La defensa de Maduro ante el juicio final de su día D

Por Vicente Morín Aguado

Carlos Vives en el concierto Ayuda Venezuela que tuvo lugar por 6 horas y medio hoy en el puente fronterizo de Cúcuta, Colombia y Venezuela.

HAVANA TIMES – Los opositores del presidente Nicolás Maduro, por la voz del otro presidente de Venezuela, Juan Guaidó, fijaron para este sábado 23 de febrero la entrada de una ayuda humanitaria que, de realizarse, quebraría la actual dualidad de poderes en el país del Orinoco, dándole al representante de la actual rebeldía nacional una ventaja en la pugna por el poder.

Nicolás Maduro se aferra al poder, apelando a dos argumentos básicos, cuyo análisis nos demuestra lo engañosa y relativa que suele ser la verdad:

Primero, la supuesta legitimidad, cuyo principio son las elecciones que dieron a Maduro la presidencia, cuando la mayoría de sus opositores se retiraron de la contienda, considerando que no había garantías para un acto que exige la igualdad de oportunidades entre los contendientes.

La votación tuvo lugar, inclusive, con un candidato opositor muy criticado, Henry Falcón, convertido en el esquirol de aquella huelga electoral multitudinaria, cuya realización significó de todos modos un signo político que Maduro nunca debió sobrevalorar, porque ganó legalmente, pero con solo una cuarta parte del pueblo venezolano a su favor.

Si sumamos la derrota de los chavistas en las elecciones a la Asamblea Nacional (2015), más del 60 % en su contra, es obvio que aunque refrendado por las leyes del país, Nicolás Maduro gobierna probadamente con mucho menos del 50 % de la aceptación de su pueblo.

Agravada la crisis económica que era evidente desde años atrás, no es sorpresiva la actual rebelión masiva popular, factor determinante en cualquier análisis político del problema.

¿De qué vale una proclamada y hasta legalmente probada legitimidad, cuando el pueblo se mantiene en las calles exigiendo el final de los llamados legítimos?

La rebeldía del pueblo, auténtico soberano de un país, constituye fuente de nueva autoridad, la historia lo demuestra con creces. Si algún lector tiene dudas, preguntarle a George Washington, Juan Jacobo Rousseau o al mismísimo Fidel Castro, paradigma de la izquierda latinoamericana, quien borró con su accionar la muy auténtica Constitución cubana de 1940, que en histórico juicio ante su declarada rebeldía juró restaurar.

Estamos ante la falacia de un reclamo legal que se enfrenta a millones de personas clamando lo contrario, es irrelevante, pues, el reclamo, deciden los ciudadanos.

Paralelo al argumento analizado, como una humareda en torno a inminente entrada de la ayuda humanitaria, la izquierda internacional, desde Venezuela con Maduro a la cabeza, nos ofrecen estadísticas rigurosamente válidas, al comparar cuánto valen las toneladas de alimentos y medicinas recolectados por los venezolanos, frente a una cifra muy superior representada por los fondos que el Estado deja de recaudar debido a las sanciones económicas impuestas, fundamentalmente por Estados Unidos y varios países de la Unión Europea.

No hay objeción posible ante las estadísticas, pero nuevamente la verdad se muestra falacia, porque lo que está en juego no son unos cuantos contenedores cargados de productos de primera necesidad, el asunto es político, se trata de quebrantar definitivamente una autoridad estatal, sostenida ahora por la fuerza de las armas como último recurso, de hacer valer definitivamente el desacato masivo ante la mala administración del Gobierno.

La situación creada bien justifica la ayuda humanitaria, grande o pequeña, son los venezolanos en las calles quiénes deciden su presente y su futuro.

Si las fuerzas armadas reprimieran al pueblo, mayoría en contra, estarían negando su propia existencia constitucional ante la nación que con su trabajo las nutre.

Lamentablemente se plantea el recurso extremo de hacer pasar la ayuda con el apoyo de una intervención militar extranjera indeseable y contraproducente.

Cuba es precisamente el más claro ejemplo de cuánto se gana en política apelando al patriotismo ante una amenaza exterior, la paradoja es que en el caso cubano, al cabo de sesenta años jamás se han enfrentado armas en mano nacionales y estadounidenses. Ha bastado con la amenaza para justificar el fracaso interno y seguir adelante la aventura política.

Significativamente los pocos gobiernos comunistas que han logrado cierto éxito económico, Viet Nam por ejemplo, lo han conseguido distanciándose del discurso furibundo antimperialista de Fidel Castro y sus ahijados, el predilecto Hugo Chávez. Maduro es apenas una criatura de ambos.

Se aplaude un posible diálogo en Caracas, pero las realidades no pueden ser soslayadas en una mesa de negociaciones: inflación galopante, producción petrolera al más bajo nivel histórico en la primera reserva del planeta y los inmigrantes se cuentan por millones.

El Gobierno está en bancarrota.

Mientras tanto se escuchó hoy en Cúcuta los acordes previos de la música, cuando en la parte colombiana del puente Tienditas se juntaron Juanes, Maná, Fonsi, Paulina, Vives, Nacho, El Puma, Montaner, Sanz, Maluma, y muchos nombres célebres que apuestan por el pase de la ayuda humanitaria y la paz interior en el país del Maracaibo.

¿Tantos cantores estarán equivocados?

Vicente Morín Aguado: [email protected]