Festival de Santa María, sonado fracaso

Promovido por la primera dama cubana

Foto de una promoción del Festival: OnCuba

Si no te pueden garantizar el pan diario y el agua potable, participar en esta tomadura de pelo y estafa es de gente demasiado ingenua.

Por Francisco Acevedo

HAVANA TIMES – El Santa María Music Fest fue inaugurado el jueves 17 de agosto y, a pesar de que los artistas participantes se lo tomaron bastante en serio y dieron su mayor esfuerzo, no se puede hablar de otra cosa que de fracaso, por las ausencias y por el caos organizativo.

De entrada, preparar el evento, supuestamente el más importante de la cultura cubana este año, en un cayo remoto en el oriente del país, es un despropósito.

Con las dificultades que atraviesa la nación, entre ellas la falta de combustible, pretender desplazar a una masa importante de personas a miles de kilómetros es cuando menos una meta temeraria.

En La Habana, por ejemplo, la salida estaba prevista para las 7:00 de la mañana y era el mediodía y todavía la mayoría no había salido de la capital.

En el fondo se trata de cómplices en la pantomima oficial para mantener la misma dirigencia y dar una imagen de naturalidad mientras un millar de personas siguen presas por pedir libertad en julio de 2021 -y otros cientos lo estaban con anterioridad o fueron detenidos posteriormente-; pero esos cómplices tienen sus derechos por haber pagado los paquetes, que no eran baratos en muchos casos.

En pos de garantizar la pasividad se lanzaron ofertas por solamente 11 600 CUP por las tres noches, cuando eso es lo que cuesta una sola en tiempo normal. Eso hizo que se sobrevendieran muchas habitaciones y cuando llegaron al exclusivo cayo fue por gusto, porque no les dieron entrada. Denuncias en directas por la pésima atención, decenas de personas tiradas en los lobbies, se multiplicaron.

Si no te pueden garantizar el pan diario y el agua potable, participar en esta tomadura de pelo y estafa es de gente demasiado ingenua.

Sin garantizar la logística mínima la compañía Gaviota, el brazo económico y turístico del Grupo de Administración Empresarial, SA (Gaesa) del Ministerio de las Fuerzas Armadas (Minfar) de Cuba, se lavaba las manos y nadie les daba una explicación a los ciudadanos.

En el Santa María Arena, espacio donde se montaron los escenarios, los artistas intentaban complacer a los pocos privilegiados que lograron acceder allí, muy por debajo de lo que eran las aspiraciones de los organizadores, porque de cualquier manera esto es un evento exclusivo, no por los artistas invitados, sino por lo prohibitivos de sus precios para el cubano de a pie.

Entre los convocados estaban los cubanos Isaac Delgado, Divan, Alex Dubai, Charly & Johayron y Laritza Bacallao, la boricua Carma Carmona, la dominicana Yailín “La más viral” y el mexicano Tekashi 6ix9ine, entre otros.

Muy polémica resultó la presencia del cantante cubano Lenier Mesa, quien al final no actuó en el Festival, porque juró y perjuró que nunca más participaría en nada relacionado con la dictadura.

“Yo voy a ir a Cuba cuando el pueblo me vaya a ver a mi concierto, cuando tenga el refrigerador lleno de comida, tenga su carrito para poder ir a mi concierto”, dijo Mesa en el pasado cuando se le preguntó en una entrevista si participaría en el festival cubano.

Ante la controversia, Lenier le aseguró al influencer Alex Otaola que su viaje a la isla era para visitar a su abuelo que se encontraba enfermo y que solo pasó al lugar para saludar a su amigo Tekashi.

No obstante, diversas fuentes indicaron que al artista (coautor del tema ¡Que se vayan!, divulgado poco después del 11-J) no se le vio en Mayabeque, su provincia natal, con familiares o amigos cercanos; sino que se mantuvo en el hotel del cayo.

Como mínimo de doble moral es el discurso de este cantante, uno de los más populares de Cuba, porque sabía claramente que su imagen iba a ser utilizada para promocionar el fallido evento.

En un país donde el Gobierno es el dueño de todo, pero no quiere asumir responsabilidad en resolver ningún problema, llama la atención que él venga y lo dejen entrar, cuando llamó “singao” a nuestro presidente Miguel Díaz-Canel.

Pocos días después de “celebrar” el cumpleaños de Fidel Castro llegó esta farsa promovida nada menos que por la esposa de Díaz-Canel.

Pero qué se puede esperar de una administración, por llamarle de modo decente, que solamente en el mes de junio se gastó más de 37 mil dólares en comprar productos a Estados Unidos, entre ellos azúcar y café, dos renglones en los que estuvimos entre los principales exportadores del mundo en el pasado, a pesar del bloqueo.

¿Dónde está la tan cacareada soberanía cubana, la independencia con la que soñó José Martí? Esta cifra incluye solamente lo que invirtió el Gobierno, sin contar lo que importan las Micro, Medianas y Pequeñas Empresas (MiPyMes) por su cuenta.

Esto no importa, se puede organizar un Festival con ínfulas de grandeza aunque no exista Internet ni suministro eléctrico de manera regular en Cuba, que está muy lejos de recuperarse de la pandemia de Covid-19 y está incluso peor con la Tarea Ordenamiento y la bancarización acelerada sin que existan las condiciones mínimas para hacerlo.

Claro que el oficialismo o el vicepresidente Manuel Marrero, exministro de Turismo recordemos, pueden salir a echar pestes sobre la campaña mediática para presionar a músicos de otras latitudes y que no viajasen a Cuba, como es habitual; pero como cubano siento que quienes se prestan a estas lavadas de cara merecen el repudio internacional. Repito, como cubano prefiero tener menos entretenimiento y más comida, más dignidad y más libertad y derechos.

Me respeto mucho personalmente para gastar un centavo en estos eventos cuando tengo necesidades más urgentes que resolver, pero si usted goza de privilegios o se lo paga un familiar desde el exterior es entendible que asista, de ahí en adelante es entre usted y su conciencia.

El Santa María Music Fest se dio; una victoria, dirán los papagayos del régimen, que sacarán pecho una vez más sin importar que -no yo que no me gasté un centavo-, cientos de cubanos que sí lo hicieron, se quedaron con las ganas y fueron tratados como basura. Entonces, no se puede hablar de otra cosa que de sonado fracaso.

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