El fraude en seguridad de la dictadura de Nayib Bukele
Por Andrés Kogan Valderrama
HAVANA TIMES – Quién podría dudar que nos encontramos en un momento crítico en América Latina y el Caribe en lo que respecta a un aumento del crimen organizado y de grandes bandas delictuales. Los Estados son cada vez más vulnerables, ya sea por la corrupción interna como por su incapacidad de dar una respuesta certera y democrática, dentro de un contexto que tiene aterrorizados a millones de personas en la región y que demanda respuestas desde la política urgentemente.
De ahí el nombre de Nayib Bukele es el más mencionado por los grandes medios de información y por sectores de extrema derecha. Se presenta como el gran salvador a los problemas de seguridad de la región, luego de revisar las cifras de El Salvador, que muestran una baja sistemática en las tasas de homicidios, convirtiéndolo en el país con las cifras más bajas de América Latina y el Caribe (1).
Es así como se repite y se repite hasta el cansancio la idea del modelo Bukele y la posibilidad de aplicarlo en el resto de los países de la región. Es como si el actual presidente de El Salvador haya inventado una varita mágica para darle paz a las y los ciudadanos y que solo bastaría con replicar sus políticas de persecución del delito y seguir paso a paso su manual.
No obstante, el problema de aquello es que esa baja sorprendente de los homicidios de Bukele no tiene ninguna relación con algún tipo de política preventiva, fortalecimiento de la inteligencia policial, recuperación de los espacios públicos, fortalecimiento de la organización comunitaria o mejoramiento de la calidad de vida de las y los salvadoreños. Es simplemente una política brutal de detenciones, encarcelamiento y tortura a cualquiera que sea definido arbitrariamente como sospechoso.
Sus defensores podrán decir que Bukele ha desarticulado a las pandillas, pero a costa de aterrorizar a la población y una violación sistemática de los derechos humanos. Muchos de los encarcelados están injustamente privados de libertad, como bien han reportado distintos organismos internacionales como Human Rights Watch y Amnistía Internacional. Han entregado suficiente evidencia para desmitificar el supuesto modelo exitoso de seguridad de El Salvador (2).
Asimismo, está lo suficientemente documentado que esa desarticulación de las maras tiene relación con un corrupto pacto entre Bukele y esas organizaciones criminales, el cual terminó el 2022, dejando en 72 horas 87 personas muertas, dentro de un régimen de excepción, el cual se llevó la vida de muchas personas que no tenían ninguna relación con las pandillas, siendo asesinadas solamente por ser sospechosas (3).
Por otro lado, Bukele podrá tener una alta votación en las últimas elecciones y que la mayoría de las y los salvadoreños prefieran en la actualidad renunciar a libertades básicas para caminar más tranquilos, pero es un arma de doble filo. Es el comienzo de una nueva dictadura, en donde la corrupción de sus instituciones y la concentración del poder está atentando a mínimos democráticos básicos, en donde leyes mordazas y persecución a la disidencia ha ido cada vez más en aumento (4).
Es lo planteado por el fundador del medio de información de El Salvador El Faro, el periodista Carlos Dada (5), quien señala como Bukele se ha dedicado a violar la constitución una vez tras otra para controlar así la Asamblea Legislativa, el poder judicial y presentarse indefinidamente como candidato a presidente, al más estilo autócrata de Vladimir Putin, Daniel Ortega o Nicolás Maduro.
Pero claro, a la ultraderecha regional no le importa que Bukele esté construyendo una dictadura, ya que el dictador de El Salvador pasó a ser parte del club de los conspiranoides, llegando a decir que le es muy sospechosa la Agenda 2030 de la ONU (6) y el rol de George Soros (7), reproduciendo así un discurso anti derechos. También realizan apoyan prácticas discriminatorias concretas, como la eliminación del lenguaje inclusivo en las escuelas, sumándose al coro reaccionario contra la llamada ideología de género (8). En consecuencia, los aparentes números positivos en seguridad de Bukele solo encubren un fraude de un dictador que cree que puede decir y hacer lo que quiera en El Salvador, que merece tener autoridades serias, libres de corrupción y que no violen los derechos humanos en nombre de una guerra contra el crimen organizado, que solo empeora las cosas y nos denigra como personas
«barita mágica» ¿Una barita?
Gracias por encontrar el error con «barita». Ya esta corregido.