Ruinas de La Dionisia, antiguo cafetal matancero

Fotorreportaje por Elio Delgado Valdés

 

HAVANA TIMES — Visitar otros sitios fuera de la provincia de La Habana, acercarnos al pasado colonial de la Isla, es gratificante desde cierto punto de vista. Es obvio el desarrollo económico de aquel período, impulsado por hombros ajenos, y que la riqueza acumulada se hizo esclavizando a los otros.

El escenario de nuestro post fue el antiguo cafetal La Dionisia, ubicado cerca de las márgenes del río Canímar, en la periferia de la provincia de Matanzas. En su entrada, una bicentenaria ceiba parece recibir al visitante, los cantos y toques de tambor finalizan con las palmadas al tronco del árbol y las tres vueltas de saludo a los ancestros africanos.

Las ruinas de la antigua hacienda llenan la imaginación de los visitantes; pareciera que sus árboles murmullan sobre la horrenda esclavitud a que fueron sometidos los hombres y mujeres africanos, traídos al lugar durante la primera mitad del siglo XIX. La presencia francesa en tierras cubanas y la producción del grano del café tuvo su máximo esplendor en este período.

Francisco Rubbier Durán, emigrante francés que llega a Cuba huyendo de la Revolución Haitiana, funda en 1820 el cafetal La Dionisia, fomentando en esos terrenos el cultivo de café, plátano y piña.

Han transcurrido 196 años, hoy se conserva la casa de vivienda, mantiene su techo cubierto de tejas francesas, moldeadas con barro por los esclavos. También están las ruinas del barracón y de los aposentos. Ahí las esclavas iban a traer al mundo al pequeño niño, luego de un apareamiento forzoso, su destino era ser vendido, la pieza humana de ébano llegó a valer 2 000 pesos en oro.

Entrelazados con la vegetación se conservan los vestigios del antiguo almacén de café, el criadero de criollitos, donde se cuidaban a los pequeños mientras sus padres trabajaban, la fábrica de humanos fue otra de las maneras del propietario de ganar dinero.

El brocal del pozo que abastece de agua el lugar advierte sus 52 metros de profundidad, es atravesado por una cueva.El agua purificada es extraída por un ingenioso mecanismo guiado por el empuje animal, a las siete vueltas del caballo a la noira de madera (rueda) se recogen en un recipiente de 60 litros el agua, vertidos en un estanque conectado por tuberías a la casa.

El paisaje arqueológico y la historia del lugar han hecho que trascienda, convirtiéndose en símbolo del desarrollo de las plantaciones cafetaleras de la Isla.  En la actualidad la finca cafetal La Dionisia se integra a la Ruta del Esclavo, proyecto auspiciado por la Organización de Naciones Unidas para la Educación y la Cultura (Unesco).Es atendida por la Unidad Empresarial de Base de Flora y Fauna en Matanzas, acoge en sus espacios un restaurant de comida criolla, alquiler de caballos, concebido como destino turístico de la zona, su historia de dolor y sufrimiento emerge en el aislado sitio matancero.

 

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