¿La Habana Vieja o la vieja Habana?

Por Gaby Rabassa

Grupo turístico. Foto: Juan Suárez
Grupo turístico. Foto: Juan Suárez

HAVANA TIMES — Muchos forasteros ansían visitar la Habana Vieja y la mayoría de los cubanos también. Anualmente millones de extranjeros caminan sus adoquines, gozan de sus mejores ofertas, hoteles, riquezas. La encontramos en guías, páginas webs, clasificada de exótica, interesante: un lugar para visitar al menos una vez en la vida. Esa es la Habana Vieja, la bella Habana.

Fundada en 1519 como San Cristóbal de La Habana en honor al santo patrón La Habana, debe su nombre  al cacique Habaguanex que controlaba la zona en los años precedentes a la colonización. Es actualmente nuestra capital, la ciudad más poblada de Cuba y el Caribe insular con 2 125  320 habitantes (2015).

Su historia es tan antigua como su arquitectura. Cuenta con un Capitolio que refleja -aunque una magnífica edificación neoclásica- la dominación imperialista de la época, una Catedral, un Malecón, un Teatro que en sus primeros años fue considerado una de las construcciones más bellas del mundo, nombrado Tacón inicialmente, un Morro, una Plaza, un Palacio de la Revolución, que muestra sus heridas desde el asalto de los revolucionarios para derrocar la tiranía “Batistiana”.

En 1982, su Centro Histórico, fue nombrado por la UNESCO “Patrimonio de la Humanidad” y actualmente ha sido galardonada con el monumento que la identifica como una de las “New 7 Wonders Cities”.

Pero mi Habana, mi vieja Habana, no sale en fotografías y solo es visitada para descubrir y exhibir sus derrotas. Mi Habana de sudores y riesgos, de ruidos no solo en los horarios picos, de rostros que limpian su agonía con una sonrisa. Aquella que monta un “bembé” (ritual, fiesta popular de origen africano caracterizado por toque de tambores) al lado del Hotel “Inglaterra” o que pone un zinc, a la vista del curioso, porque falta un cristal y ya hay suficiente madera en la “barbacoa” (pequeña habitación de madera, construida como un segundo piso en las casas antiguas de puntal alto).

Mi Habana de “yumas” (se le llama así, vulgarmente, a los extranjeros, principalmente norteamericanos) y “jineteras” (prostitutas) de “bicitaxis” (triciclo que funciona como taxi, impulsado por una persona que pedalea llevando 2 pasajeros detrás)  y “ruteros” (ómnibus más pequeños que sustituyen a los taxis por menos precio). Mi Habana de niños pobres y ricos, de guaguas (ómnibus) particulares y “camellos” (antiguos ómnibus con 2 lomas en el techo simulando un camello) hacinados. De borrachos sentados en la escalinata de la Universidad o junto al Árbol de la Fraternidad. De gentes, de personas, de cubanos, de habaneros que ensalsan la cotidianidad con la rumba.

La Habana que cuelga helechos de edificios semi-derrumbados y húmedos. Que nunca duerme porque hay que rellenar los tanques con agua potable a las 3 de la mañana.

Mi Habana oculta, “chusma” (personas o lugares vulgares), arrugada, maltratada, sucia. Mi Habana muerta y resucitada más de mil veces.

Mi vieja Habana que bajo el Sol ardiente de Cuba, me hace levantar el índice con expectativas de un taxi y que en cinco segundos, me hizo formular esta crisis existencial en mí, cuando el chofer del “almendrón” (Chevrolet de los años 40-50 que son la mayoría taxis en la actualidad)  me gritó: ¿Habana vieja?

2 thoughts on “¿La Habana Vieja o la vieja Habana?

  • Rico en encuriosidades, repleto de lecciones jergales y abarrotado de adjetivos, me encantó; al autor, doy felicitaciones, y gracias por regalarme, aunque indirectamente, este tour tan interesante y bien elaborado sobre mi habana vieja;

    Salduso desde Cuba

  • Felicidades, he leído este post muy emocionada, pensando en mi padre y su Habana vieja donde vivió su abuela y de la que nunca dejó de hablar con la nostalgia que hace que duela el alma y a la que nunca mas volvió a ver.

    Gracias por tan sentido tributo.

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