Ir de compras en tiempos de pandemia

Por Paula Henríquez

Muchos cubanos no pueden ir a sus trabajos por Covid pero deben pasar el día en colas interminables.

HAVANA TIMES – Hoy me levanté una vez más para salir de cacería, como le decimos no tan cariñosamente a la difícil tarea de comprar comida por estos días. Encontrar cualquier cosa en este tiempo pone a prueba tus habilidades, tu resistencia o tu capacidad mental para lidiar con lo que te espera. Lo digo así porque las colas en las tiendas son totalmente impredecibles.

Explico: desde el día primero del mes de septiembre el estado impuso un toque de queda de 7:00 pm a 5:00 am. Esa era una de las medidas del Gobierno para frenar los contagios con la COVID-19 en La Habana. En otras palabras, a todo el que atrapen fuera de casa a deshora, se llevará una multa de 2000 a 3000 pesos. Es una suma bastante alta teniendo en cuenta los salarios de Cuba.

Cuando uno decide salir a hacer las compras tiene que hacerlo al amanecer, siempre respetando lo anterior. Porque en la mayoría de los centros comerciales, quioscos, tiendas, etc. se empieza a marcar desde bien temprano para cuando abran las unidades.

Como ciudadanos respetuosos de la ley, siempre salimos a las cinco de la mañana y vamos hacia la tienda más cercana, a unos 10, 15 minutos de la casa. Resulta que al llegar al establecimiento encuentras lo mismo unas 30 o 400 personas delante.

Te preguntes desde qué hora están allí si hay un toque de queda… pero esa no es la mejor parte. La persona que te da el último suele venir con varios acompañantes y así con todos los que van delante de esa y de la anterior…

Al final cuando sacas la cuenta y comienzan a repartir los turnos, pasas de estar entre los primeros 40 a ser el número 287, literalmente… Eso es en uno de los mejores días… en el peor de ellos la indisciplina y el poco respeto al prójimo hace que una cola común se convierta en un verdadero campo de batalla, una verdadera lucha que ni las autoridades pueden controlar.

La situación era bien distinta un par de meses atrás, cuando se podía comprar en cualquier lugar. Pero ahora, con las medidas de restricción no se puede comprar en tiendas que estén fuera del municipio en el que resides. Eso limita en gran medida tus oportunidades.

Para nadie es un secreto que hay municipios más privilegiados que otros, en los cuales no solo encuentras más variedad de productos, sino que la frecuencia con que se abastecen tampoco es la misma. Esos grandes centros comerciales por desgracia están fuera de los límites a los que pertenezco. Puede que la medida haya tenido buena intención, pero en la práctica es discriminativa y asfixiante. Desprovista de un estudio previo que asegurara su resultado.

Por otra parte, están quienes aprovechan la oportunidad para sacar ventaja de las más disímiles y adversas situaciones que te pone la vida. Hay personas que han visto un filón en esto, una veta de oro de donde extraer tan preciado mineral. Los llamados coleros y revendedores son esos mineros que se aprovechan de la necesidad para lucrarse acaparando y luego especulando con los pocos productos que expenden en estas tiendas.

“Esto es oferta y demanda” me dijo uno de esos individuos una vez, mientras trataba de venderme un paquete de muslos de pollo a casi tres veces su precio. De más está decir que con lo difícil que es conseguir algo por la vía tradicional, no me ha quedado otra opción que comprar eso y mucho más a sobreprecio muchas veces. No exagero.

Aquí va otro ejemplo: a las 5:07 am marqué en la cola. Repartieron turnos a las 9:00 am y pude comprar a las 4:45 pm solo dos paquetes pequeños de perros calientes, porque el pollo que  vendieron no alcanzó ni para las primeras 40 personas.

¿De verdad? Es la pregunta que me hago. Doce horas de cola, aguantando todo tipo de situaciones desagradables, vigilando a los listos que practican la ley de la ventaja continuamente y, sobre todo, exponiendo a mi familia y a mí al contagio por dos tristes paquetes de perritos calientes.

¿De verdad vale la pena? Pero si no hago esto y tampoco puedo pagar un producto al doble o al triple de su valor, ¿qué hago entonces? Me he visto más de una vez en esa encrucijada.

A veces pienso que no queda otra que salir a cazar días alternos a las cinco de la madrugada y tratar de no volver con las manos vacías para poder alimentar a la familia; otras veces me doy cuenta de que pierdo inútilmente mi tiempo, puesto que la mayoría de las ocasiones regreso con las manos vacías y la desesperanza en el pecho.

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Paula Henriquez

Paula Henríquez: Desde pequeña me han dicho que debo tener cuidado con lo que digo en público. “Piensa antes de hablar, sobre todo delante de los demás”, me decía mi mamá y, entonces, resultaba más un ruego que un regaño. Aún hoy la escucho… y la cumplo, solo que no hablo… escribo. Las letras, las palabras son mi escape, mi salida y las catarsis diarias, las que imprimo en el papel, me reavivan. Y esta foto… me refugia.

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2 thoughts on “Ir de compras en tiempos de pandemia

  • Es una pena pero es el día a día, lo increíble es que la gente no haya asaltado las tiendas.

  • De compras o de cacería?

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