La Cuevita, donde si funciona el capitalismo en Cuba
La venta de medicamentos y la compra de divisas, todo informal, sucede a la vista policial y a pesar de los operativos
Por Juan Diego Rodríguez (14ymedio)
HAVANA TIMES – El mercado conocido como La Cuevita, en San Miguel del Padrón, en la periferia de La Habana, no es más grande que el que se extiende bajo el puente de 100 y Boyeros de la capital, pero sí impacta más. “El espacio de los puestos para los cuentapropistas es pequeño, pero es que la venta informal alrededor de ellos es descomunal, y es ahí donde vamos la mayoría de compradores”.
Nelly, que acompaña a 14ymedio en su visita a La Cuevita este viernes, vive en Ciego de Ávila pero se acerca cada mes. Antes, solía ejercer de mula yendo y viniendo a Haití, pero con el repunte de la violencia en aquel país, lo ha cambiado por los mercados de La Habana. No es la única. “Todos llegamos con maletas y después nos vamos a nuestras provincias a vender las cosas allá”.
“Es como llegar a la terminal de ómnibus, vaya”, expresa Raniel, que ha venido a La Cuevita a comprar medicamentos. En los locales de cuentapropistas, establecidos de manera legal, se encuentra bisutería, relojes, ropa, gorras o espejuelos, pero son los vendedores informales los que despliegan un arsenal infinito de artículos de todo tipo. Entre ellos, los fármacos destacan especialmente.
“Llegan y se ponen en el pasillo, desparraman una caja llena de medicamentos y se plantan ahí a venderlos”, explica Raniel, que prefiere comprar en La Cuevita que en páginas de venta online, donde son más caros. Es fácil observar que la mayoría de ellos son importados, es decir, traídos de fuera por mulas, pero bastantes de ellos son de fabricación cubana, lo cual indica que proceden del mercado estatal. “El enalapril cubano sale aquí en 250 pesos el blíster y en Revolico entre 300 y 350 pesos”. ¿Y en la farmacia? “¡En la farmacia ni hablar! El enalapril está perdido”, dice Raniel.
Antiinflamatorios, analgésicos, diclofenaco con paracetamol, antibióticos de todo tipo… Cualquiera diría, visitando estos puestos, que en Cuba no existe el problema de desabastecimiento de medicinas que aqueja de manera crónica al sistema de salud.
Otros mostradores llamativos son los de compra de divisas. Igual que ocurre con los medicamentos, como si fuera una actividad legal, carteles enormes indican la tasa de cambio: el euro a 350 pesos, el dólar a 345 y la moneda libremente convertible (MLC), a 270. “La gente llega y como si fuera una Cadeca [Casa de Cambio], saca sus fulas o saca sus euros y los vende ahí, sin esconder nada”, indica Nelly, a la que ya no sorprende tanto la actividad. ¿Y la Policía? Porque, en el papel, esta ilegalidad conlleva altas multas. “Estos tienen que tener sobornados a los inspectores, porque hay operativos todos los días pero ellos siguen tan tranquilos”.
En su recorrido, este diario pudo comprobar, en efecto, que son numerosos los agentes que se mueven por los pasillos. “Los policías tienen que resolver sus problemas también, por eso están aquí comprando sus cosas”, argumenta Nelly. En el tiempo que ella lleva dedicándose a la reventa en provincia, nunca le ha tocado que la sancionen, pero tiene una amiga que no ha tenido tanta suerte. “Ella lleva ya 8.000 pesos en multas, pero vuelve, vuelve y vuelve, porque es verdad que no tenemos otra manera de buscarnos la vida en este país”.
Si se está en La Cuevita durante suficiente tiempo, también puede comprobarse que muchas casas de alrededor se utilizan como almacenes, también informales. Es en estos lugares donde abundan los pequeños electrodomésticos, como ollas de presión, cocinas de inducción o ventiladores.
Cuesta abrirse paso por los pasillos por la cantidad de gente que hay, que, entre empujones, se mezcla con los que vocean mercancía: detergente líquido, jabón, pasta de dientes, pollo, aceite, medicamentos, espaguetis, coditos, papas… “Hasta café envasado como el de la bodega”, dice Raniel, que está convencido de que muchos de estos son productos desviados del mercado estatal.
El muchacho se cuida entre la multitud abrumadora: “Aquí sacas la cartera, pagas y en el tránsito de meterla en el bolsillo te la quitan”.
La Cuevita es un lugar conocido por los habaneros desde los años 80, aunque no empezó a cobrar esplendor hasta la reforma migratoria de 2013, que permitió a los cubanos salir y entrar de la Isla con más facilidad.
Pero fue con la norma establecida de eliminar los aranceles para alimentos y medicinas, tras las manifestaciones del 11 de julio de 2021, que el mercado se ha vuelto multitudinario.
Se acerca un vendedor de espejos: “Si me compras el grande y el mediano te regalo uno chiquito”, ofrece, como si estuviera en un mercadillo callejero capitalista. «Hay una vida económica muy grande», concede Raniel. “Aquí la gente viene a luchar, a buscarse la vida”. Y bromea: “Es como si el capitalismo existiera en Cuba”.
Años antes de salir de Cuba, en la década de los 90 quien tuviera dólares podía comprar un AK-47 en La Cuevita. Se robaron ua buena cantidad de estas armas en el puerto y todas fueron a dar a La Cuevita.