Entrevista al actor cubano Carlos Pérez Peña

Por Helson Hernandez

Carlos Pérez Peña en Chicago.

HAVANA TIMES, 21 feb.  — El actor Carlos Pérez Peña, fundador del famoso Teatro Escambray, y Premio Nacional de Teatro 2009, habla con HT sobre su vida en el escenario y las motivaciones de su carrera.

HT: Carlos, cuantos años ya en la escena?

Carlos Perez Peña: Imagínate que el pasado 2010 cumplí cincuenta años de vida artística en medio de una total indiferencia.  Decididamente no pertenezco al jet set habanero.

HT: Crees que Teatro Escambray fue la puerta a tu posterior carrera artística llena de reconocimientos?

CP: Me es difícil imaginar qué hubiera sido de mi vida y mi carrera fuera del Escambray.  Lo que el destino – yo creo en eso – me ha deparado no hubiera podido ser de ninguna otra manera o en ninguna otra circunstancia.  Lo que soy, lo que he hecho, ha sido casi todo consecuencia de treinta y siete años en el Escambray.  Antes fue primero el conocerme, luego la búsqueda y el Escambray fue el hallazgo.  Lo que hago ahora no es más que utilizar lo mejor posible los recursos que en mayor o menor medida he acumulado en estos cincuenta años.

HT: Personas esenciales en aquellos años del Escambray?

Carlos Pérez Peña en Entremeses japoneses

CP: Sergio Corrieri, Gilda Hernández, Albio Paz, Cari Chao en un principio… al final y quiero creer que como legado afectivo y profesional están Carlos Riverón, Ernesto Díaz, Roberto Mora… Rafael González durante más de veinte años.  Por encima de todo y de todos Maritza Abrahantes y allí nació y creció Álvaro, mi hijo.

HT: Recientemente vimos la puesta “Ensayo para siete” en la que por supuesto, actuaste, pero también asumiste su dirección.  Hace ya algún tiempo sabemos de tu interés en esta otra actividad dentro del teatro.  Según tu memoria en que circunstancias te percatas que además de ser un buen intérprete, podrías dirigir actores?

CP: Nunca ha estado en mi universo expresivo o en mi necesidad la voluntad de trabajar con los actores (sí trato de ayudarlos en lo que puedo); no me siento espiritualmente capacitado para ejercer algo que entiendo no tiene que ver solo con la técnica.  Mi imaginación –yo soy impresionista a mi pesar- siempre ha ido por el camino de concebir imágenes o atmósferas; desde que trabajaba en el Guiñol ha sido así; a veces (las mejores) no han sido más que impulsos y otras, la mayoría, no han sido más que respuestas de esta “vocación de servicio” a circunstancias casi obligatorias, y ahí han estado los actores; junto a ellos siempre trato de hacer el viaje que nos permita hallar soluciones para resolver determinadas incógnitas.

Carlos Pérez Peña en El ladron.

HT: Actualmente, te has convertido en una de las figuras de la compañía Mefisto Teatro, en sus últimas producciones has participado dejándonos personajes que han marcado un lugar en las puestas en escenas de este colectivo.  Los musicales sobre todo han sido un aporte apreciable en la labor del director Tony Díaz, háblame de esta experiencia, fue nueva para ti, o ya tenias antecedentes en este género teatral?

CP: Toda mi vida he sido un perfecto espectador de cine (perfecto en el sentido de pasivo).  Así en mi adolescencia al mismo tiempo que sufría con James Dean, bailaba con Gene Kelly, Donald O’Connor, o Russ Tamblyn.  Me fascinaban los musicales y ni remotamente pensaba en la posibilidad de algún día ser actor o que podría ser algo parecido a aquello que me deslumbraba.

Carlos Pérez Peña en Ensayo para siete.

Años después en el Guiñol Nacional se cantaba mucho; después en el conjunto dramático nacional y el montaje de: De película fuimos –no solo yo- entrando en ese otro lenguaje escénico que de ninguna manera se hizo ad libintum; la nómina de profesores y entrenadores resulta impresionante.

En lo que se ha hablado de la historia del Teatro Musical de la Habana muy poca mención se hace de las temporadas de lo que se llamó Teatro loco, donde los entrenados actores, bailarines y cantantes del Musical se mezclaban con actores no especializados (yo entre ellos) y grandes figuras del mundo de la canción como Elena Burque o las D’ Aida, todavía con Omara Portuondo.  Chucho Valdés era el pianista de la orquesta del teatro y Tony Taño el director, así que aquel caldo de cultivo era el apropiado.   Aquellos espectáculos que concebía y dirigía Humberto Arenal, tuvieron sus altibajos, pero en general eran delirantes.

Carlos Pérez Peña en De pelicula.

