenderemos la necesidad de sujetar al alma las cuerdas de los papalotes, recomponerlas si nos las truncan y, más aún, de ir recortando con paciencia la distancia que separa los ansiados cometas de nuestra térrea realidad.

Las consequencias de exponer criterios

En ese afán de reconciliar el horizonte con las esencias de la vida, estimula conocer cómo un prestigioso artista del patio, de la talla de Pedro Pablo Oliva (Pinar del Río, 1949), Premio Nacional de Artes Plásticas y autodenominado cronista de su tiempo, expone con sinceridad sus criterios a la luz pública, asumiendo responsablemente las consecuencias de su presunta valentía, y saliendo al paso a quienes lo acusan de “disidente.” “contrarrevolucionario.” “traidor” y “anexionista.” simplemente por discrepar del discurso oficial en aristas medulares del proyecto político vigente, como el monopartidismo.

En consonancia con su obra plástica, donde plasma la prepotencia, la placidez, el amor, la ternura, la lujuria, lo mezquino, lo cruel y lo sublime, entre otros temas; las palabras de Pedro Pablo hoy dan fe de un profundo amor a la Patria, espíritu crítico y ansias de superación de los problemas e injusticias que afectan al hombre cotidiano, “más cercano a la verdad.” según el pintor.

Aunque no comparto todos sus juicios, ni los espacios que escogió para publicarlos, soy un ferviente defensor de la libertad de expresión. Considero que nuevamente se equivocan quienes fustigan a un ilustre ciudadano de este país por ejercer su derecho a opinar, denunciar y cuestionar, donde entienda necesario, desde el respeto y el agradecimiento.

“Soy pintor, creador, lo reconozco, gracias al hecho mismo de la Revolución.” como confesó Pedro Pablo en una entrevista radial concedida a Edmundo García para el programa La tarde se mueve, de Miami.

A pesar de que el propio pintor acepta haber violado con sus declaraciones el código de ética de la Asamblea Provincial del Poder Popular en Pinar del Río, resulta muy preocupante que ni un solo delegado de esa cámara legislativa se atreviera, al menos, a terciar en la escandalosa arremetida contra Pedro Pablo, para evitar de algún modo que le endilgaran tan graves calificativos, solo por publicar en espacios opositores o relacionarse con elementos contrarrevolucionarios. ¿Quién le tiene miedo al lobo?

En su soliloquio monocorde, no se acaban de percatar los miopes del intelecto que no se puede acallar la diversidad (al menos no la de pensamiento) por demasiado tiempo. Quienes temen al ejercicio del criterio y castigan indiscriminadamente las voces críticas, en nombre de una aburrida e imposible unidad ideológica homogénea, no hacen más que promover en el organismo social el letal carcinoma de la doble moral, notablemente ramificado en el caso cubano.

Basta desandar por las calles

Basta desandar las calles de cualquier ciudad de este país, con el oído presto, para constatar la policromática pluralidad de ideas, de disímiles tonos, que en los espacios estatales se disfraza de manera descarada y mecánica de pingüino, con el uniforme blanquinegro de la unanimidad, increíblemente a la usanza del obsoleto y fracasado modelo socialista soviético.

Foto: pedropablooliva.com

Dónde más puede comprobarse esta nociva dicotomía es en el hogar, al amparo de la complicidad familiar. En ese ámbito suele darse rienda suelta a muchas inconformidades, desavenencias, diatribas y hasta sátiras al sistema político y algunos dirigentes. Eso sí: en la mayoría de los casos con sigilo y en voz baja, porque muchos cubanos no han perdido aún esa extraña -y no tan infundada- sensación de que, siempre lo vigilan.

A tal punto ha llegado el apretado bozal sobre la expresión de la diferencia que, ante nimias críticas al gobierno, el Partido o un personaje político, casi a diario escucho atónito francas expresiones de asombro: —”Pero se atrevió a…, se volvió loco.”

Por fortuna, Internet y las nuevas tecnologías han venido a asistir a los pocos “chiflados” que se atreven a proclamar sus ideas a contracorriente, desafiando el garrote monolítico del burocratismo, la obstinada represión a la otredad.

Aunque la Web continúa siendo un limitado espacio de opinión pública en Cuba, por el precario acceso del ciudadano común a la red de redes, esta plataforma tecnológica ha sido de mucha ayuda para acercar un tantito nuestros lejanos papalotes.

Mientras la sociedad cubana se despereza de este prolongado letargo expresivo, llegue este modesto espaldarazo al caballero Oliva con toda la fuerza y lustre de la espada de la honestidad.

Sirvan estas líneas, nacidas de una verdadera convicción socialista, para insuflarle aliento a sus pinceles, cometas y duendes. Como él, yo me quedo en esta tierra real maravillosa a “seguir soñando con un país mejor.”