Ni tan mío ni tan tuyo: bares de La Habana

Yanelys Núñez Leyva

HAVANA TIMES — Parte de la empresa privada emergente en La Habana son los llamados bares que como salpullido proliferan aceleradamente desde hace un tiempo.

Espacios que desde sus inicios han funcionado como los lugares que prefieren para su esparcimiento los jóvenes del sector más privilegiado de la zona.

Según experiencias personales de algunos de ellos -la mayoría amigos- los que más fama han alcanzado con el tiempo se encuentran en estos momentos imponiendo leyes muy particulares, a raíz de un panorama donde el descontrol gubernamental o su complicidad permite alteraciones de precios, derechos de admisiones especiales, prostitución descamuflada y absurdas normas de comportamiento para con el cliente.

Sin embargo, cada uno tiene sus peculiaridades. Veamos algunos ejemplos.

En uno de los más populares, el King Bar, ubicado en 23 y C, para poder acomodarse en una de las mesas hay que realizar una reservación previa, por lo que si se llega muy temprano y el lugar está deshabitado, nadie que no haya reservado puede sentarse. Esto a veces se extiende hasta bien entrada la noche, aun cuando aquellos puestos permanezcan desocupados.

Otra cuestionable postura que asume en ocasiones el King Bar y que comparte con la mayoría de sus convecinos está relacionada con el ya mencionado “derecho de admisión”. Haciendo uso de puras estrategias visuales, los porteros de cada establecimiento –con la venia de sus jefes- definen quién entra y quién no, en dependencia de la manera de vestir de la persona o del grupo con el que se viene acompañado –si se trata de un extranjero hay vía libre-.

Hay que destacar que la adecuada manera de vestir no tiene relación con el uso de shorts, camisetas o calzado inapropiado, como en numerosas oportunidades ellos tratan de justificar, sino con la ya consolidada estadística, que a “mejor vestimenta” mayor derroche de CUC en bebidas y comidas.

Este olfateo del “buen cliente” se observa claramente a la entrada del Mío y Tuyo, donde el recurrente “cerrado por capacidad” puede dejar a más de un joven que ha llegado por equivocación a esa zona de Playa.

El caso del bar Roma no es muy diferente, aunque empezó con un perfil que buscaba acercar a los afortunados del mundo del arte -uno de los proyectos de sus inicios fue protagonizado por el grupo Stainless-, con el paso de los meses los precios de la bebida se han disparado y ha variado el nivel de accesibilidad. Como el Roma algunas veces renta el espacio para eventos particulares, los “no se encuentra en la lista” se hacen comunes y nunca se puede constatar si la información de “reservado” es verídica o pura estrategia de alejamiento.

El Muralla, antiguo espacio de alquiler para actividades en La Habana Vieja, a la misma vez que estrena nueva visualidad, expone sus frecuentes ofertas de 10 CUC a consumir 7, a un público que muchas veces no cuenta con esa cantidad y que, por ende, no puede pasar. Esa política, en medio del casco histórico donde casi todo cierra a la medianoche puede resultar un chocante aldabonazo para los interesados en consumir un poco de alcohol y música sin tener que trasladarse hasta el Vedado.

El fenómeno de los bares en La Habana está aún por estudiarse a profundidad. La masiva prostitución que se ha visibilizado –no destapado – y por la que algunos ya han cerrado sus puertas; la extraña neblina que sobre muchos ronda –el bar Bing Bang, ubicado muy cerca del Mío y Tuyo puede trabajar solo para 5 clientes en toda una madrugada -; así como la falta de recursos que tiene el cliente para enfrentarse a las situaciones antes descritas; nos llevan a preguntarnos, no solo, por el futuro de aquellos que aún pueden entrar a estos sofisticados negocios, sino por las profundas diferencias sociales que cada día se ponen en evidencia, en una sociedad que se declara todavía socialista.

Yanelys Nuñez

Yanelys Nuñez Leyva: Escribir es exponerse, desnudarse ante la mirada inquisitiva de todos. A mí me gusta escribir, no porque haya desarrollado una verdadera afición por el nudismo, sino porque me fascina componer palabras, pensarme historias, frases que conmuevan, imágenes que provoquen disímiles sensaciones. Aquí tengo un espacio donde hablar de arte, de la vida, de mí. Al final, sentirse bien con lo que uno hace es lo que importa; ya sea con ropa o sin ella.

