La burla de Ortega y Murillo en La Haya
La peor dictadura latinoamericana se erige como acusadora de Alemania y adalid de los palestinos
Por Gioconda Belli (Confidencial)
HAVANA TIMES – Me ha asaltado la duda a la hora de escribir estas líneas. ¿Acaso escribir sobre la autopropaganda que pretende hacerse el régimen nicaragüense, no es hacer precisamente lo que persigue? Pienso que no cuando se trata de denunciarlo. Una nación que no sigue ninguna norma del derecho ni nacional, ni internacionalmente, que se ha encerrado en su geografía para hacer exactamente lo que se le viene en gana, ¿a santo de qué va a la Corte Internacional a montarle un juicio a Alemania por su apoyo a Israel?
Un número nada irrisorio de países ha armado y apoyado a Israel desde su creación en mayo de 1948. Lo que ha terminado siendo una cruel y desmedida matanza y destrucción de la franja de Gaza y el pueblo palestino, ¿acaso no es congruente con la política hostil y de ocupación que Israel viene ejecutando en Gaza y Cisjordania? La guerra de exterminio que están llevando a cabo como represalia por los inaceptables ataques de Hamas del 7 de octubre, tiene claros antecedentes. La voluntad de Israel ha sido desde el inicio, la de forzar a los palestinos fuera de ese territorio que las Naciones Unidas acordó se dividiera en dos Estados. Que la comunidad de naciones no haya reaccionado antes ha culminado en la tragedia que estamos presenciando.
Pero voy a lo que venía, a la pretensión de Ortega y Murillo de usar el tribunal de La Haya para demandar a Alemania, uno más entre la variedad de países que han suplido armas a Israel. Se trata claramente de una acción de propaganda del régimen. Aislados por su propio designio, Ortega y Murillo quieren proyectar altura moral frente al mundo, aparecer como adalides del pueblo palestino.
Desde que el pueblo nicaragüense se rebeló contra ellos en 2018, no han hecho más que seguir un único guion: el de presentarse como víctimas, una vez más, del imperialismo estadounidense. En la mente maquiavélica que dirige su discurso y su propaganda, ellos han luchado denodadamente por recuperar la posición que Nicaragua y el Gobierno de Ortega tuvo en los años ochenta durante el Gobierno de Ronald Reagan. Esa Administración sí atacó a Nicaragua financiando la guerra de la contrarrevolución.
En ese tiempo, nuestro pequeño país ocupó la atención internacional, los titulares de los más importantes diarios. Era el pequeño país, David contra Goliat, que recibió la solidaridad de gente de todas partes, de Alemania sin duda y de gran número de ciudadanos estadounidenses. Ortega y Murillo han querido volver a esos escenarios. Ortega que tan digno y justiciero aparecía desafiando al imperio (mientras en su casa abusaba sexualmente de su hijastra) se ha sentido muy cómodo reeditando, a partir del ataque a su propio pueblo en 2018, la retórica antimperialista.
Siempre mediocre y mal orador revivió el discurso que ya se sabía, solo que esta vez lo usó de burda excusa, para atacar a todo nicaragüense que se atrevió a desafiar su voluntad de enquistarse en el poder, no sólo él, sino toda su familia. Esta vez Ortega reinventó la contrarrevolución de los 80 acusando a sus críticos y adversarios políticos de títeres del imperio. De abril a julio de 2018, la “operación limpieza” que llevó a cabo revivió la historia de tiranías criminales en el país. En esos meses y hasta el día de hoy, Nicaragua vive un constante e indetenible asedio del régimen a sus ciudadanos.
Es un asedio contra el que no hay defensa pues la pareja lleva a cabo una guerra diaria respaldada con las armas y la fidelidad perruna del Ejército y la Policía. Su poderío represor incluye el espionaje, un sistema judicial a su servicio, una Asamblea servil, y un aparato de comunicación que, sin empacho, manipula la realidad para que ésta se ajuste a su constructo de Gobierno asediado por el imperio. Es escalofriante escuchar la sistemática retórica de Rosario Murillo en sus diarias alocuciones. Cualquiera que sabe algo de propaganda se percata de la repetición incesante de la mentira de que en abril quienes ocuparon las calles intentaban robarle la paz al país y eran maleantes, víboras, murciélagos pagados por el imperio.
La última joya de ese rosario es nombrar abril como “Mes de la paz”, irrespetando la memoria de cuantos fueron asesinados por los paramilitares armados por ellos y todos los que se han convertido en víctimas de sus abusos, pagando su divergencia con prisión, destierro, pérdida de su personalidad jurídica, confiscaciones, impuestos leoninos, prohibiciones, cierre de empresas y medios, descabezamiento de parroquias o la obligación, en el caso de los empleados públicos, de sometimiento absoluto a su régimen de terror.
Que siendo como son, obviando los más de trescientos muertos de abril y a la vista y paciencia de todos los que hemos sufrido y sufrimos sus fechorías, se erijan como acusadores de Alemania y adalides del pueblo palestino es no sólo una burla para los nicaragüenses, sino una expresión más de la perversa manipulación mediática con la que sustentan lo que es hoy la peor dictadura latinoamericana de las últimas décadas. Menos mal que, a estas alturas, sólo ellos se creen sus propios cuentos. Es el destino de los tiranos. Quien hace tanto mal, ya no tiene la facultad de hacer el bien. Su mal atraviesa las máscaras del engaño. Lamento el tiempo del Tribunal, el dinero del Estado que se gastará y el trabajo de su siempre fiel abogado Carlos Argüello.