Más tarde el grupo La Rueda junto al Musical acometió el montaje de la Ópera de los tres centavos.  Ahí los actores de La Rueda cantamos, actuamos y bailamos junto a Mirtha Medina, Tomás Morales, María Elena Salas o Cirita Santana, porque el trabajo de José Milián como adaptador y dramaturgo, los arreglos de Roberto Sánchez Ferres y la dirección musical de Adolfo Guzmán convirtieron el texto de Brecht y la música original de Kurt Weil en una comedia musical en la que la que se escuchaba la música como la que estaba en boga por esos años a partir sobre todo del Peña y Los Beatles.

Vinieron Los Doce, donde la música y el ritmo iban por otros caminos y después los años del Escambray en los que de alguna manera me “especialicé” en la tonada campesina, al extremo de alguna vez compartir y cantar junto al gran Luis Gómez.

Tony Díaz y yo coincidimos en Camagüey cuando yo presentaba allí Como caña al viento y por esa razón me invita a trabajar en Plácido, que no era un musical, pero que tenía música.  De ahí a Chicago fue solo seguir la trayectoria de una relación de trabajo que hasta ahora, y espero que por largo tiempo, es feliz.

Yo vi Chicago en Broadway y te confieso que lo único que recordaba era el papel del Señor Celofán, y mira tú que cosa, pasó el tiempo y me tocó hacerlo en La Habana.  Para mí fue un gran placer… estamos en los recuerdos (no en la nostalgia) y te puedo decir que la primera vez que canté y bailé en público fue en aquella época de James Dean y Gene Kelly en uno de los baile de los teenagers que junto al baile rojo eran las dos fastuosas fiestas de carnaval que tenían lugar cada año en el entonces exclusivo Country Club de la Habana.

Carlos Pérez Peña en Molinos de viento.

HT: Que estabas haciendo en el momento en que te enteras de tu Premio Nacional de Teatro 2009… y que importancia personal le concede Carlos Pérez Peña a un reconocimiento de estas características?

CP: Yo estaba en el tránsito del Escambray a La Habana, tenía un pie aquí y el otro allá, y a finales de Diciembre me llaman gente muy querida para darme la noticia.  Después el hecho de recibir públicamente ese reconocimiento resultó algo emocionante y feliz.

HT: Si tuvieras que definir la palabra Teatro, en su esencia, y lo que te ha entregado desde que decidiste que ese seria tu mundo, a que conclusiones llegarías?

CP: No puedo decir que yo decidí que el teatro sería mi mundo, y menos que ha sido lo más importante en mi vida u otro de esos tópicos.  Solo esto: es lo que mejor sé hacer, lo que me da la comida, y lo que me produce más felicidad que tristeza.

HT: Un hombre comprometido con el teatro de su país como Caros Pérez Peña, seguro tendrá sus criterios e inquietudes respecto al desarrollo actual  y futuro de esta manifestación en la isla?

CP: Para mí los mejores momentos del Guiñol, Los Doce, o el Escambray son aquellos donde la barrera entre lo profesional y lo individual, lo racional y lo afectivo desapareció y uno y todos comulgábamos en intereses, investigaciones y propuestas que resultaban de un pensamiento y una espiritualidad común, ofrecida y compartida.

De eso, amén de estar todavía sujetos a estructuras y patrones de funcionamiento que siento ya obsoletos, carece hoy el teatro cubano.  Yo ansío, extraño y reclamo experiencias como las de La Candelaria, el Teatro Laboratorio, el Odin, Yuyaskanin…  ¿Será esta una señal inequívoca de que, aún sin estar paralizado, pertenezco a otra época?

HT: Y el próximo personaje, o la próxima puesta de Carlos Pérez Peña?

CP: El próximo proyecto de Tony Díaz con Mefisto Teatro será el montaje de una hermosa versión que ha trabajado David Guerra sobre la novela testimonio Canción de Rachel que como se sabe dio pie a la famosa y excelente Bella del Alhambra.

A pesar de partir de la misma historia, la versión está concebida como un espectáculo teatral, un lenguaje totalmente diferente y un homenaje al nunca olvidado teatro vernáculo, otra de las cosas que como el teatro Campoamor o el Martí, ya no existen.

Ya empezamos el montaje desde enero, con entusiasmo y con la confianza y el estímulo de Miguel Barnet.  Ahí me tocará hacer el Gallego del teatro bufo, algo que me tiene un poco asustado; yo bromeaba con Héctor Quintero y le decía que me siento más cerca del charleston que de la rumba.  También en Enero, comenzaré a ensayar Cats, con Alejandro Milián y un grupo de niños músicos y actores.  Voy a interpretar a Zapirón, el rey de los gatos, o a Gus, el viejo gato actor, o a los dos.

De manera que este año que se avecina también seguiré trabajando en cosas que me gustan, lo cual hoy es una suerte, quizás la única que en estos momentos me acompaña.  Pero estamos en Adviento, tiempo de Esperanza.  Y yo espero.