Convento de Nuestra Señora de Belén de La Habana

Fotoreportaje por Irina Echarry

HAVANA TIMES, 25 enero — Caminar por la Habana Vieja siempre es una buena opción para romper la monotonía. Nunca llegamos a conocer realmente un sitio, cada día puede transformarse lo más común en una sorpresa. Incluso si se camina por las mismas calles, encontraremos detalles, personas, el ambiente diferente.

En la manzana conformada por las calles Luz, Compostela, Picota y Acosta se levanta una bella edificación construida por la orden de los Belemitas.

Las buganvilias que crecen en su entrada y un alto muro impiden apreciar las bellezas que guarda, pero esta vez la lente de la cámara recogió algunas imágenes para que los lectores de HT disfruten el festival de colores que ofrecen los vitrales, sientan la paz del acogedor patio interior y admiren la estatua de la Virgen con San José y el Niño Jesús.

Las primeras obras se comenzaron en 1712 y hasta la actualidad el inmueble ha sufrido cambios, deterioros, transformaciones y reconstrucciones a medida que los diversos anfitriones han requerido para su uso: Belemitas, Jesuítas, el Minint, la Academia de Ciencias. También sufrió varios derrumbes y los estragos de un incendio que afectó importantes zonas como la iglesia y algunos claustros muy antiguos.

Ubicado en una zona de considerable pobreza, en el convento se dedican a ayudar a la gente más desprotegida, más débiles o con menos ingresos: adultos mayores, niños e inválidos de cualquier edad reciben atención directa. Personas que encuentran un lugar donde refugiarse sin dejar de pensar en la lucha por la supervivencia en estos tiempos inciertos.

Un centro de rehabilitación y fisioterapia, una óptica, talleres de artesanía, de canto, de poesía, ganchillo, ejercicios físicos, desayuno en colectivo y sobre todo, contacto humano hacen olvidar la soledad y el abandono a que están destinados generalmente los ancianos. Dentro del local también interactúan niños y abuelos para acercar el interés de los más pequeños a las generaciones mayores.

En esta armoniosa edificación de casi tres siglos e importantes valores arquitectónicos las personas sonríen porque todo está dispuesto para su felicidad, al menos, mientras están dentro del Convento de Belén.