Dos botellas plásticas

Jorge Milanes Despaigne

¡Qué asombro llegar a casa y ver dos botellas plásticas con agua, una en cada lado de la entrada! Me pregunté para qué serían esas botellas que por primera vez veía entre las dos columnas del frente.

Entré con la preocupación por saber si mi madre era la autora de tan inusual práctica, pero sonó el teléfono. Estuve largo rato conversando con un amigo, de modo que olvidé el tema de las botellas.

Al día siguiente, cuando me dispuse a ir a la escuela, volví a ver esas dos botellas en la puerta. Mi apuro no me permitió regresar para preguntar, así que continué.

De regreso encontré a un señor regañando a su niño:

“No toques eso que es una brujería – le dio un manotazo al pequeño.”

Realmente me dio pena, no sabía explicarme aún para qué eran las botellas.

Toda la tarde estuve impaciente, esperando por mi madre o mi hermana para por fin merecer la respuesta que se hizo tan esperada como una aurora para un centinela. Y alguien llamó a la puerta:

“Ya voy.” contesté.

Un amigo mío y su esposa me sorprendieron. No los veía desde hace cuatro años, desde que ambos viven en España. Nos saludamos efusivamente, les invité a pasar y mientras conversábamos, todavía me preocupaba la situación en la puerta.

Estuvimos conversando sobre el pasado y el presente, de cómo les va por allá. A cada rato venía la imagen de las botellas, las que se convirtieron en un verdadero tormenta en mi cabeza:

“¿No se asombraron de las botellas que están en la entrada?.” indagué.

“No, sabemos para qué son.” me contestaron.

Quedé mudo en el instante. Suerte para mí cuando ella dijo:

“Jorgito, en mi ciudad también las ponen, ¡así los perros no se orinan en la puerta!”