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10 thoughts on “Ni tan mío ni tan tuyo: bares de La Habana

  • Aquí se mezcla precio y prostitución. El precio lo decide el dueño y la persona que no pueda pagar no puede ir y se acabó el catarro. Lo que tiene que hacer es que le pida al gobierno un aumento del salario. Cuando todo el mundo pueda gastarse 10 CUC esos bares subierán el precio a 20, eso es ley del mercado. En todos los países el que tiene dinero quiere exclusividad.

    La prostitución no tiene nada que ver con esos bares, estará presente siempre que haya oferta y demanda. Lo mejor es invertir en educación y prosperidad nacional para que disminuya la oferta pero siempre habrá quien se prostituya por pura elección.

  • …si el dueño de un negocio privado decide sobre su negocio cosas que no nos gustan nos quejamos…si el estado ahora interviene en ese negocio privado y le impone los precios y a quien debe aceptar o no entonces tambien nos quejamos…en que quedamos entonces???….

  • Estimada Yanelys. Muy triste y doloroso tu post de hoy. Yo he estado en el famoso King Bar -forma divertida de ocultar el verbo popular “quimbar” (hacer el amor o su variante grosera con s)- y te digo que me pareció la gran porquería del mundo. Tanta -supuesta- exclusividad para ver a los hijitos de papá de siempre más empeñadoss en mostrar su último teléfono o trapito que en divertirse. La personas -salvo un míinimo porciento de los asistentes- con mucho brillo, fanfarria y seudo glamour, pero ni asomo de cultura o buen gusto, y -como has dicho- un jineteo a la cara y al por mayor. !Quedé puesto y convidado! Para la próxima, compró mis bebidas e invito a mis amistades (que traeran las suyas tambien) Pondré la música que la tengo buenísima, me buscaré unas luces de colores y haré de pincha discos de mi propia fiesta y seguro que me sentiré como un verdadero Rey en mi propio bar. Por otra parte, hace años que “La Habana no cree en lágrimas” Así que -cariño- !Bienvenida a la Cuba sin antifaz! Allí donde no me quieran, simplemente, no voy.

  • Cualquier quinceañero que lea algo tan deprimente como este post quizás se imagine que en Cuba nunca hubo bares hasta ahora. Es triste porque La Habana era famosa por la cantidad de buenos bares que tenía, hasta el punto de que aún tiene uno de los diez más famosos del mundo (El del Floridita). se cacarea mucho de las diferencias sociales de antes del 59, pero para ir a un bar en Cuba antes del desastre no era necesario ser rico. Había cualquier cantidad de ellos, y por supuesto, para todos los bolsillos. Mucha de la mejor música de Cuba se popularizó a través de las célebres vitrolas de los bares habaneros y de las demás provincias. Claro que antes había bares de mala muerte también, pero había otros, la mayoría, que no lo eran; y, al fin y al cabo, cada cual decide qué bar frecuenta; o si se toma la cerveza o el ron en casa. Me llama la atención el grado de degradación social que se refleja en el artículo, y que se diga que “El fenómeno de los bares en La Habana está aún por estudiarse a profundidad”. Será, en todo caso de los antros que están surgiendo ahora, porque la de Las cañitas, El Floridita, la de la barra de La Zaragozana y demás bares gloriosos de La Habana, está escrita hace muchísimo rato..

  • Claro que no son tan mios ni tan tuyos, son del dueño.¿ No te enseñaron en Praga como se juega al duro en el capitalismo?

  • ¿Praga? No hay que ir tan lejos, ahí están ante sus narices Gaesa y Gaviota

  • No hay competencia , cuando hayan miles de bares lloraran porque entren hasta los pordioseros

  • Pero los “cursitos” los dan en Praga profesor, con el dinero de ustedes los contribuyentes

  • Como mismo se los dan a los de Gaesa y Gaviota con tu dinero; y te garantizo que a ti te quitan, por esos cursitos más que a mí por el de Praga.

  • Y del gran ballú no se habla?

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