México, entre la geopolítica y los retos de la integración latinoamericana

Discurso del presidente Lopez Obrador durante la VI Cumbre de la CELAC. Foto: Gobierno de Mexico

Por Carlos Manuel Rodríguez Arechavaleta

HAVANA TIMES – La recién concluida VI Cumbre de Estados Latinoamericanos y del Caribe (Celac), en la Ciudad de México, ha generado diversas lecturas.

En primera instancia, pareciera un intento de la Cancillería mexicana por liderar una integración regional desde una perspectiva progresista al coincidir con la orientación narrativa del Gobierno de la 4T, es decir, el discurso del presidente Andrés Manuel López Obrador ha sido explícito en su relectura nacionalista de la historia patria y su ofensiva contra los gobiernos neoliberales precedentes.

Además, durante los años del priismo hegemónico en los 70 y 80, presidentes mexicanos intentaron construir alianzas progresistas en la región bajo el liderazgo de México, aprovechando las tendencias geopolíticas de la integración tercermundista postcolonial.

Por otro lado, la centralidad de Cuba en la celebración de la Independencia Nacional, incluyendo la propuesta de declarar a la Isla la “nueva Numancia” y Patrimonio de la Humanidad, reflejan la afinidad ideológica por la Revolución Cubana de López Obrador, a pesar de la desgastada credibilidad internacional de su Gobierno por la respuesta represiva a las manifestaciones populares del 11 de julio.

En días recientes, el Canciller Marcelo Ebrard había reconocido que el modelo de la Organización de Estados Americanos (OEA) estaba agotado, pues era el reflejo de un diseño de hegemonía geopolítica.

En sus palabras, “se acabó la guerra fría, pero surgió la supremacía de Estados Unidos, siguió la batalla en contra de cualquier opción que no les pareciera”. La intervención en el ‘golpe’ de Bolivia y el bloqueo a Cuba, a pesar de los 184 votos en Naciones Unidas, lo demostraban.

El objetivo de la cumbre será construir un nuevo acuerdo entre América Latina y el Caribe con Estados Unidos y Canadá, respecto a “cómo se deben organizar ahora las América.”

El mensaje preciso de Ebrard fue que el objetivo no está en la OEA, sino en la relación con Estados Unidos. Los objetivos de la Cumbre CELAC para el Gobierno de México rebasan la refundación de un organismo interamericano de cooperación y desarrollo regional.

Acertadamente, desde mi punto de vista, México está mirando los riesgos a mediano y largo plazo de la creciente hegemonía geopolítica de China frente a una América dividida y débil económica y comercialmente.

En esta dirección es fundamental el discurso del presidente mexicano, el 24 de julio pasado, en el 238 Aniversario del Natalicio de Simón Bolívar.

En dicho evento, López Obrador reconoce el pasado injerencista de la potencia del norte en la región, y el agotamiento de un modelo de relación con América Latina basada en la integración o la oposición defensiva frente a EE. UU. Por ello propone a los países de la región dialogar y persuadir a los gobiernos estadounidenses de que “una nueva relación es posible”. Es decir, una nueva convivencia entre los países soberanos de América.

El momento es oportuno, según el líder mexicano, dado el crecimiento desmesurado de la economía China en los últimos treinta años y la creciente necesidad de alianzas en América.

El reto para los países latinoamericanos es “fortalecernos económica y comercialmente con América del Norte y todo el continente”, de ahí la propuesta de construir un organismo semejante a la Unión Europea, “pero apegado a nuestra historia”.

Concretamente, la propuesta de Obrador para los gobiernos latinoamericanos es trabajar en una integración productiva con proyección social que permita una “modernización desde abajo”, basada en los principios de no intervención, autodeterminación, cooperación y no sometimiento por ningún medio.

Solo así podrá América Latina lograr una integración soberana con Estados Unidos y Canadá a fin de recuperar el terreno perdido frente al crecimiento imponente de la economía China, y el logro de una geopolítica sin hegemonía en el futuro.

He ahí el objetivo estratégico de la Cancillería mexicana al entregar la presidencia protempore de la Celac: lograr una integración interamericana que fortalezca económicamente a EE. UU., y permita un equilibrio en la geopolítica internacional sin hegemonía de ningún país.

Sin embargo, las presiones del realismo político han jugado un papel importante en el diseño de esta estrategia. Días previos a la Cumbre se celebró en Washington el Diálogo Económico de Alto Nivel entre los gobiernos de EE. UU. y México. En este se creó un nuevo marco estratégico para la relación bilateral y “las herramientas para una prosperidad futura” basada en una alianza estratégica de apoyo a EE. UU. en su lucha de largo plazo contra China y Rusia.

Según un documentado periodista mexicano, en esta nueva guerra fría digital ya México tomó partido, al comprometerse a “apoyar una compatibilidad regulatoria y la mitigación de riesgos en temas relacionados con las tecnologías de información, comunicación, redes, ciberseguridad, telecomunicaciones e infraestructura”.

No obstante, la Cumbre Celac evidenció la magnitud del reto de la integración latinoamericana al persistir importantes diferencias en la concepción del desarrollo, la integración comercial y, sobre todo, la posición frente a los temas de la democracia y los derechos humanos.

La posición frontal de ciertos gobiernos de derecha frente a regímenes autocráticos como Cuba, Venezuela y Nicaragua, y la reticencia de ciertos progresismos a la libertad de mercado y comercio podrían ser frenos importantes a la innovación productiva, tecnológica y al mercado común interamericano.

Los componentes liberales de la economía y la democracia suelen ser incompatibles con las actuales autocracias regionales, y sin valores compartidos sobre los derechos y libertades civiles, políticas y sociales le será imposible a cualquier cancillería lograr el sueño de Bolívar.

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