Historias desde la caravana de centroamericanos en Tijuana, México

Por Ken Alexander*

Eduardo, un salvadoreño que solo busca trabajo y seguridad

HAVANA TIMES – “Mi nombre es Eduardo. Yo soy de El Salvador. Tengo una hija de 19 años. Un día, un miembro de una pandilla vino hasta mí y me dijo que la deseaban. Y si yo no estaba de acuerdo, la matarían”.

El Salvador es el epicentro de la violencia de pandillas en toda América Central y ha experimentado uno de los índices de homicidios más altos del mundo. Las dos pandillas más importantes, la Mara Salvatrucha (MS-13) y sus rivales Calle 18 (M-18) dominan muchos aspectos de la vida y deciden quién vive y quién muere.

Muchas chicas son sacadas de sus familias y obligadas a trabajar como empleadas domésticas o a prostituirse, pero las más bellas son retenidas para el uso personal de los pandilleros.

“En mi caso, pude negociar con la pandilla. Les pagué $2500 dólares y la dejaron tranquila. Tuve que tomar un préstamo. Yo solo gano $75 dólares a la semana, y la pandilla ya se adueña del 20 por ciento de eso. Ellos se adueñan de un por ciento del sueldo de todos. Así es la vida en El Salvador, y si no lo aceptas, no vives. Es así de sencillo.

“Yo tengo dos hermanos que se mudaron a los Estados Unidos y se hicieron ciudadanos estadounidenses hace muchos años. Tengo una esposa y tres hijos. No puedo darles un futuro en mi país. Tampoco logro mantenerlos a salvo. Quiero tener lo que tienen mis hermanos: un trabajo, seguridad y futuro.

“Me temo que porque estoy aquí y no le envío el dinero a la pandilla todas las semanas, mi familia no esté a salvo. Si no puedo lograr entrar a los Estados Unidos, regresaré a El Salvador para poder intentar, al menos, proteger a mi familia”.

 

Ricardo: “Para El Salvador nunca más”

“Me llamo Ricardo. Tengo 33 años.

“Mataron a mi padre con un machete, en frente de mí. Ellos querían que yo lo viera. Él se negó a trabajar para la pandilla y eso fue lo que le sucedió. Las pandillas han matado a mis vecinos, a mis primos y temo por mi propia vida. En una ocasión fui secuestrado, pero me escapé. Pero no habría vivido mucho si me hubiera quedado en El Salvador. Cuando me enteré de la caravana, me uní a ella inmediatamente.

“Vengo de un pueblo rural -Usulutan. Tengo esposa e hijos, pero no puedo mantenerlos. “Durante los últimos dos años hemos vivido con $4 dólares diarios, recolectando metal de los basureros y trabajando en cultivos de café.

“Planeo ir a los Estados Unidos para conseguir un trabajo y luego mandar a buscar a  mi esposa e hijos. Si no me es posible ir a los Estados Unidos, me quedaré en México y haré una vida aquí. Nunca más regresaré a El Salvador bajo ninguna circunstancia. Esa no es una opción.

“Me dijeron que sería muy difícil ingresar a los Estados Unidos, casi imposible. Pero voy a esperar uno o dos, e incluso tres años. Prefiero esperar, a volver. He viajado durante un mes entero. Estoy enfermo, tengo ampollas en los pies y no he comido en días. Pero, me siento más seguro aquí en este campamento que como me sentía en mi casa”.
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*Ken Alexander es un fotógrafo y periodista independiente de Woods Hole, Massachusetts, EE.UU. Puede ser contactado en: [email protected].

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