Municipalidad de Molina, Chile y el maltrato animal
Por Andrés Kogan Valderrama
HAVANA TIMES – Cuesta creer que en pleno año 2024 y en medio de múltiples escándalos de corrupción en distintas municipalidades a lo largo de todo Chile, haya también administraciones locales que implícitamente fomenten el maltrato en sus comunas, pasando a llevar derechos básicos, que uno pensaría debieran ser garantizados por todas las autoridades del Estado, sin excepción alguna.
Es el caso de la Municipalidad de Molina y de la alcaldesa Priscilla Castillo, quien junto a los concejales Cristian Aguilera y Francisco Valdés, no se les ocurrió nada mejor que inaugurar un canódromo el pasado 17 de febrero, lo que generó una inmensa reacción de distintas organizaciones, y que el concejal Cristian Martínez junto a la Agrupación Esperanza Animal de Lontué y de rescatistas de perros galgos, interpusieran una denuncia en fiscalía por los delitos de abuso animal, apuestas fuera de la ley y la utilización de fondos públicos en esta actividad (1).
De ahí que si bien en Chile, a diferencia de algunos Estados en el mundo (Estados Unidos, Argentina, Uruguay, Panamá, Portugal), no están prohibidas las carreras de galgos, sí existe la Ley N° 21.020 sobre Tenencia Responsable de Mascotas y Animales de Compañía (2), la cual sanciona a quienes ejerzan maltrato animal, lo que puede ayudar para frenar este tipo de prácticas violentas y aberrantes, que se disfrazan de tradiciones.
Ante todo esto, a la alcaldesa Priscilla Castillo no le quedó otra que lanzar un comunicado (3), el que señala que no fue una iniciativa municipal lo del canódromo y que en la inauguración estuvieron viendo el estado de los perros, ya que como municipalidad tienen un compromiso con el bienestar animal, lo que parece un mal chiste de su parte, ya que existe suficiente evidencia que muestra los daños que sufren los galgos con las carreras, que van desde problemas en la cadera, dentaduras quebradas, consumo de drogas, altos niveles de estrés, abandono, sacrificio (4).
En consecuencia, el comunicado solo busca limpiar la imagen de la alcaldesa, en vez de hacer una condena explícita y contundente al maltrato animal que genera este tipo de prácticas a los perros, lo que no hace otra cosa que terminar validando la existencia de canódromos que no debieran existir en Molina ni en ningún lugar de Chile, ya que atenta contra la vida y genera un sufrimiento a galgos, por el capricho y el lucro de algunos.
En otras palabras, la alcaldesa Priscilla Castillo pareciera no entender en el momento que nos encontramos como país y a nivel mundial, en un contexto de crisis climática, en donde el cuidado de la Naturaleza y de los animales no humanos es clave, por lo que no basta solo con generar comunicados, ordenanzas municipales o programas sobre tenencia responsable, sino cambiar la mirada y la forma como nos relacionamos con otros seres vivos.
Por lo mismo, no se trata de fundamentalismo animalista o de mascotismo urbano, como a los sectores más conservadores les gusta señalar de manera irónica y despectiva cuando alzamos la voz contra prácticas de maltrato animal como las carreras de galgos, el coleo, el caneo, corridas de toros, el testeo animal, sino de dejar atrás un especismo capitalista, que quiere ponerle precio a todo, incluso la vida de algunos seres.
Dicho lo anterior, que este año 2024 de elecciones municipales en Chile, sea un momento que nos sirva para no solo exigirles a las y los candidatos un comportamiento transparente e íntegro en sus vidas y con los dineros públicos, dado todo lo que se ha sabido en el país, sino también una empatía y sensibilidad con el sufrimiento de otras personas, que incluya a nuestros hermanos menores, que sienten al igual que nosotros.
Solo así construiremos sociedades más amables y respetuosas con el entorno, que pareciera que aún no nos damos cuenta de que somos parte y dependemos de él, reproduciendo así sistemas de vida que no les importa en lo más mínimo el sufrimiento, como el dolor de miles de perros galgos, porque a alguien se le ocurrió en algún momento de la historia, que estaban condenados a competir y a ser una fuente de ingresos para un pseudodeporte como este.