“Cuando el pueblo cubano cambie sus patrones de obediencia por desobediencia…”

Omar López, escritor cubano, es el director de Derechos Humanos de la Fundación Nacional Cubano Americana y presidente del Centro Latinoamericano para la No violencia

Por Lynn Cruz

Omar López

HAVANA TIMES – El Covid-19 ha dejado un mensaje muy claro, al menos para mí: el ser humano tiene que revisar la manera en que se relaciona con su entorno. Se habla del peligro que corren las democracias occidentales.

En el caso de Cuba, ¿crees que este nuevo escenario permitirá un diálogo con el poder o simplemente será aprovechado por este para retomar su autoritarismo?

Omar López: El poder no dialoga, el poder es llevado siempre a una posición en la cual tiene que aceptar la fuerza de su adversario y, por tanto, dicho diálogo suena como una entelequia. El poder va a una negociación cuando siente que no puede imponerse a sus adversarios.

El régimen castrista no dialoga, como ningún régimen autoritario, ninguna dictadura de cualquier corte que sea dialoga con sus adversarios. En este tiempo se ha visto cómo el régimen lo ha aprovechado económicamente con la exportación de médicos y el Estado se queda con el 75% del salario de estos. Políticamente ha incrementado la represión, digamos que la medida más común que existe ahora contra los activistas en Cuba es “Propagación de pandemia”.

Es decir, que esta especie de estado de sitio, ley marcial, como se le quiera llamar, que ha generado el coronavirus en muchos lugares del mundo, el régimen lo utiliza para atacar a sus opositores políticos, pero, sobre todo, a la prensa independiente.

La realidad actual de Cuba sería lo más parecido a un escenario de posguerra. En Colombia, por ejemplo, existe un programa de reparación a las víctimas del conflicto armado. ¿Crees que esa experiencia sería aplicable en nuestro contexto?

Claro que el escenario de Cuba es de posguerra. El concepto de la Revolución es la justificación de ese estado de guerra permanente. Recordemos que la Revolución francesa trajo como resultado el reinado del terror, la guillotina, el hecho de eliminar todo tipo de libertad e institucionalidad al subordinarlas al concepto de Revolución. Esta entidad abstracta está por encima de los parámetros fundamentales de cualquier sociedad democrática. Concuerdo plenamente contigo, existe esa situación. Yo no diría de posguerra, porque la guerra no ha terminado, pero la experiencia es aplicable. De hecho, he asistido a talleres con situaciones mucho más complejas que Colombia.

Existe el famoso Centro de Investigación de Posconflictos, dirigido por Velma Saric en Bosnia, donde se cometieron los crímenes más horribles de la historia de la Europa poscomunista y es un centro que funciona para el tratamiento de personas víctimas de la posguerra.

Creo que este es un asunto que sí debe ser estudiado, también desde el plano legal, considero que las víctimas tienen derecho a reparación, porque he asistido a varios seminarios, incluso con los que participaron en la comisión de la reconciliación y la verdad tanto en Chile como en Suráfrica y el tema es bien importante para sanar las heridas y de alguna manera minimizar la posibilidad de conflictos posteriores.

Yo recuerdo haber escuchado a un jurista chileno que participó en ambas comisiones y dijo una frase que para mí es capital: “No puede haber reconciliación sin la verdad y sin la justicia”.

Para mí es importante encontrar los colores dentro de la oposición. Siento que ayuda a que no estemos dándonos bandazos como ciegos y especialmente saber qué queremos cambiar y la metodología para lograrlo. ¿Qué piensas con respecto a esa diversidad?

Los movimientos de oposición no son un bloque unificado como mucha gente tiene la impresión, sino son como un arcoíris que tiene una variedad, pero esos arcoíris componen la luz blanca. Es decir, tiene que encontrar una confluencia en propósito, en estrategias y tácticas que están basadas únicamente en la eficiencia y es bueno que hayas mencionado lo de las estrategias.

Algo que me gusta decir siempre es que los cubanos somos muy reacios a asimilar lecciones exitosas de otros entornos. Diría que los latinoamericanos también, pero en el caso de los cubanos se acentúa mucho esto, generalmente cuando se abordan estas temáticas.

