El Movimiento “Makers” avanza en Cuba

Por Rachel D. Rojas (Progreso Semanal)

HAVANA TIMES – La receta ha tenido sus variaciones. De los tradicionales “hace-de-todo” a los “makers” hay un buen tramo tecnológico recorrido. A la combinación de creatividad, respuestas ágiles y eficientes, automatización de procesos, producción local, interdisciplinariedad y emprendimientos solo le faltaba el componente tecnológico para provocar el revolcón de algunos paradigmas: Convertir una idea en un producto concreto, tangible, en pocas horas, desde las propias localidades. Jab al centro del rostro; neuronas a 10 mil revoluciones por minuto.

Las tecnologías de fabricación aditiva, o de impresión 3D, como se le conoce comercialmente, están trastocando los acostumbrados modelos empresariales en comunidades de todo el mundo mediante la reapropiación, por parte de los individuos, de los medios de producción. La manufactura, como actividad económica, se ha trasladado de las grandes fábricas y maquilas alrededor del orbe también hasta pequeños locales de individuos, pequeños grupos de emprendedores y cooperativas.

“Maker es un término acuñado por la revista The Wire. Llamémosle como le llamemos, el movimiento existe en Cuba hace mucho tiempo. Quizás no con este nombre, quizás no dotado con este tipo de herramientas, que son relativamente nuevas, pero el ethos y los principios fundamentales en los que se basa son los mismos que los de los cacharreros, estas personas que saben de todo y arreglan de todo, y que son bastante común en nuestro país”, explica el diseñador Abel Bajuelos Rizo, quien lidera el taller de fabricación digital 3DFab CREARTe.

Se le conoce en el mundo como “Maker Movement”, y aunque ya desde hace algunos años había en Cuba varias personas involucradas con estas tecnologías (y filosofía) en pequeños emprendimientos, no es hasta el actual escenario de enfrentamiento al coronavirus en la Isla que la potencialidad de estos hacedores se ha situado en un primer plano.

Con el también relativamente nuevo —menos de dos años— acceso a plataformas sociales desde los móviles del que disponen cada vez más cubanos, la comunicación y organización en redes fue expedita. En estos grupos “lo primero que salió fue la necesidad que había en el país de caretas y equipos de protección, y nos dimos a la tarea de comenzar a producir caretas para el personal en primera línea: los médicos, las personas en las salas de terapias, técnicos, camilleros, etc”, cuenta Erick Carmona Padrón, ingeniero de 34 años y creador de Alasoluciones, un emprendimiento en la provincia Mayabeque con varias líneas de desarrollo de tecnología aplicada a la producción.

Como ocurrió en otros países, la producción local de estas máscaras en pequeños talleres de varias provincias y municipios fue noticia también aquí. La fabricación de las piezas para los respiradores que necesitaban los pacientes de COVID-19, que no pudieron comprarse a los grandes fabricantes a causa del bloqueo que impone Estados Unidos a Cuba, también.

“Habíamos estado monitoreando lo que había pasado en Italia y España con esta enfermedad, —relata Bajuelos— y con estas redes autogestionadas, organizadas desde la población, que hasta organizaron la logística para distribuir estos equipos de protección. (…) Se creó una dinámica súper ágil y, por ejemplo, cuando nos quedamos sin material, y ya habíamos hecho una buena cantidad de viseras, a través del Ministerio de Industria, con la ONDI, comenzaron a distribuirnos materiales para no parar la producción”.

Para la coordinadora de la Red de Emprendimiento de la Universidad de La Habana, Ileana Díaz, las potencialidades de estas tecnologías en manos de emprendedores son claras como fuente orgánica de innovación y creatividad. “Los emprendedores privados hacen mucho, y podrían hacer mucho más si realmente se les considerara un actor de la economía con todos los derechos y deberes, si realmente se encadenaran con la empresa estatal”, dice.

La investigadora explica que son muchísimas las áreas de impacto. En la construcción, amplía, hay quienes están haciendo maravillas en los acabados sin utilizar cemento y con productos naturales procedentes de nuestro país. Específicamente en el caso de la manufactura aditiva, hay varios ejemplos de piezas necesarias en el sector de la salud, pero también de piezas de repuesto en muchos otros sectores industriales que normalmente tienen que ser importadas. También se puede sustituir importaciones en la producción de alimentos. “Estás viendo una creatividad que no hay que ir a buscar a ninguna parte, la tienes en Cuba”, insiste.

Los ejemplos son numerosos y variados. Erick Carmona comenzó en 2017 con el desarrollo de drones junto al Club de Aviación de Cuba, los mismos con los que se realizaron las primeras tomas aéreas de los municipios habaneros afectados por el tornado de 2019, de los pocos en la Isla que no son importados. También ha realizado varias piezas para conductos de refrigeración, utilizadas en algunas de las obras constructivas del Mariel. “Creo que tenemos muchas posibilidades en el área de automatización de procesos, de las máquinas y herramientas de cortes automatizados”, explica. “Con la automatización de un torno, por ejemplo, se podrían fabricar los yoquis de las direcciones de los carros, que son piezas esféricas y se importan todas actualmente, y que hoy no se pueden hacer en un torno mecánico”.

Eduardo Ernesto Pérez, quien se dedica al diseño y producción digital de partes y piezas, ha hecho repuestos para automóviles, como los arneses de Ladas, piezas para tocadiscos y partes para la elaboración de muebles. Según describe, “muchas veces los clientes necesitan modificar la pieza, o que dure más tiempo, y ahí entonces se modela, se mejora si es posible, y se aplican técnicas de fabricación para asegurar la calidad”.

Por su parte, Abel Bajuelos, también coordinador de la comunidad Makers Bits&Atomos, piensa que ya contamos con una enorme creatividad, con unas dinámicas de consumo en las que aún se recuperan y se reparan objetos, y en un contexto donde la obsolescencia programada no ha causado tantos estragos. “Durante años —dice—, se han buscado soluciones que no parecían tener caminos sencillos. Bueno, pues este conjunto de herramientas podría catapultar todas esas dinámicas a niveles insospechados”.

En definitiva, el movimiento maker es un fenómeno cultural; celebra la experimentación, el acto de compartir, el aprendizaje iterativo a través de comunidades conectadas, en donde el énfasis se pone en la creatividad más que en la crítica. Y Cuba no está exenta de esas experiencias; después de todo, la filosofía detrás de todo este modelo de creación es vieja como el tiempo.

La pregunta, ahora que la tecnología ha empoderado a los antiguos cacharreros, es: ¿Qué sigue? Las posibilidades pueden ser sorprendentes. Si el sistema de producción de máscaras y piezas para los ventiladores pulmonares pudo ser instituido casi de forma improvisada, urgidos por la necesidad de una coyuntura tan específica, imagine cuántas otras barreras podrían ser sorteadas.

Fotos: Cortesía de Abel Bajuelos Rizos.