Un sorpresa muy agradable

Rosa Martínez

HAVANA TIMES — Son cerca de las cinco de la madrugada, los gallos finos del vecino comenzaron su canturía desde las tres;  a esa hora, afortunadamente, yo no nunca los escucho, pero a las cinco sí molestan mis oídos.

Aunque despierta, remoloneo un poco más en la cama, trato de completar el merecido descanso, tan difícil de conseguir en una madre trabajadora.

La temperatura es agradable al amanecer. Este mes, enero, ha sido agradable en extremo. Aunque ha traído pocas lluvias, el sol no ha calentado mucho la tierra, y eso hay que aprovecharlo, pues es muy escaso en el Oriente de Cuba.

Quisiera quedarme acostada un poco más, hasta las siete u ocho por lo menos. Pero si lo hago, no solo yo perderé un día de trabajo; como si el mundo entero dependiera de mí, si no doy el de pie acostumbrado ninguna de las niñas se levantará para la escuela y hasta mi marido se hará el distraído.

Espero unos minutos más entre estiramientos, bostezos, pensamientos; siento un ruido cerca de la cocina que debe ser Gisselle, mi hija menor, que se ha levantado a orinar. Me preparo, porque después de eso siempre acaba encima de nosotros. Ya tiene ocho años y se siente grande, pero los mimos, al parecer, no acabarán nunca para ella.

Siento otro ruido y otro más. Abro bien los ojos y no encuentro a mi esposo en la cama.

¿Sucederá algo?, me alarmo.

¿Se sentirá mal alguna de las muchachitas?

¿Será un intruso?

Comienzo rápidamente a acomodarme las chancletas para averiguar qué sucede; un happy birthday y una tarta de chocolate llegan hasta mi cama, y las personas más lindas del mundo me abrazan, me besan… No lo sabía, mejor dicho, lo había olvidado, pero, sin duda, será el mejor cumpleaños de todos…