Estamos hablando de un conflicto no violento contra una dictadura. Hay una serie de reglas comunes que no te garantizan el éxito, pero sin ellas no puedes ganar. Lo que se llama la santísima trinidad de la lucha noviolenta es la unidad, la planificación y la disciplina noviolenta. Si no tienes esos tres elementos, no puedes ganar.

Hablando de métodos, tenerlos no te garantizan la victoria, pero te acercan mucho más que cualquier otro. Hay un excelente libro de la doctora María Stephan y la doctora Erika Chenoweth que se llama Por qué la resistencia civil funciona, en el que se analizan todos los conflictos en el mundo en el siglo pasado hasta parte de este. Los datos son sorprendentes.

Los movimientos no violentos tienen un índice de éxito extremadamente más altos que los violentos. Tienen un índice más alto de conducir a democracias duraderas, con todos los problemas que puedan tener las democracias duraderas, que los movimientos violentos que en la inmensa mayoría de los casos terminan en otra dictadura.

En América Latina solo dos revoluciones han tomado el poder en los últimos 61 años, en 1959, la Revolución cubana y en 1979 la Revolución sandinista. 20 años después. ¿Cuál ha sido el resultado de estas dos revoluciones? Muy similares, una dictadura personal, familiar en Cuba con dos hermanos gobernando el país por más de 60 años. En Nicaragua también dos hermanos, Daniel Ortega y Humberto Ortega. Después solo Daniel Ortega y su esposa, gobernando el país. Miles de exiliados. En estos momentos en Costa Rica hay más de 60 000 exilados nicaragüenses. Cientos de presos políticos.

Las revoluciones violentas sabemos que estos son sus resultados. Lo que quiero decir es que ¿cuáles son los métodos? La lucha estratégica, noviolenta tiene sus pilares, normas, pero la variedad dentro de los movimientos es una garantía precisamente de la democracia futura, puesto que para realizar campañas dentro de movimientos que tienen una gran variedad tienes que llegar a consensos. Ese propio ejercicio de llegar a consensos dentro de esos grupos es una manera de prepararlos para el cambio. Es la semilla de la democracia. Decía Pablo Reyes Martínez el fundador del periodismo independiente en Cuba, fallecido en los Estados Unidos: “La oposición es una escuela de democracia”.

Soy consciente de cómo el Gobierno cubano ha usado la excusa del embargo para enmascarar el hecho de que en 61 años ha sido incapaz de producir un boniato diario para la población. Pero me gustaría saber. ¿Qué piensas de este nuevo escenario en el que se han incrementado las sanciones del actual mandatario de los Estados Unidos, Donald Trump?

La problemática de los cubanos no se va a resolver desde la base de las relaciones diplomáticas entre los Gobiernos de Estados Unidos y Cuba, sino entre el Gobierno cubano y su pueblo. Curiosamente, casi todo el mundo está de acuerdo en que el problema de Cuba es la existencia de una dictadura que le niega sus derechos al pueblo cubano.

Por lo tanto, la esencia del problema es esa relación. Cuando el pueblo cubano cambie sus patrones de obediencia por desobediencia y se articulen campañas con objetivos específicos, como ha sucedido en otros lugares con conflictos de este tipo. Cuando esta relación cambie, se soluciona el dilema cubano.

Entonces el nuevo escenario no cambia esencialmente esto. No han sido tan radicales como quisieran muchos extremistas. Radical significa ir a la raíz y quiero detenerme en esta palabra, porque se ha mitificado y se usa para calificar a una persona como si fuera un extremista. Hay que reconocer que el principal causante de extremismo, no solo en Cuba sino en toda Latinoamérica ha sido el régimen castrista. Entonces, es lógico que haya reacciones que puedan ser calificadas de extremistas en contra del régimen, pero la realidad es que la dictadura no ha cedido un ápice en el paso del tiempo.

¿Cuál es el modelo económico que deseas para la Cuba que soñamos?

Un sistema donde la intervención del Estado esté reducida al mínimo. La gente suele creer que, en Suecia, Finlandia, Noruega, el Estado es el que controla, pero no, son economías de mercado. Allí lo que sucede es que el Estado, por medio de la recaudación de impuestos y de la riqueza, provee medidas de seguridad social. Pero lo que no puede suceder es que la política y el Estado se entrometan en el ejercicio de la economía, porque provoca que el poder se concentre en un número cada vez menor de personas. En Cuba había una tradición también antes de 1959, de beneficios sociales y económicos bajo una economía de libre mercado.